Desde el taller de la Rochapea a la localidad aragonesa de Borja, aquella que ya se hiciera famosa por el popular Ecce Homo. El encargo acaba de ser entregado a Oier Sesma García, un chiquito maño que tenía una ilusión para su 8 cumpleaños: tener un gigante de Labordeta. Y allí comienza el viaje artístico de Rubén Platero, un recorrido que le ha acercado, según confiesa, al alma de este carismático personaje que fue escritor, cantautor y político (diputado por la Chunta Aragonesista durante dos legislatura) y que falleció en 2010.

No podía ser de otra manera. El gigante Labordeta viste camisa de cuadros, pantalón de pana marrón (falda pantalón en este caso, más práctica para bailarlo) y agarra con firmeza la mochila de cuero, aquella en la que José Antonio metía un país entero y que tanta la fama le dio en el programa de televisión: "Solo la cara me costó unas diez horas modelar", dice el escultor. Y no hay duda de que la ha clavado. Rubén Platero tiene arte en las manos. Nacido en Pamplona, descendiente de Falces y residente en Arre, hace ya más de una década que este artesano puso en marcha un taller de gigantes en la Rochapea. Empezó con los de goma para los txikis y hace cuatro restaura, además, y fabrica figuras de las grandes para comparsas.

"Todo esto viene de un encargo. Nacho Sesma, de San Jorge, ahora vive en Borja con su familia. Es gaitero del Grupo Albeta de Aragón y quería hacerle este regalo al crío, porque le encanta Labordeta", recuerda. Para contar con todos los permisos, Nacho se puso en contacto con Alfredo Cabrera, presidente de la Asociación de Gigantes de Aragón y miembro de la Comparsa de Gigantes de Fraga: "Ellos cuentan con el único gigante que hay de Labordeta, que, de hecho, suele ser el testigo de las gigantadas, es decir, el que abre el desfile". Y hablaron también con Ángela Labordeta, la hija pequeña del artista aragonés: "Ella se mostró encantada. Siempre que no se hiciera con un fin lucrativo les parecía bien", explica.

En mayo, el artista de Arre comenzó a darle forma al busto y el pasado fin de semana entregaba el encargo al chaval. "¿Qué destacaría yo de esta obra? Su gran realismo. El cabello y el bigote son de pelo sintético y los ojos, de cristal, no pintados". El resultado es una figura de 2,40 metros, algo más de un metro menor que uno de los que desfilan en las comparsas, y pesa entre 13 y 14 kilos. "El busto, torso, la cara y las manos están realizadas en fibra de vidrio y resina de poliéster", explica el autor, quien añade que "va montado sobre un caballete troncopiramidal fabricado en madera de abeto para que sea más liviano".

La indumentaria, que está basada en "las fotografías de Labordeta", ha sido confeccionada en el taller Gigantoki de la mano de la modista Susana Mendióroz. Simplemente espectacular. Hasta la mochila está fabricada por un guarnicionero y porta un libro antiguo (como se sabe, el político de la Chunta fue escritor y profesor) con el escudo de Aragón. Inconfundibles también en el gigante aragonés, son sus lentes, y su mirada, serena y noble, que forma parte de la memoria colectiva. Como buscando aquel horizonte en el que debía de estar la libertad que anheló en sus versos: Habrá un día en que todos/ Al levantar la vista/ Veremos una tierra/ Que ponga libertad. La policromía al óleo, que define los surcos de su cara, hace el resto.

Quizá por eso, porque Labordeta está tan presente en el imaginario común, este encargo ha sido un reto para Platero. "Elegir un personaje tan público y con tanto carisma no es como si te encargan un personaje histórico, un rey, por ejemplo", dice. Tan especial ha sido que está hecho a "molde perdido", es decir, "no se pueden hacer más copias". Como ocurría con el original, aquel Labordeta sarcástico del "¡A la mierda joder!" en una sesión del Congreso de los Diputados en 2003. Interpelaba así a la bancada del PP, entre ellos Álvarez Cascos, que se mofaban de él.