l primer ministro holandés, Mark Rutte, logró irritar a la mayoría de sus colegas europeos con su rechazo constante a todas las propuestas del Consejo Europeo, y consiguió echar tal pulso al eje franco-alemán que se ganó la acusación de “responsable del desastre” por parte de sus colegas en las negociaciones. “No estamos aquí para ir al cumpleaños unos de otros para el resto de nuestra vida; estamos para defender los intereses de nuestros propios países”, dijo ayer Rutte, bautizado ya por la prensa internacional como el Señor Nee (no, en neerlandés) por su persistente rechazo a todas las propuestas hechas por el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel.

Unas horas antes, y visiblemente molesto, el primer ministro húngaro, Viktor Orban, dijo a la prensa que “el holandés es el verdadero responsable del desastre” en el que han desembocado las reuniones que están teniendo desde el viernes los Veintisiete para alcanzar un acuerdo sobre el Fondo de Reconstrucción por la crisis del coronavirus. Orban cree que el primer ministro liberal “odia a los húngaros”, puesto que exige ligar el acceso a la financiación europea con el respeto al Estado de Derecho, lo que rechaza el “bloque de Visegrado”: Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia. Esta condición, que mira sobre todo a los países del Este de la UE, se suma a la exigencia de aplicar reformas “fundamentales” estrictas en el mercado laboral y de las pensiones en el Sur, algo que Rutte pide que sea impuesto mediante un “rol decisivo” que debe asumir el Consejo Europeo, aunque llegó a pedir para sí un derecho de veto para bloquear la ayuda en el futuro.

En mayo, la revista holandesa Elsevier Weekblad se hizo eco de un estereotipo manejado en el norte sobre sus vecinos del sur para tildar de “vagos” a españoles e italianos, representados en portada por un hombre con bigote tomando vino y una mujer en bikini, mientras dos holandeses trajeados de pelo rubio trabajan moviendo la maquinaria financiera de la UE. “Los hechos muestran que los países del sur de Europa no son pobres y tienen suficiente dinero o acceso al dinero. También pueden mejorar de forma fácil el poder adquisitivo de sus economías con reformas como las que ya se implementaron en el norte”, decía la revista, leída por los más conservadores de Países Bajos. El argumento de las pensiones es también recurrente. Se considera que la edad de jubilación en los países del sur de Europa es más baja que entre los holandeses.

Los holandeses saben que el proyecto de la UE ha permitido la creación del clima comercial y de inversión del que disfruta este país, pero existe la idea de que La Haya paga demasiado a la UE, y de que Bruselas ha adquirido más influencia en temas como la migración, lo que los más euroescépticos consideran hasta una intromisión en la soberanía nacional. Además, Holanda es más un pagador que un receptor neto en lo que concierne al presupuesto europeo, algo mal recibido en un país orgulloso de su austero calvinismo.

Según encuestas de los últimos años, el apoyo entre los holandeses a la UE está por encima del 60%, pero la idea de “rescatar” a los países del sur es muy impopular, como cuando a finales de abril el empleado de un centro de procesamiento de basura en La Haya se coló ante las cámaras para instar a Rutte a “no dar dinero” a Italia y España. El primer ministro contestó entonces entre risas “nee, nee, nee” y prometió “tener en cuenta” el consejo de ese empleado.

Respaldar la propuesta franco-alemana de un fondo de ayuda de 750.000 millones de euros sería “violar los términos políticos del acuerdo” en el seno de la actual coalición, comentó Mathieu Segers, experto en Integración Europea de la Universidad de Maastricht. Los liberales (VVD), progresistas (D66), democristianos (CDA) y Unión Cristiana (CU) se comprometieron a no dar pasos hacia lo que llaman “unión de transferencias”, un rechazo a los paquetes de rescate y a la participación del Banco Central Europeo (BCE) en las crisis.

Perfil