el sueldo solo es uno, pero las dificultades se multiplican". El modelo económico actual presupone la existencia de dos personas sustentadoras pero en casa de Ivonne Robles solo está ella para tirar del carro. Enciende la luz en casa lo menos posible y echa mano de todo tipo de ingenios para minimizar los gastos. Su hija Maialen tiene 16 años. La madre se separó de su pareja cuando estaba embarazada de ocho meses, víctima de malos tratos. Su hija no conoce a su padre. Robles tiene la patria potestad. "Estamos ella y yo frente al mundo", dice esta vecina de Zumaia que pone voz a las extraordinarias dificultades que han aflorado con la emergencia sanitaria en hogares sustentados por una sola persona progenitora.

La ausencia "Llevar adelante una casa en estas condiciones es sumamente complicado. No se trata de echar la vista atrás y pensar que podía haber hecho las cosas de otra manera. Me he limitado a sobrevivir, a salvaguardar mi integridad física, emocional y mental. Tanto la mía como la de Maialen", se sincera esta argentina que llegó a Euskadi hace 16 años y que ha contado con la complicidad y colaboración de vecinas de su localidad para salir adelante.

Mujeres como Ivonne deben mantenerse ocupadas o contar con ingresos estables. Son la única o principal fuente de sustento familiar, lo que les obliga a asumir diariamente la tensión entre atender a sus hijos adecuadamente y aportar los recursos para mantener a la familia.

Estos factores estructurales dificultan la plena inserción en el mercado de trabajo, la formación continuada y el desarrollo de una carrera profesional, además de generar estrés y problemas de salud derivados, incluyendo la falta de tiempo para el cuidado personal, que se puede ver seriamente comprometido.

Robles recuerda cómo dio el primer paso para escapar de aquel infierno y le convenció al padre de su hija para que acudieran al médico. A partir de este momento interpuso la denuncia por malos tratos. Después vino el abogado de oficio, la protección de la Ertzaintza, el juicio, la orden de cinco años de alejamiento a su expareja... "He vivido todo el proceso. Me quedé sola, con una bebé y sin trabajo. Recibí la renta básica que me correspondía por los cero euros de ingreso que tenía por aquel entonces. No solo es la carga económica sino la emocional, cuando la pequeña te pregunta dónde está el aita. No es fácil sobrellevar todo eso tú sola", asegura.

Robles trabajó en una panadería y en una tienda de golosinas mientras cursó Auxiliar de Enfermería. Gracias a ello se recicló laboralmente. Desde hace doce años es fija en la residencia Otezuri de Zumaia. "Siempre me he visto obligada al pluriempleo. No tengo opción. En la actualidad, más del 50% de mi sueldo se lo lleva el alquiler del piso". Y los gastos no cesan. Es celíaca, lo cual encarece "enormemente" la cesta de la compra. Cualquier gasto añadido es un problema. "A mi hija le detectaron escoliosis dorsolumbar y tiene que nadar, lo cual exige pagar un polideportivo para el cual tampoco hay ayudas. No son situaciones extraordinarias pero la suma de todas ellas resulta asfixiante", asegura Robles, que ha invertido muchas horas en empleos que no le permiten dejar atrás la amenaza de la exclusión.

Trabajar para ser pobre se ha convertido en una realidad cada vez más extendida.

sin beca

Prestaciones sociales

Gastos habituales

La familia Robles apenas llega a cubrir los gastos y le acaba de ser denegada la beca de estudios de Maialen, que cursa Segundo de Bachiller. "Creo que el sistema es muy perverso con las familias monomarentales. Etxebide me dijo lo mismo, que tenía que ingresar 12.000 euros anuales para poder acceder a una ayuda por alquiler. ¿Hay que tener unos ingresos de 400 euros para que te den 250? Mi situación siempre ha sido de mucha dificultad, pero no quiero que se hagan cargo de mí. Siempre lo he dicho, yo me valgo, pero en ciertos momentos puntuales hace falta que te den alguna cobertura", se desahoga.

En 2020, los hogares monoparentales tenían un ingreso anual promedio de 21.051 euros, casi 10.000 menos que la media de hogares, según un reciente estudio de la Red Europea de Lucha Contra la Pobreza y la Exclusión en el Estado Español.

La principal explicación de esta realidad es que, de acuerdo con el patrón de distribución de la renta existente, se necesitan dos salarios para cubrir los gastos habituales de un hogar con hijos dependientes, según recoge el mismo informe.

Así, el 38,9% de los hogares monoparentales está en riesgo de pobreza, el 13,8% (frente al 6,5% del total de hogares) sufre carencia material severa y el 49,1% (el 26,4% del total de hogares) se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión social.

Esta vecina de Zumaia lamenta que no existan prestaciones económicas dirigidas específicamente a los hogares en los que un único sueldo debe salvar situaciones de pobreza y exclusión social.

Aunque ahora está de baja a la espera de una operación de cadera, cuenta con la predisposición tanto de la dirección de la residencia como la de sus compañeras para acudir a su puesto de trabajo en turno de tarde.

A las mañanas busca como sea aumentar los ingresos con la asistencia domiciliaria. "Si no lo hago así me quedan 0,24 euros a partir del sexto día para vivir el resto del mes. Me veo obligada a pluriemplearme para subsistir, y precisamente por ello dejo de tener derecho a la beca de mi hija cuando más falta hace", lamenta.

La denuncia de su situación se produce en un contexto en el que Euskadi ha arrancado el compromiso político para desbloquear la transferencia íntegra del Ingreso Mínimo Vital, de manera que Lanbide pueda gestionar el pago de esta ayuda social de principio a fin sin la tutela de la Seguridad Social, y sin condenar a los vascos a un peregrinaje engorroso de ventanilla a ventanilla.

El traspaso llevaba un año bloqueado. Por el momento, Lanbide podrá gestionar a partir de ahora el pago de la ayuda social del IMV de forma íntegra y sin la tutela de la Seguridad Social.