- Las calles de Beasain recobraron ayer parte de su alma. Tras 81 días, los aitonas pudieron volver a tomar su tradicional poteo mañanero, los habituales del mercado de los martes pudieron compaginar de nuevo las compras con un buen pintxo y los más golosos pudieron sentarse por fin a disfrutar de un chocolate calentito con churros. No obstante, los beasaindarras prefieren ir con pies de plomo; tienen muy reciente la apertura de la hostelería que duró solamente tres días: "Abrimos, sí; ahora toca ver hasta cuándo".

"Si la gente tenía ganas de tomarse algo, no sabes las ganas que teníamos nosotros de trabajar. Parece que ha pasado muchísimo más tiempo del que ha sido", apuntaba Félix Felitxo Huici, de Plazape Taberna, ataviado con una camiseta en defensa de la hostelería. Dos clientes, con un pintxo en una mano y una copa de vino en la otra, asentían con la cabeza las palabras del propietario desde una mesa cercana. "Lo más importante ahora es que nos comportemos y no pase lo de la otra vez", apuntaba uno de ellos, Joseba Robles.

A las inmensas ganas de poder volver a echarse un trago en las calles se unió ayer el buen tiempo -con incluso claros en el cielo- y el mercadillo de los martes, lo que animó Kale Nagusia y las calles colindantes durante buena parte de la mañana. "Me sé ya hasta el número de baldosas que hay en el pueblo", bromeaba Manolo, cliente del Tti-Tta, sentado en la terraza del establecimiento.

En la mesa de al lado, otras tres clientas disfrutaban de su primer café en un bar desde el pasado 7 de noviembre. "Se ha hecho larguísimo. Todavía se notan las restricciones, que no puedan venir de otros pueblos o que nosotros no podamos movernos, pero ya teníamos ganas de esto", señalaban sonrientes frente a las tazas vacías.

Desde hace más de dos meses, la hostelería de Beasain únicamente ha podido abrir tres días. El coronavirus se ha cebado con esta localidad de Goierri y la tasa de positividad ha estado disparada durante muchísimas semanas. Ni el cierre perimetral, ni el toque de queda ni la propia clausura de los establecimientos parecen haber sido remedios suficientes para menguar la progresión coronavírica.

"No sabemos qué es lo que ha pasado aquí, pero necesitábamos abrir ya. La gente, de momento, está respetando; se nota mucho que es el primer día, pero a ver cómo evoluciona la cosa", contaba Ainhoa Núñez, hostelera del Tti-Tta Taberna.

Precisamente, el "a ver hasta cuándo" era la frase más repetida ayer en Beasain. Nadie tiene todas consigo y los vecinos prefieren ir poco a poco porque son conscientes de que el COVID-19 no se ha ido y que la amenaza de un nuevo cierre de la hostelería seguirá planeando, teniendo en cuenta el semáforo de incidencia del Gobierno Vasco.

"parecemos negocios de barrio"

La apertura de la hostelería es "un primer paso" hacia un intento de normalidad, pero, tal y como confirmaron los propios beasaindarras, al municipio todavía "le falta mucho" hasta volver a ser el mismo de antes.

"Con el cierre perimetral, nos hemos quedado como negocios de barrio. Al final, la clientela de aquí da lo que da y estamos acostumbrados a que haya movimiento, que los de Beasain se vayan a Ordizia, los de Ordizia a Ormaiztegi y los de Ormaiztegi vengan aquí", afirmaba Julia, de la pastelería Julki, prácticamente vacía ayer por la mañana.

La falta de movilidad ha hecho que en el Batzoki, por ahora, solo se puedan dar comidas los fines de semana. "Todavía cuesta que la gente venga a comer. Únicamente con la gente de aquí no nos da", explicaba Iñaki, con la esperanza, eso sí, de que la situación mejore con el paso de las semanas: "Aunque todavía hay gente a la que hay que decirle, la mayoría respeta las precauciones y está con la mascarilla puesta. Si lo cumplen, no tendría que haber problemas".

De la misma opinión era Felitxo, de Plazape Taberna, quien criticó la falta de ayudas para el sector. "Nos tienen olvidados. Somos los que estamos pagando todo y nadie se acuerda de nosotros. Hemos estado casi tres meses cerrados y los pagos continuaban", mostró su enfado.

"Que hayan estado los bares cerrados y los contagios siguieran creciendo es la prueba de que una cosa no tiene tanto que ver con la otra", opinaba, por su parte, una clienta, Maider, que esperaba que el municipio no volviese a caer en la zona roja. "A ver si al reducir la movilidad dan con la tecla", apuntaba.

A pesar de toda la incertidumbre que puede crear abrir en plena pandemia, Beasain es desde ayer un pueblo más feliz con su gente poteando por las calles, los chocolates con churros esperando al resguardo del mal tiempo y los pintxos en las barras dispuestos a ser degustados.