Juantxo Villarreal retornará hoy al banquillo del Bidasoa. La entidad irundarra cumple este año medio siglo de vida, y en los actos programados para recordar los grandes hitos de su existencia no podía faltar el técnico que llevó al equipo a conquistar los mayores éxitos de su historia. Así, en uno de los acontecimientos más esperados de las celebraciones de este aniversario, el entrenador errenteriarra regresará por un solo día a Artaleku para dirigir a un combinado de exjugadores del club frente a la actual plantilla (11.00 horas).

El que fuera uno de los artífices de los días de gloria bidasotarras echa la vista atrás sin nostalgia y recuerda las mayores hazañas de un club que escaló poco a poco hasta la cima del balonmano europeo, desde la conquista de la primera liga del Bidasoa en 1987: "Nosotros no habíamos nacido para ser campeones; pero lo fuimos. Éramos un grupo que estuvo mucho tiempo en el club y que trabajó mucho, pero como nosotros hubo mucha gente. Tuvimos la suerte de hacer bien las cosas y de estar en el sitio adecuado en el momento oportuno, y fuimos muy premiados".

El Partido del Reencuentro

Villarreal está viviendo "con naturalidad" la sucesión de festejos del aniversario bidasotarra, pero también con ilusión, "porque para que se haya producido ha tenido que trabajar mucha gente durante mucho tiempo. Es una satisfacción que, con esta crisis, todavía podamos mantener el club".

El técnico de Errenteria no da ninguna trascendencia a su regreso a un banquillo que ocupó durante más de dos décadas, y afronta el denominado Partido del Reencuentro sin un ápice de nostalgia: "De lo que se trata es que nos podamos divertir, tanto en la pista como, sobre todo, el público. Para mí será un placer encontrarme con amigos. Hay gente que cíclicamente pasa por Irun y San Sebastián, como Alfred Gislason" —ahora técnico del Kiel que se ha proclamado campeón de Europa—.

Aunque muchos componentes del equipo que entrenará Villarreal hoy ya han colgado las botas, en Irun otorgan el papel de favorito a los veteranos, pero al técnico le preocupan otras cuestiones: "La gente que no se ejercita debe tener cuidado, suelen ser eventos proclives para que haya algún desastre, y no seré yo quien les pida más de lo que puedan dar para divertirse".

El recuerdo de los grandes éxitos bidasotarras podría reactivar la ilusión de los aficionados por un club que está lejos de su mejor momento deportivo: "El día a día ubica el nivel de participación del público según lo que ofrezcas. Si esta fiesta sirve para relanzar algunos olvidos a nivel de público, bienvenida sea".

El entrenador del Bidasoa, Juantxo Villarreal, en el frontón Uranzu

El entrenador del Bidasoa, Juantxo Villarreal, en el frontón Uranzu Revista 'Oarso' 1987

Dos plantillas para el recuerdo

En el partido de hoy, Villarreal volverá a tener a sus órdenes a algunos de los mejores balonmanistas de la historia del Bidasoa. En sus 22 años al frente del club, el técnico errenteriarra tiene claro que se queda con "dos plantillas, por ser las más significativas. Una, la de la primera liga, que es la más entrañable y la más meritoria, con gente de Irun, más Juanín Agirregomezkorta —de Pasai Donibane— y dos yugoslavos —Caslav Grubic y Mladen Lakovic—. Creo que esa circunstancia no se ha dado en ningún equipo de la historia del balonmano español. Y es que la inmensa mayoría de aquel equipo procedía de la comarca del Bidasoa, como Zúñiga, Lucas, Pedro Salcedo, Beldarrain, Susperregi, Burguete, Salva Pombar, Javier Mendibil, Luis Pablo, Txuma o Munduate.

Pese a que luego vinieron más títulos de liga, la Copa de Europa y la Recopa continental, Villarreal no duda en señalar aquel campeonato de la temporada 1986-87 como su mejor recuerdo. La primera liga del Bidasoa, además, coincidió con las bodas de plata del club. "Nunca habíamos pensado que íbamos a quedar campeones. El Bidasoa no era un equipo nacido para ser campeón. Cuando digo el Bidasoa, digo Juantxo Villarreal. La mejor situación soñada era estar en la zona media. Nosotros no habíamos nacido para ser campeones; pero lo fuimos. Éramos un grupo de gente, con Beñardo García o José Antonio Errazquin, que estuvo mucho tiempo en el club y que trabajó mucho, pero como nosotros hubo mucha gente. Tuvimos la suerte de hacer bien las cosas y de estar en el sitio adecuado en el momento oportuno, y fuimos muy premiados. De pequeño nunca piensas que vas a quedar ganador. Pero fue así, y en Irun estalló todo el júbilo que se puede dar en una ciudad. Luego empiezas a tener más presupuesto, fichas a Svensson, a Kisselev... Luego, quedar otra vez campeón de liga y ser campeón de Europa tiene algo más de racional. Ya nos habíamos baqueteado con los grandes equipos de Europa y habíamos conseguido pasarles".

En opinión de Villarreal, la otra gran plantilla del Bidasoa, fue la del "mejor equipo, el que gana la liga y la Copa de Europa" en 1995, con Svensson, Perunicic, Etxaburu, Kisselev, Barreto, Zarate, Pujol, Ángel Fernández, De la Haza, Rubiño, Bolea, Cortés, Bartolomé, Fernando, Ordóñez o David Rodríguez. Curiosamente, el mejor jugador de campo en la historia del club según el técnico, Bogdan Wenta, no estuvo en ninguno de los dos planteles.

Campeones de Europa

La Copa de Europa de 1995 supuso el mayor logro en la historia del Bidasoa. Los irundarras no solo demostraron ser el mejor equipo del continente, sino que lo probaron en uno de los contextos más difíciles en los que se puede disputar un título. El conjunto guipuzcoano se enfrentó en la última ronda al Badel Zagreb y tuvo que disputar el segundo encuentro de la final en una Croacia inmersa en la guerra por su independencia. Los de Juantxo Villarreal sellaron el título en Artaleku tras ganar por 30-20, y únicamente perdieron por la mínima en Zagreb (27-26). Eso sí, el encuentro en el pabellón croata transcurrió en medio de un ambiente infernal, hasta el punto que el Bidasoa recogió su título en una cancha desalojada por la policía.

Villarreal considera que estas circunstancias "dan al título el valor de la dificultad. En Zagreb nos dieron el trofeo media hora después. Tuvimos que retirarnos porque se montó una batalla campal. Un espectador tiró una silla al campo y a uno de seguridad se le ocurrió la feliz idea de devolvérsela. Y a partir de ahí se armó la de San Quintín".

Pese a todo, el técnico reivindica que para ganar "hace falta suerte. En Artaleku fuimos empatando al descanso y en el inicio de la segunda parte perdíamos de uno. A partir de ahí, ganamos de diez, lo que fue clave para ir a Zagreb y que no nos chingaran el partido".

El entrenador de Elgorriaga Bidasoa, Juantxo Villarreal, en el partido de la final de la Copa de Europa en Zagreb Archivo de Irun

La espina clavada

En sus 22 años al frente del Bidasoa también hubo momentos duros. La voz de Juantxo Villarreal todavía se altera al recordar que "igual podíamos haber conseguido la final aquella de Alemania", la Recopa de Europa de 1991 ante el Milbertshofen (20-15 en Irun y 24-16 en tierras germanas). "Los árbitros no estuvieron bien, pero nosotros tampoco. Fue la mayor frustración de mi vida. Me negué a ver el partido en vídeo porque estaba convencido de que habíamos jugado mal. Al final, lo vi la víspera de la final de la Copa de Europa. Quería recordar qué habíamos hecho mal para no volver a hacerlo, y me dije Pues algo de razón tenían, el arbitraje fue malo. Pero tampoco se me quitó la sensación de no haber estado a la altura. Duele mucho que fueran dos autobuses desde Irun y luego no traer la Copa. Y vuelves, y está todo Irun ahí a no sé qué horas de la noche. Era superior a mis fuerzas, no podía soportar no haber respondido. Creo que no he llorado más en mi vida. Por eso, todo se reubicó cuando luego se logró el título".

Lejos de la cancha

Tras la conquista de la Recopa de Europa ante el Veszprem, en 1997, Villarreal decidió dejar tanto el Bidasoa como los banquillos: "Un par de meses antes de la final, a la vuelta de un partido de liga con el Ciudad Real, las fuerzas se me agotaron. En el autobús, a la noche, le dije a Beñardo García: Se ha terminado. Ya no tenía la fuerza física necesaria". Precisamente, si algo caracterizaba al técnico era la energía y la intensidad con la que vivía cada jugada. "Por eso me di cuenta de que ya no podía más. Seguramente por escasez de argumentos intelectuales, tenía que echar mano del carácter para transmitir lo que quería, y ya no tenía esa fuerza. Fue como si los 22 años en el banquillo pesaran de repente".

Villarreal confiesa que no es un "asiduo" a Artaleku, pero "de vez en cuando" acude para estar con sus "compañeros de época". Tras dejar el banquillo, el técnico creyó necesario distanciarse de las pistas: "Yo había empezado a salsear en el balonmano con 10 años y me retiré con 50. No sabía cómo iba a responder. Una anécdota me dio la solución. Poco después de ganar la Recopa, ya retirado, acudí a un entrenamiento y me senté en el banquillo, y me di cuenta de que tenía ganas de intervenir continuamente. Esto me pareció un error terrible. Pasé del banquillo a la última fila de la grada, y se me pasaron todas las ganas".

Sin prisa para retornar

El patrocinio de chocolates Elgorriaga, la presidencia de Beñardo García y la dirección de Juantxo Villarreal conformaron una especie de Santísima Trinidad en la historia del Bidasoa que llevó al club a éxitos inimaginables. La marcha de estos elementos supuso el final de la mejor época de la entidad. El técnico considera que "no se puede hacer nada sin un presupuesto, y no sé si Beñardo ha sido suficientemente valorado. Ha sido un fenómeno".

Villarreal opina que, en estos momentos, el Bidasoa debe "concentrarse en la viabilidad. No pasa nada por estar en segunda división. Hay que pasar esta especie de desierto, sin prisa para recuperar nada".

Pese a todo, Villareal no descarta que el club irundarra pueda soñar con volver a pelear por algún título: "Todo es posible. ¿Quién nos iba a decir a nosotros que íbamos a ser campeones? Negar eso sería negarnos a nosotros mismos. Cuando vengan mejor dadas, no vamos a rechazar la posibilidad de que haya un futuro como el que tuvimos".