mpresiona verlos todos juntos, atracados uno detrás de otro. El Aita Mari, el Open Arms, ResQ-People, que zarpó hace unos días al Mediterráneo, y el Louise Michel descansan en la zona del varadero del pequeño puerto de Burriana (Castellón), flanqueados a su derecha por decenas de barcos de recreo y a su izquierda por los pocos barcos de pescadores que quedan en esta zona.

“Ningún barco queremos estar aquí”, asegura el cubano René Cabrero, jefe de máquinas del Aita Mari, mientras realiza arreglos en la cubierta de la embarcación. “Llevamos aquí desde junio y esperamos poder salir en septiembre” comenta.

Pero las propias necesidades de arreglo de los barcos, sumadas a los continuos cambios técnicos impuestos por el Gobierno italiano hacen que la estancia en este puerto pueda suponer meses con la embarcación varada. Unas imposiciones que, según denuncia el propio Cabrero, “son excusas para alargar nuestro tiempo en tierra y dificultar la realización de nuevos rescates”. Una idea repetida hasta la saciedad por el resto de asociaciones que salvan vidas en alta mar.

No es el caso esta vez del Aita Mari, el atunero vasco que iba camino del desguace cuando miembros de la ONG Salvamento Marítimo Humanitario (SMH) decidieron ponerlo a punto para rescatar vidas en el Mediterráneo. De ahí que ahora mismo estén trabajando en tareas de mantenimiento y de mejora. “Ya hemos realizado la limpieza de tanques que llevaban agua, aceite y combustible, el mantenimiento del ventilador de la sala de máquinas o la limpieza de los filtros de las tomas de mar, pero el mayor reto que tenemos es el cambio del sistema de lastrado, que permitirá una utilización más eficiente del combustible y mejorará la estabilidad del barco”. Y lo más importante: aumentará la capacidad de personas rescatadas de 120 a 150.

Desde “su despacho”, como llama el cubano, entre risas, a la sala de máquinas, relata con una increíble habilidad y sencillez el funcionamiento del motor, los generadores, las calderas, los compresores o las bombas de lubricación. Incluso hace saltar una alarma aguda y ensordecedora para mostrar qué sucede cuando el barco detecta distintos problemas en la embarcación. René señala la botella de litro y medio de agua. “Llegamos a trabajar a 40 o 45 grados. Esto no puede faltar nunca”, sonríe.

Pero, ¿qué pasa si falla algo y el barco deja de funcionar en alta mar? “Eso no puede pasar”, responde tajante. “Hay que solucionarlo como sea porque si no, tendría que rescatarnos un remolcador de altura, algo que podría llegar a costar unos 100.000 euros”.

Y es que la financiación económica es una de las preocupaciones que ahora mismo tiene la ONG que sustenta el Aita Mari. “Nuestros ingresos son tanto públicos como privados. Los fondos públicos que nos correspondían este año ya los hemos recibido por lo que a partir de ahora deberemos terminar el año con fondos privados, así que tenemos que ser muy cautos a la hora de plantear las cosas”, dice Iñigo Mijangos, presidente de SMH y que también recala estas semanas en Burriana.

“Cada salida de rescate suele rondar los 100.000 euros en gastos, pero estar parados también supone importantes reembolsos de dinero”. “A la espera de la liquidación de gastos del puerto, que se realizará a la salida, existen consumos como las tasas portuarias o los que se deriven de las reparaciones del varadero, que hemos presupuestado en unos 50.000 euros”, afirma. En este puerto también les exigen tener un agente, es decir, una persona que representa a la Administración pública y que se asegura que el barco efectúa todos los pagos que debe. Una práctica que se realiza con barcos extranjeros y que supone 500 euros al mes, “aunque requerimos muy poco sus servicios”, añade.

Mijangos asegura que ahora mismo tienen fondos para cubrir los gastos del varadero y para una misión, quizás dos, “todo depende del tiempo que tengamos que permanecer en Italia, la cuarentena o las tasas especiales que nos cobran. La estancia allí es muy cara”, se queja.

Pero no todo son dificultades. Las embarcaciones de salvamento humanitario que llegan a Burriana son recibidas por L’Aurora Grup de Suport, una asociación que aglutina a movimientos sociales, centros sociales autogestionados, scouts laicos o personas del mundo de la cultura de localidad castellonense que desde 2018 ha conseguido convertir esta zona del puerto en un auténtico micromundo de solidaridad y de dinamización del municipio. Uno de sus portavoces, Vicent Aleixaindre, recuerda cómo comenzaron a acercarse a título individual “para preguntar si necesitaban algo y, ahora mismo, hemos conseguido crear una logística de 24 horas los 7 días de la semana para todo aquello que pueda necesitar cada barco”.

“Les ayudamos a buscar alojamiento, les ponemos en contacto con fontaneros, electricistas, soldadores o cualquier gremio que puedan necesitar para las reparaciones. Hemos conseguido la donación de 15 bicicletas para que quienes pasan semanas o meses aquí puedan moverse por Burriana y la zona. Les surtimos de comida si lo necesitan y de materiales de todo tipo con la mirada siempre puesta en el comercio o en los gremios locales. Por otro lado, les acompañamos en las gestiones que deban cumplir con la Administración local y les facilitamos la relación con los medios de comunicación”, señala Aleixandre.

La ONG, además, lleva peleando con la Generalitat valenciana desde hace más de año y medio para conseguir un espacio de almacenamiento en condiciones que evite, entre otras cosas, los robos que sufren de vez en cuando las naves.

L’Aurora también pretende crear un aula didáctica sobre las migraciones forzadas enfocada a la comunidad educativa y prepara proyectos piloto de talleres y distintas dinámicas para la Consellería de Educación valenciana. Por si fuera poco, están ultimando una exposición de fotografías sobre migraciones.

Mientras tanto, lejos de Burriana, otras embarcaciones siguen salvando vidas. “Las asociaciones trabajamos de forma coordinada, con distintos grupos de trabajo, operaciones, protocolos sanitarios, apoyo legal y técnico”, explica el presidente de SMH. “Intentamos cubrir el máximo de tiempo posible en la zona, pero no siempre lo conseguimos. Las veces que ha estado el Aita Mari ha estado solo, algo a todas luces insuficiente, pero es imprescindible recordar que la obligación de dar respuesta a las necesidades de rescate es de los Estados que han adquirido ese compromiso en la Organización Marítima Internacional (España, Italia y Grecia, por ejemplo)”.

Una de las embarcaciones que está en el Mediterráneo, el Sea Watch 3, que partió de Burriana hace pocas semanas, ha denunciado que la guardia costera libia (financiada por Europa) está interceptando barcos llenos de personas que están siendo devueltas de forma ilegal a este país, en plena guerra civil, donde volverán a ser expuestas a la esclavitud, la tortura o la violación.

Solo durante los dos últimos días de julio más de 1.000 personas fueron retornadas a Libia, según la Organización Internacional para las Migraciones.

El 1 de agosto, tres embarcaciones de salvamento humanitario realizaron un rescate conjunto de 400 personas que se alargó durante cinco horas. Con su embarcación llena, el Sea Watch 3 denunció ese mismo día la inacción de Italia y Grecia de socorrer, ante las llamadas de auxilio de las ONG, a pateras que albergaban alrededor de 800 personas.

Cifras frías y apabullantes que esconden detrás historias únicas de vida y supervivencia de quienes podrían ser nuestros padres, hermanas, amigos o tú mismo.

“Nos ponen excusas para alargar nuestro tiempo en tierra y dificultar nuevos rescates”

Jefe de máquinas del ‘Aita Mari’

El ‘Aita Mari’ descansa en Burriana desde junio mientras montan un lastre que permitirá rescatar a 150 personas en vez de a 120

La asociación L’Aurora Grup de Suport ayuda a las tripulaciones y crea un micromundo de solidaridad y de dinamización en Burriana

El pasado 1 de agosto, tres embarcaciones de salvamento humanitario realizaron un rescate conjunto de 400 personas

Con su embarcación llena, el ‘Sea Watch ‘3 denunció la inacción de Italia y Grecia de socorrer a pateras con unas 800 personas