Mikel Lizarralde siempre ha sido amante del deporte, especialmente del ciclismo, aunque se considera un deportista “muy malo, saiatua que se dice en euskera”. Cuando en 2018 le diagnosticaron Esclerosis Múltiple pensó que no podría volver a montarse en la bicicleta, pero el apoyo de sus familiares y amigos le ayudó a salir del pozo en el que le sumió el diagnóstico. Apenas un año después de ser diagnosticado, completó la Zegama-Aizkorri, gracias a un dorsal que le facilitó la organización. A cambio, Lizarralde aprovechó este evento deportivo para poner en marcha su primera iniciativa solidaria: la venta de camisetas con la que obtuvo un beneficio de 700 euros que destinó a la asociación de Esclerosis Múltiple de Gipuzkoa.

Aquello le despertó el gusanillo y en 2020, con motivo de su 40 cumpleaños, se marcó el reto de concluir la Transpirenaica, un extraordinario recorrido de casi 800 kilómetros entre el mar Mediterráneo y el mar Cantábrico por la vertiente sur de los Pirineos. Pero la pandemia se cruzó en su camino y además, en septiembre, sufrió una caída bajando Arrate que le fracturó la clavícula y tres costillas.

Así, se decantó por un reto más sencillo, que pudiera hacerse a un ritmo “sosegado”: recorrer en doce rutas ciclistas los 88 municipios de Gipuzkoa. “Hay quien puede hacerlo del tirón, pero yo quería hacerlo con calma, mostrando las ventajas de hacer deporte a nivel físico y sobre todo mentalmente”, explica este eibartarra.

En principio, tenía previsto concluir el reto en enero, pero las restricciones de movilidad le han desbaratado los planes y finalmente, puso el broche final a su proyecto solidario este pasado domingo, con la última etapa, Eibar-Arrate-Eibar, que culminó con su cuadrilla.

No es la única etapa en la que ha estado acompañado. Muchos amigos le han seguido en las distintas rutas y en aquellas que ha hecho solo ha aprovechado para visitar a amigos y familiares que tiene a lo largo y ancho de Gipuzkoa.

A sus espaldas, el reto ha dejado múltiples anécdotas. “En cada municipio me sacaba una foto para colgarla en las redes sociales, pero llegando a Errezil tenía tanto frío que solo pensaba en meterme en un bar y al final, se me olvidó sacarla”, recuerda. No fue la única vez que tuvo a la meteorología en contra: “En el alto de Erlaitz también pasé mucho frío. Estaba todo nevado. No había tiritado tanto en mi vida. Tenía pensado bajar hasta Pasaia, coger el barco y pasar a Donibane, pero al final me vi con un amigo y en Trintxerpe cogí el camino a casa”.

Son anécdotas que quedan para el recuerdo de un reto solidario en el que ha recaudado alrededor de 12.000 euros gracias a la venta de camisetas técnicas de correr, maillots y cullotes. A esta cantidad descontará lo que le ha costado la adquisición del material, pero calcula que podrá destinar en torno a 2.500 o 2.800 euros al instituto Biodonostia, para que investigue la Esclerosis Múltiple. “Ahora que ya he acabado, la idea es publicar las cuentas de forma clara, para que nadie tenga dudas”, apunta.

Está contento. No esperaba llegar a esas cifras. Sus conocidos han contribuido mucho a ello, pero también se han implicado muchos desconocidos. “Es emocionante que alguien que no conoces de nada se ponga en contacto contigo y te haga un pedido de 150 euros”, reconoce.

Apenas ha tenido tiempo de digerir esta experiencia y no se atreve a hablar de retos de futuro, aunque se conoce demasiado bien. “Mi mujer ya me dice, que seguro que vuelvo a organizar algo, y yo también lo sé. Pero ahora lo que quiero es asentar las ideas y luego ya se verá”, indica.

Seguirá exprimiendo su cuerpo mientras la enfermedad se lo permita y aunque sabe que la esclerosis acabará dejándole en una silla de ruedas, espera que ese momento tarde lo máximo posible en llegar y “me pille encima de la bici”.