n estos momentos de extraordinaria dificultad e incertidumbre, la UE, sus Estados miembros y sus regiones tienen un reto compartido de enorme trascendencia para garantizar su sostenibilidad: responder al impacto del descenso demográfico en beneficio de todos los europeos. El camino a seguir depende de una serie de preguntas que debemos hacernos y ser capaces de contestar, incluyendo cómo estimular la innovación y la productividad; cómo atraer a más personas al empleo; cómo modernizar los sistemas de salud, la protección social y los servicios sociales y cómo abordar las diferencias territoriales. Ante este tremendo desafío la Comisión Europea ha presentado un primer informe demográfico que concluirá en un Documento verde sobre el envejecimiento, una visión a largo plazo de zonas rurales, soledad, aislamiento social, salud mental, resiliencia económica y, a largo plazo, sostenibilidad del sistema público de asistencia sanitaria. Y la cosa pinta fea: población más envejecida, menor número de personas en edad laboral o un peso demográfico menor en el mundo, son algunas de las conclusiones del estudio.

Los europeos disfrutamos de vidas cada vez más largas y con buena salud. La esperanza de vida al nacer ha aumentado aproximadamente diez años para hombres y mujeres en los últimas cinco décadas. Sin embargo, la pandemia del covid ha expuesto las vulnerabilidades de una población que envejece. En 2070, la esperanza de vida al nacer alcanzará de media los 86,1 años para los hombres, frente a los 78,2 de 2018. Para las mujeres, se estima en 90,3 años, cuando era hace una década de 83,7 años. Dónde vives tiene una gran influencia en tu esperanza de vida. A nivel nacional, la esperanza de vida al nacer oscila entre 83,5 años en España, el mejor ratio, a 75 años en Bulgaria, el peor. También hay diferencias entre las mujeres y los hombres que viven en diferentes territorios de la UE. Mientras que la esperanza de vida de las mujeres de la EU-27 es 5,5 años mayor que el de los hombres, el dato no es el mismo en todas partes. En Letonia y Lituania, la brecha tiene más de nueve años. En Dinamarca, Irlanda, Chipre, los Países Bajos o Suecia, es de menos de cuatro.

En 2018, la cifra de natalidad media europea era de 1,55 niños por mujer. Por debajo del valor de 2,1 considerado como el requerido para mantener constante el tamaño de la población en ausencia de migración. Casi ninguna región de Europa tiene una tasa a este nivel y algunas regiones registran una tasa menor a 1,25. Este es el caso, por ejemplo, del noroeste de la península ibérica, el sureste de Italia y Cerdeña, y algunas regiones de Grecia. Además, las mujeres dan a luz más tarde. Entre 2001 y 2018, la edad media de las mujeres en el parto en la UE pasó de 29,0 a 30,8. La realidad es que la población europea está envejeciendo. La edad media puede llegar a los 49 años en 2070, cinco años de envejecimiento a partir de ahora. A medida que aumenta nuestra media de edad, también lo hace el número y proporción de personas mayores. En 2070, el 30% de los ciudadanos en Europa se estima que tendrán 65 años o más, cuando hoy representan alrededor del 20%. Desde 2019 hasta 2070, la cuota de las personas de 80 años o más se proyecta a más del doble. Al mismo tiempo, la población en edad de trabajar (20-64 años) se prevé que disminuya. En 2019, fue del 59% de la población y para 2070, bajará al 51%.

A medida que aumenta el número de hogares en Europa, su tamaño medio baja. En 2019, había 195 millones hogares en Europa, un aumento de 13 millones desde 2010. Pero esos hogares cada vez son más pequeños y se sitúan en las ciudades. En alrededor de un tercio de los hogares vive una sola persona: un aumento del 19% desde 2010. La tendencia general es hacia hogares compuestos por parejas sin hijos, personas viviendo solas y padres solteros. En la mayoría de los hogares no hay niños, mientras los hogares monoparentales que han subido un 13% desde 2010. Estos patrones también han jugado un papel en la pandemia, porque estas estructuras del hogar favorecieron la propagación del virus. Y a medida que Europa envejece, un número creciente de personas vivirán solas. Algo que afecta especialmente a la mujer. En 2019, la proporción de mujeres mayores que vivían solas era del 40%, más del doble de la cifra para hombres. Estamos ante un desafío demográfico, pero también de nuestras democracias. La crisis del coronavirus nos ha dejado desnudos ante el espejo de nuestros desequilibrios y ahora nos enfrentamos a la obligación de evitar una Europa enferma de soledad en una geografía del descontento.