no de los mayores retos a los que las sociedades humanas se enfrentarán en las próximas décadas es sin duda el del envejecimiento. Según el último informe sobre el envejecimiento de la población de la ONU, para 2050 una de cada seis personas en el mundo tendrá más de 65 años. En 2019 eran una de cada once. En 2018, por primera vez en la historia, la población mayor de 65 años superó en número a los niños de menos de cinco años en todo el mundo.

Según Mercedes Abades y Esperanza Rayón, investigadoras de la Universidad Complutense de Madrid, esta casuística avanza más rápido en el Estado que en el resto de Europa: en 2050 el 31,9% de la población, casi un tercio, será mayor de 65. En Gipuzkoa, los datos de esa magnitud ni siquiera están tan lejos, pues se calcula que en tan solo diez años, en 2031, el 27,1% de la población del territorio habrá sobrepasado ese umbral de edad y el 5% será mayor de 80.

Aunque el aumento de la esperanza de vida en todos los rincones del planeta es a todas luces una buena noticia, también presenta numerosos desafíos. Si bien la mayor parte de las personas mayores vivirán su vejez en una situación de autonomía funcional y relacional, las estimaciones también alertan de un progresivo aumento de las personas en situación de dependencia. Estos cambios demográficos tienen el potencial de convertirse en una de las mayores transformaciones sociales del siglo XXI, impactando en todos los sectores de la actividad humana de forma extremadamente compleja.

La parte positiva es que partimos con ventaja. Ya sabemos que vamos a vivir durante más tiempo que las generaciones anteriores. Ahora toca actuar para definir un futuro que nos permita vivir mejor. Como todo reto, este también puede ser una oportunidad; una oportunidad para incrementar la salud y calidad de vida de la ciudadanía, mejorar el sistema asistencial y de salud y el crecimiento económico.

Las instituciones llevan ya tiempo trabajando en ese sentido; la Organización Mundial de la Salud ya hablaba a finales de los 90 del "envejecimiento saludable". En la última década, el foco ha estado puesto en combatir el edadismo, un tipo de discriminación que aparece cuando se utiliza la edad para categorizar y dividir a las personas de formas que conducen a injusticias, a situaciones perniciosas para quienes sufren estos tratos, erosionando la solidaridad intergeneracional.

Como ejemplo cercano, la pandemia ha sido un caldo de cultivo para este tipo de actitudes, pues el debate sobre la crisis sanitaria ha servido en muchas ocasiones como escenario para la atribución de falsos estereotipos, tanto negativos como positivos, a jóvenes y a mayores. La abundancia de expresiones edadistas en este último año no ha hecho sino evidenciar la necesidad de actuar para combatir la discriminación por edad, que por supuesto es transversal a muchas otras áreas.

Para acabar con esta problemática urge construir una nueva cultura social, empresarial e institucional que transforme como entendemos y tratamos con el envejecimiento de la población de forma generalizada. Y esa es, precisamente, una de las líneas de trabajo de Adinberri, el organismo de la Diputación Foral de Gipuzkoa que aborda la Estrategia para el Envejecimiento Saludable.

En Adinberri entienden la vejez como una etapa más de la vida, que debe ser tan plena y digna como el resto. Según la filosofía del organismo, trabajar por mejorar la calidad de vida de las personas mayores repercute positivamente en el conjunto de la sociedad, pues su bienestar representa un futuro mejor para todos.

Como forma de alcanzar ese objetivo, desde Adinberri consideran que es necesario accionar cuatro palancas: aportar una visión anticipatoria a través de un sistema de inteligencia avanzada, conectar y reforzar las capacidades del ecosistema del envejecimiento para el impulso de proyectos de innovación en cooperación, transferir el conocimiento y orientarlo a resultados para poder escalarlo a todo el territorio.

Estas palancas tienen como objetivo final mejorar la calidad de vida de las personas mayores y la competitividad de la industria Silver en el ámbito del envejecimiento.

Buena muestra de esta estrategia foral se articula a través de iniciativas tractoras impulsadas desde Adinberri para crear un nuevo modelo de atención en el hogar con base comunitaria, la profesionalización y especialización de los cuidados para el desarrollo de un mercado de cuidados, un programa de actuación y acompañamiento al tejido empresarial para el desarrollo de la Silver Economy, una estrategia participativa ante las soledades (Hariak) y un modelo territorial de espacios de encuentro, intercambio y colaboración intergeneracional para estimular y mejorar las relaciones entre las personas mayores y las generaciones más jóvenes que permita el fortalecimiento del tejido social de Gipuzkoa.

En la Fundación Adinberri entienden la vejez como una etapa más de la vida, que debe ser tan plena y digna como el resto