Hacía unos cuantos años, probablemente desde que la selección azzurra logró la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de 2004, que el baloncesto no ocupaba la primera plana de los periódicos ni abría los informativos de televisión en Italia. Pero hace una semana el pallacanestro sufrió una sacudida que le sacó de la mediocridad en la que lleva instalado un lustro. Dan Peterson volvía a los banquillos. Uno de los entrenadores más reputados de la historia del baloncesto europeo aceptó el reto de dirigir al Armani Jeans Milano hasta final de temporada en sustitución de Piero Bucchi.
La noticia no tendría mayor trascendencia si no fuera porque Il Coach, como se le conoce en Italia de forma reverencial, llevaba 23 años sin entrenar desde que en 1987 abandonara en lo más alto, como campeón de Liga, de Copa y de Europa, al equipo lombardo tras nueve temporadas que dejaron una enorme huella. "Me llamaron para preguntarme si estaba disponible y dije que sí. Solo iba a aceptar una oferta que me llegara de Milán, ninguna más, porque lo llevo en la sangre", explicó Peterson, que ayer mismo cumplió 75 años, los mismos que tiene la histórica entidad milanesa que ha quedado fuera del Top-16 de la Euroliga y marcha tercera en la Lega.
El destino quiso que Dan Peterson regresara ante el mismo rival al que ganó su última liga con el Tracer Milano: el Caserta, entonces Mobilgirgi y ahora Pepsi. El público del Mediolanum Forum le recibió con una enorme ovación y el viejo entrenador ganó en su reestreno, anotando además 98 puntos como si el tiempo no hubiera pasado. "Quiero ver en los jugadores voluntad y ambición. He vuelto para ganar; de lo contrario, no estaría aquí". Su frase de cabecera vuelve a decorar las paredes de los vestuarios: "Escupir sangre". Traducido: dar el máximo siempre, en cada entrenamiento y en cada partido. Peterson receló siempre de las largas sesiones prepartido de vídeo y scouting porque "son un síntoma de miedo y debilidad". Y en los tiempos muertos apenas utiliza la pizarra. Habla alto y claro y mira a los ojos de los jugadores en busca de aquellos mejor preparados para continuar la batalla.
impacto inmediato Los blogs especializados, que han visto aumentar sus entradas estos días, lamentan que este fichaje no llegara antes. Las audiencias televisivas se han disparado y en Cremona, donde jugó ayer y cumplió sus 500 partidos en la Serie A, se agotaron las entradas. Y es que el personaje de Peterson trasciende a su faceta de entrenador. Es considerado un gurú cuyas opiniones son dogma de fe. Su labor en los medios de comunicación, brillante por punzante y atinada -son muy comentados sus duelos dialécticos con Valerio Bianchini, otro histórico-, le ha mantenido al tanto de la evolución del juego a los dos lados del Atlántico y es bien consciente de que "ha cambiado muchísimo en este tiempo. Me tendré que adaptar yo, no el baloncesto adaptarse a mí".
Hace 23 años, Italia mandaba en el baloncesto europeo y se jugaban posesiones de 30 segundos. Ahora el pallacanestro vive horas bajas, los 24 segundos han acelerado el juego y la cancha parece más pequeña. Peterson no tendrá un base como D"Antoni en el que reposar todo el entramado táctico, ni un icono italiano como Meneghin para liderar al grupo, ni una superestrella de la NBA como McAdoo capaz de encajar en la mentalidad europea y marcar diferencias al mismo tiempo, ni obreros cualificados como Gallinari. Ahora, Peterson tiene a sus órdenes una plantilla globalizada y despersonalizada que le impedirá poner en práctica su famosa zona 1-3-1, una invitación al suicidio si cada pieza va por libre.
Il Coach quiere convencer al jugador de que no trabaja para sí mismo, sino para el resultado global. En ese sentido, siempre se preocupó de que en sus equipos hubiera un buen ambiente. "Siempre he creído que el trabajo del entrenador es como una estrella de cinco puntas: el club, los jugadores, los medios, el público y los árbitros, con todos ellos hay que tratar de relacionarse lo mejor posible".
Con el viejo Peterson vuelven los gestos enérgicos, la actividad en la banda, toques de genialidad táctica, el baloncesto de los 80. "No fumo ni bebo, me cuido mucho. Podía haberme quedado en casa, pero he sentido la llamada de la selva".