- Abuelos que no pueden ver a sus nietos, hermanos que se dejan de hablar porque no hay acuerdo sobre el modo de cuidar a los aitas; incluso miembros de una misma cuadrilla que necesitan de una tercera persona neutral e imparcial para resolver diferencias que parecen irreconciliables. La ruptura de tejidos relacionales se ha diversificado en Gipuzkoa de tal modo que casi dos años después de la aparición de la pandemia los equipos de mediación constatan una "cada vez más costosa" gestión de acuerdos entre las partes enfrentadas.

"Vienen aquí con una carga emocional terrible. La crisis sanitaria ha provocado que cueste mucho más alcanzar puntos de encuentro. Es muy complicado hacerlo cuando cada una de las partes se sitúa en posesión de su propia verdad, sin ceder lo más mínimo". Arantxa Bergara recibe a este periódico en la misma oficina de Oiartzun donde atiende directamente a las familias.

El deterioro de las relaciones se asoma cada semana por esta puerta, donde se ubica la nueva sede de la Asociación Guipuzcoana para el Apoyo Integral en las Crisis Familiares, Agipase. Los equipos de mediación están respondiendo a consultas de todo tipo. La ruptura de parejas sentimentales con hijos sigue siendo el grueso principal de la demanda, pero cada vez se abre más el abanico a otros conflictos.

Un total de 1.100 familias fueron atendidas de forma presencial por la asociación durante el año pasado, según recoge la memoria de 2021. Se trata de una cifra elevada teniendo en cuenta que las trabajadoras estuvieron durante cinco meses en un ERTE de reducción de jornada debido a las consecuencias del covid-19.

Durante este tiempo también se ha respondido a más de 1.500 consultas vía email y teléfono. "Este año estamos llegando a hacer el abordaje de familias enteras porque los problemas se han ramificado. Es importante el trabajo previo, porque es difícil llegar a acuerdos cuando hay un mandato judicial de por medio", advierte esta mediadora familiar titulada en Humanidades.

El servicio de mediación se inicia con una primera entrevista y una sesión informativa a las partes en conflicto. El equipo de atención está compuesto por dos profesionales, una abogada y otra psicóloga, ambas con formación en mediación, para abordar tanto la parte afectiva como la legal.

Antes de que las partes en conflicto se sienten a la mesa para resolver sus diferencias, Agipase hace una labor de contención previa con una trabajadora social. "Hay que poner palabras a lo que está ocurriendo. Hay quien piensa que por ignorar el problema se resuelve, pero nunca es así", advierte Mirari Bergara, trabajadora social ya jubilada que ha desempeñado esta labor durante ocho años en la asociación.

Durante 2021 Agipase realizó 52 mediaciones, de las cuales el 84% finalizaron satisfactoriamente. No está siendo, en todo caso, un trabajo fácil. "Nos está costando muchísimo", asegura el equipo de mediación, que ha llegado a sentir cierta impotencia cuando partes en conflicto que iban alcanzando acuerdos en sesiones previas llegaban a desdecirse posteriormente. "Cuando constatamos que no hay voluntad de acuerdo, podemos optar por cambiar de equipo de mediación o bien interrumpir el proceso", explica Bergara. No hay un límite de tiempo en el proceso, pero tampoco se puede cerrar los ojos a una situación empantanada.

"Lo que está claro es que, tal y como nos dice la abogada, llegar al procedimiento judicial supone poco menos que reventar a la familia. Es cuando cada una de las partes saca lo peor de sí misma, cuando el conflicto se acaba ramificando en todas las esferas", advierte el equipo de mediación de Agipase.

Como dice Juan Pousibet, presidente de esta organización, "que el conflicto entre en la familia a esos niveles, es lo peor que puede pasar. Todos sus miembros quedan al albur de la situación, y lo viven como si tuvieran que decantarse por una de las partes. De ahí que sea tan importante el abordaje multidisciplinar", advierte.

Según la memoria de 2021, el servicio jurídico ha sido el más demandado. El motivo no es otro que las situaciones sobrevenidas por el covid-19, con familias que no sabían cómo actuar en relación a sus convenios reguladores o con las visitas a los menores. "Estamos detectando que han bajado los acuerdos y que muchas familias siguen funcionando sin un plan definido para llevar a cabo la ruptura total cuando la situación así lo requiere", indica Bergara.

Son hogares que prácticamente quedan en "un limbo". Esta situación de indefinición puede tener consecuencias nefastas entre los más pequeños. "La relación se ha ido deteriorando pero, pese a ello, no hay ruptura de pareja, y llega un momento en el que los menores no saben si sus padres siguen juntos o no, ni quién les irá a buscar. Puede que incluso vayan los dos, o ninguno. Es terrible", asegura la mediadora de Agipase.

La edad de las personas usuarias de los servicios de la asociación se mantiene, siendo el tramo mayoritario el de 36-45 años, seguido de cerca por el 46-55 años. No solo se trata de rupturas de pareja sino que cada vez es más frecuente mediar entre hermanos que no se ponen de acuerdo a la hora de establecer el tipo de cuidados que necesitan sus padres. En las familias, según observan los integrantes de la asociación, sigue muy asentada una línea de pensamiento con "ramalazos machistas" según la cual se da por sentado que esta labor compete a las mujeres. Agipase también ha constatado también que "muchas veces no se tiene en cuenta" lo que quieren los propios mayores, a quienes sus hijos "no escuchan", a pesar de estar en plenas facultades mentales.

Otro conflicto habitual que llega a este servicio de mediación es el que ponen sobre la mesa los hijos de matrimonios de más de 70 años, cuya convivencia está cada día más deteriorada pero no son capaces de tomar ninguna decisión para solucionar las cosas. A este respecto, la asociación subraya la importancia de "poner palabras" a lo que está ocurriendo, de modo que los propios padres sean conscientes del sufrimiento de sus hijos adultos. "Son personas que por edad no tienen tan interiozado el divorcio. Hace falta un trabajo integral, en el que además de los equipos de mediación intervengan otras profesionales para poder llevar a cabo el cierre emocional del proceso, explica Pousibet.

Agipase. La Asociación guipuzcoana para el Apoyo Integral en las Crisis Familiares, Agipase, cuenta con dos puntos de atención presencial: Txara, en el número 100 del paseo Zarategi de Donostia, y la nueva sede de Oiartzun, en el edificio de oficinas del centro comercial Mamut.

Contacto. Las personas interesadas pueden llamar al 943 292 496 o bien al 666 558 195.

"Vienen aquí con una carga emocional terrible que hace muy costoso llegar a acuerdos"

Mediadora

"Es necesario un abordaje integral para poder llevar a cabo el cierre emocional del proceso"

Presidente de Agipase