En su tercer confinamiento en un año, que llega tras meses de toque de queda, los jóvenes en París multiplican su ingenio para divertirse en reuniones y fiestas clandestinas en plena aceleración de los casos de covid-19 y de saturación en las UCI.

Los túneles y las vías en desuso de metros y trenes se han convertido en el escenario ideal de este tipo de encuentros ilegales, que pueden alargarse días y reúnen a centenares de personas sin mascarilla al ritmo de la música electrónica.

También son frecuentes los eventos multitudinarios en castillos a las afueras de la capital.

Estas últimas reuniones requieren de pruebas de antígenos o PCR negativas así como pagar 50 euros por la entrada, ya que incluye desplazamiento, cena y alojamiento, comenta a EFE una estudiante de ADE española de 21 años, quien justifica su asistencia "con el propósito de socializar".

La crisis del coronavirus, y en particular los periodos de confinamiento, han provocado un aumento de los estados depresivos entre los franceses, sobre todo entre los jóvenes de entre 15 y 24 años, según estudios recientes.

A Carlos Reyes, mexicano de 23, le ofrecieron organizar un evento de este tipo, pero rechazó la oferta porque había "mucho lucro" detrás, ya que gran parte del dinero que pagan los invitados se convierte en ganancias para los promotores, razona.ç

FIESTAS EN PISOS DE ALQUILER

Otros jóvenes apuestan por fiestas privadas de entre treinta y cuarenta personas en pisos de alquiler, donde las normas anticoronavirus brillan por su ausencia.

"Hay algunas conductas un poco peligrosas, como beber de la misma botella. El espacio es pequeño, no hay ventilación y no se respeta el distanciamiento social", comenta Reyes, ingeniero que lleva cuatro años en Francia.

Quienes acuden a estas fiestas no ven riesgo "aunque haya gente de su edad en los hospitales", apunta este mexicano. "El mayor argumento que tienen (los jóvenes) es que el virus solo afecta a los viejos".

En una de esas fiestas a la que él mismo acudió había una persona contagiada que acabó trasmitiendo el virus a otras cinco. "Les importa poco", aclara.

Las autoridades conocen esta situación, y en algunos casos la policía acaba presentándose ante las quejas de los vecinos, pero no es suficiente para amedrentar a los organizadores, que al día siguiente repiten la fiesta en el mismo sitio.

Las redes sociales, como Facebook e Instagram, y los grupos de mensajería privados en Telegram y WhatsApp sirven de herramienta para la organización de estos eventos, ahora que los bares y discotecas permanecen cerrados.

En algunas ocasiones, locales de grandes dimensiones, que cuentan con DJ, luces de neón e incluso jacuzzis, se ofrecen para albergar estos encuentros clandestinos.

MÁXIMO DE SEIS PERSONAS

Los jóvenes se saltan también la recomendación sanitaria de un máximo de seis personas en un domicilio que no sean convivientes ya que la legislación impide regular los espacios privados.

"Somos como el río, si hay una piedra descubriremos otro camino para esquivarla. Si hay un problema, si la ley nos lo prohíbe, encontraremos un camino para salirnos de esta ley que consideramos un poco ridícula", valora Artur Rodrigues, de 30 años.

Este recepcionista de hotel quedó recientemente con siete amigos para cenar después de casi un año sin verlos. "Era un encuentro seguro; nadie estaba enfermo", argumenta.

"Hay controles, pero la policía no tiene derecho a entrar en una casa. Tiene que haber una orden judicial. Gracias a Dios, porque si no estaríamos en una dictadura como en China", opina este brasileño que lleva tres años en París.

Tras la extensión del tercer confinamiento a todo el país, que entrará en vigor el domingo y fue anunciada el miércoles, el primer ministro francés, Jean Castex, condenó "la irresponsabilidad" de quienes no respetan las reglas y alertó de que se endurecerán las medidas contra los que organicen fiestas clandestinas.

Su advertencia llegó en un momento en el que el país ronda los 96.200 muertos y los 4,7 millones de positivos, y después de que los medios se hicieran eco de flagrantes violaciones de la normativa: el pasado domingo, hubo nueve detenidos en una fiesta multitudinaria con unas 6.500 personas en las calles de Marsella.

Y en Lyon, dos hermanos de 26 y 22 años, que organizaron una concentración festiva en las orillas del río Saona, fueron arrestados después de presentarse a la policía este viernes.

Aunque siete de cada diez franceses aprueban las nuevas restricciones, la intención de no cumplirlas a rajatabla es alta entre los jóvenes, advertía también ayer un estudio publicado en el diario Le Figaro, según el cual el 63 % de quienes tienen entre 18 y 34 años prevén permitirse ciertas licencias.