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Caminos encontrados

Sergio Rodríguez y Carlos Suárez vuelven a encontrarse en un vestuario tras la aventura americana del primero.

Caminos encontrados

corría el verano de 2004 y dos chavales de 17 años asombraban a la gente que se acercaba hasta el Pabellón Príncipe Felipe a seguir el Campeonato de Europa Junior disputado en Zaragoza. Sus nombres, Sergio Rodríguez y Carlos Suárez.

Ambos jugadores compartían vestuario en el Estudiantes, pero no podían ser más diferentes tanto dentro como fuera de la cancha. Sergio era un base eléctrico, con magia en su juego (muchos expertos llegaron a compararle con Jason Williams, el jugador de Sacramento) y, por otro lado, Suárez era un tres alto, capaz de tirar, penetrar o jugar al poste.

Fue la primera vez desde la aparición de los juniors de oro (Pau Gasol, Navarro, Cabezas, Raül López...) que un campeonato de categorías inferiores despertaba semejante expectación a nivel nacional.

Cada partido de estos chicos era un espectáculo, no obstante acabarían ganando el campeonato con Sergio Rodríguez como MVP del torneo y Carlos Suárez como componente del quinteto ideal.

El tinerfeño había debutado sólo unos días antes en la ACB. Pepu Hernández le hizo disputar los últimos 26 segundos de la final ante el Barcelona tras la eliminación por faltas de Brewer y Azofra. 26 segundos en los que le sobró tiempo para demostrar su desparpajo, anotando una canasta en una final ya decidida.

A partir de aquí, la explosión de Sergio fue meteórica. La liga quedaba asombrada por la facilidad con la que aquel crío generaba juego para sus compañeros, aunque siempre se le achacó que primase la plasticidad y la espectacularidad sobre la efectividad.

Pronto se empezaron a escuchar cantos de sirena y así, tras sólo dos temporadas en la ACB, Sergio era escogido por Phoenix en el puesto número 27 del draft. Los Suns traspasaron sus derechos y Rodríguez recayó en Portland.

aventura nba Al otro lado del charco, el tinerfeño no encontraría lo que esperaba. Su entrenador, Nate McMillan, le exigía mejorar su defensa y su tiro para poder contar con más minutos y, tras tres años sin demasiada continuidad, El Chacho decidía hacer las maletas rumbo a Sacramento.

En Sacramento, más de lo mismo. Un Sergio sin confianza y en uno de los equipos más flojos de la liga. El joven base canario no llegó a completar una temporada en la costa oeste y en febrero emprendía rumbo hacia Nueva York.

Los Knicks parecían el destino ideal, pero también podía suponer una última oportunidad para Sergio. Por historia, por estilo de juego (con D"Antoni de entrenador) y por la ausencia de bases de calidad, el neoyorquino era el lugar idóneo. Mike D"Antoni confió en él de inicio, pero Sergio seguía sin demostrar de lo que era capaz, hasta que acabó por perder completamente la confianza del entrenador.

Mientras todo esto ocurría, Suárez continuaba en el Estudiantes. Año a año se escuchaba que aquel debía ser el de su explosión, pero el de Aranjuez, que seguía progresando, no acababa de ser el jugador que se atisbaba en el Europeo Junior de Zaragoza.

El año pasado, por fin, Suárez se destapó como líder del Estudiantes con 11,2 puntos y 5,5 rebotes por encuentro. Al madrileño le quedaba un año de contrato y tanto para el Estudiantes como para él mismo lo más beneficioso era un traspaso.

Tras rumorearse durante semanas su posible marcha al Regal Barcelona, el destino elegido fue el eterno rival, el Real Madrid, donde coincidiría con un Sergio que había decidido poner punto final a su periplo americano.

En este inicio de temporada parece que las tendencias se han invertido y Carlos Suárez, a quien le costó explotar en la ACB, se ha adaptado con una asombrosa facilidad al Real Madrid. A Sergio, sin embargo, le está costando más; se trata de su vuelta al baloncesto europeo y las diferencias con el americano no son pocas.

Sin embargo, nadie duda de que la magia de El Chacho volverá a aparecer. Esperemos que no lo haga hoy en el Madrid Arena ante el GBC.