Aquí viene Ángel Nieto". Fue la última broma que le gastó Mikel Viar a su hija María cuando la vio llegar a lomos de su silla motorizada para tomarse el último aperitivo con él. Después vino la última llamada desde el hospital, una despedida por si acaso antes de que lo sedaran. Más tarde, la última esperanza, rota en pedazos. Luego, el silencio y un dolor inmenso.

"Ha sido una crueldad para él y la familia. Sin un adiós, no puedes pasar página", confiesa esta bilbaina, residente en Gorliz, que perdió a su padre, víctima del covid, en la primera oleada de la pandemia.

Prejubilada, pero con su vocación docente intacta, María reabre su herida para tratar de evitar que otros terminen vistiendo su pellejo. "Fue una celebración de cuatro personas: dos estuvieron graves y mi aita murió", avisa a navegantes, en vísperas de las navidades. Con que un puñado se miren en su espejo y se salve una vida habrá merecido la pena, aunque no las tiene todas consigo. "Me da pánico que en enero haya una tercera ola, porque la gente no sabe quedarse en casa".

María es muy positiva, pero su duelo, traumático, se cuece a fuego muy lento y anuncia, antes que nada, que lo mismo se derrumba. Que ahora está bien, pero que el día anterior, fatal. "Mi padre se murió solo, aunque en el último instante mi hermana pudo entrar con un EPI, agarrarle la mano y quedarse con esa paz. Yo, sin verle, sin tanatorio ni funeral, no he sacado la pena. Siento que todavía tengo mucho que llorar".

Aun así, aguanta el tipo para rebobinar hasta el pasado febrero, cuando su padre cumplió 82 años. "Aita siempre lo celebraba con sus amigos del alma. Los mantenía desde los 5 años y presumía mucho de ello", recuerda. A la última comida, en sentido literal, acudió Mikel con su esposa y otros dos invitados. "De cuatro, se contagiaron tres. El porcentaje, para concienciar, es muy importante", subraya María, antes de recitar el parte. "El único que murió fue mi aita. La mañana que falleció ingresamos a su mujer, con el miedo de que muriera ella también, porque estaba hundida. Su íntimo amigo lo pasó a la par que él en casa y con mucha fiebre. No le dijimos nada para no darle el disgusto y que saliera adelante", relata.

Del encuentro, en un restaurante de Las Arenas, solo salió airoso un comensal y aún no se explican por qué. "Entonces no se llevaban mascarillas y pudo contagiarles alguien de la cocina, adornando con un poco de lechuguita un plato, un camarero o alguien de la mesa de al lado y que el que se libró estuviera de espaldas", especula María, quien, con las celebraciones navideñas a la vuelta de la esquina, advierte del "alto riesgo de contagio en las comidas en espacios cerrados porque estás una o dos horas, luego te tomas una copa, haces una sobremesa larga...".

"La gente no ha aprendido nada"

Aunque predique en el desierto de muchos belenes, María no ceja en su empeño de sensibilizar. "Soy muy andereño y siempre le estoy dando recomendaciones a la gente: Tened cuidado. Claro que es más triste, pero sacrifícate un año, que qué más da". A los que han sufrido la dentellada del covid en carne propia, dice, les sobran las lecciones.

"Solo la gente que hemos perdido a un familiar, a un amigo o a un compañero del trabajo hemos aprendido. Nosotros estamos muy concienciados porque sin esperarlo se nos ha muerto mi padre, que estaba sanísimo. Esto pasa y cuando menos te lo esperas", alerta. Los que no han visto al coronavirus de cerca, lamenta, "se han vuelto a relajar". " La gente no ha aprendido nada de la experiencia de los otros. En Navidad van a andar como locos y a hacer barbaridades como hicieron en verano, cuando había multitudes en la playa. Estoy convencida de que viene una tercera ola porque la gente quiere estar con el cuñado, el colega", augura.

De una 'gripe' al ingreso por COVID

Cuando Mikel empezó a sentirse mal, pensaron que tenía gripe. "A primeros de marzo no se sabía nada", musita su hija. El médico le decía que era "el más sano de Gorliz", pero él insistió en hacerse la prueba del coronavirus. Negativo. "Aquellos primeros test no eran muy fiables. El día 12 estaba eufórico, pero el 13 amaneció con fiebre y decidimos llevarlo al hospital de Urduliz. Dio positivo", cuenta. Dada su fortaleza, le propusieron participar en un tratamiento experimental en Cruces. "Los médicos le dijeron: Te vamos a sedar. Despídete porque no sabemos si vas a salir. Al principio parecía que mejoraba, pero tuvo un bajón y el día 22 falleció. Mientras se estaba muriendo, su mujer estaba llamando a una ambulancia".

Tras un "proceso brutal" y una no despedida que añadió más sufrimiento, si cabe, a la ya de por sí dolorosa pérdida, María bandea sus altibajos como buenamente puede. Muy activa en Facebook, da muestra de su resiliencia alternando mensajes positivos, llamadas a la prudencia y canciones de Elvis Presley. La procesión va por dentro. Con mucha mano izquierda, entrenada en sus años como profesora de Bachillerato, responde a los negacionistas con diplomacia. "Les digo: Si no te vas a contagiar, vete a ayudar a Basurto". Es como decir: "No nos toques las narices, que a los que se nos ha muerto un familiar sabemos que de repente se pone con fiebre y a la semana siguiente no está".