Europa, última parada
Allen Iverson es el último astro de la NBA que ficha por un conjunto europeo para poner el epílogo a su carrera, una dinámica interrumpida en la última década pero que fue habitual en los 80 y los 90.
"Es triste que un jugador como él tenga que marcharse a Turquía para poner fin a su carrera. Ojalá pudiera ayudarle de alguna manera", asegura Larry Brown, actual entrenador de los Charlotte Bobcats, el hombre que le tuvo a sus órdenes en los años felices de Philadelphia. "Intentó adaptarse, lo creo de verdad, pero cuando te has acostumbrado a ser Mick Jagger y a tocar delante de 100.000 personas no es fácil pasar a actuar en los bares. Sigo creyendo que tiene sitio en esta liga pero, de todas formas, él ha trascendido de este deporte y debe ser reconocido por ello. Mira todas las modas que ha traído a la liga, las trenzas, la vestimenta, su ejemplo de que los pequeños pueden luchar de tú a tú en una cancha contra los gigantes... Merece respeto por todo ello", apostilla su ex compañero Aaron McKie, ahora asistente en los Sixers.
Puede que los discursos de Brown y McKie tengan parte de razón en el fondo. Desde que Allen Iverson anunciara la semana pasada su fichaje por el Besiktas turco para las dos próximas temporadas a cambio de cuatro millones de dólares, la NBA no sólo ha perdido a uno de los mejores jugadores de su historia -sus últimas experiencias en Detroit, Memphis y Philadelphia, equipos en los que nunca se adaptó al rol de secundario antes de abandonar la liga por la enfermedad de su hija, no tapan los méritos de un jugador que ocupa el 17º puesto en la categoría de puntos anotados en la historia de la competición y tiene un MVP, cuatro títulos de máximo anotador y once presencias en el All Star-, sino también a un icono, a un jugador de poco más de 1,80 de altura y procedencia humilde cuyo look, costumbres y maneras cambiaron la NBA.
Pese a que ambos hechos son irrefutables, lo que Brown y McKie olvidan es que Iverson no es la primera gran estrella estadounidense -ni será la última- que vive un retiro dorado en el baloncesto europeo, una dinámica que The Answer recupera a sus 35 años después de casi una década de escaso tránsito entre la NBA y el Viejo Continente en lo que a trasvase de rutilantes figuras al borde de la retirada se refiere. Lo que en los 80 y los 90 se convirtió casi en práctica habitual ha vivido un importante bache en los últimos diez años debido a varios motivos, sobre todo el importante aumento de nivel registrado en las ligas europeas, lo que ha traído consigo que los americanos no capitalicen ya el juego. Aquella época en la que los yanquis apenas entrenaban durante la semana, pero llegaban a los partidos y se tiraban hasta las zapatillas ante la mirada de sus compañeros pasó ya a la historia.
La calidad se ha igualado, el nivel físico de los europeos ha mejorado y, por lo tanto, un jugador con la treintena ya avanzada encuentra muchas dificultades a la hora de destacar en un ambiente competitivo, por lo que se lo piensa dos veces a la hora de dar ese paso. Basta con señalar que incluso americanos de calidad llegados a Europa en su plenitud han visto cómo sus registros individuales no han sido brillantes, casos de Josh Childress en Olympiacos o Brandon Jennings en Roma.
La cosa fue muy distinta años atrás. Así, en la década de los 80 llegaron a Europa, sobre todo a Italia, distintos mitos de la NBA arrastrados por todo tipo de razones. Estaban los que huían de problemas disciplinarios o de drogas, casos de Spencer Haywood (campeón con los Lakers que tuvo un breve paso por la Reyer Venezia) o Michael Ray Richardson (tras ser expulsado de la NBA completó una larga carrera en Europa) y los que buscaban volver a saborear el brillo que la NBA les negaba ya por edad, como los excelsos anotadores Bob McAdoo (inolvidables y espectaculares sus temporadas en el Tracer Milán) y George Gervin (además de en Roma también brilló en Manresa) y los gigantes Darryl Gorila Dawkins (Torino, Milán y Forli) y Artis Gilmore (Bolonia).
El fenómeno creció y se globalizó en los 90 y por la ACB pasó un Ralph Sampson (Caja de Ronda, 1992) con las rodillas destrozadas, Italia gozó con pistoleros del nivel de Adrian Dantley (Milán), Alex English (Napoli), Orlando Woolridge (Benetton y Bolonia) y Reggie Theus (Varese), mientras que Grecia se apuntó a la moda con Dominique Wilkins (ganó la Euroliga con Panathinaikos y jugó también en Bolonia), Eddie Johnson (Olympiacos), Xavier McDaniel (Iraklis), Rolando Blackman (AEK, donde fue compañero de Fotis Katsikaris), Byron Scott y John Salley (Panathinaikos)... Ahora, Europa también es una parada en la trayectoria de Iverson. ¿Será la última?