- Juan Cuatrecasas, el joven de 24 años que fue víctima de abusos sexuales en el colegio Gaztelueta, del Opus Dei, confesó haber pasado diez años de su vida “en estado vegetativo”, y que las agresiones por parte de su profesor cuando tenía 12 y 13 años le marcarán de por vida “porque no se puede borrar”.

“No sé cómo lo describiría... En estado vegetativo, sin poder hacer una vida correspondiente a un chaval de mi edad. Para saber lo que es, tienes que pasar por una situación semejante. Es como que quieres y no puedes, te sientes impotente”, se sinceró Cuatrecasas en Radio Euskadi.

“Aprendes a separar el problema del resto de tu vida, pero al final es algo que forma parte de tu pasado y no se puede borrar. Aprender a vivir con ello, sí, pero superarlo, no”, explicó.

El joven contó que lo que más le disgusta es que parte de su testimonio sea cuestionado. “El hecho de que te crean con matices, o digan: Esto no es suficiente para cargo entero, es más dañino, porque tú sabes lo que pasó y quienes saben de estos temas te están ninguneando un poco”, dijo.

Cuatrecasas, que estudia Derecho en Madrid, pidió que las víctimas de abusos no tengan que “repetir infinidad de veces” los hechos que denuncian. “Para el que lo está contando es sangrante, porque te hace revivir, una y otra vez, algo que quieres intentar olvidar. Es como un bucle”, lamentó.

Y reconoció que tiene “flashbacks” de su etapa escolar en Leioa, a partir de detalles concretos o circunstancias de su vida actual, tanto solo como acompañado. “Aunque ya no con tanta frecuencia como antes”, matizó.

También demandó formación específica para los profesionales de la justicia, pues “que no haya un especialista en un juzgado que se encargue de estos temas es llamativo”, apuntó.

Con respecto al que fue su agresor -condenado a once años de prisión por la Audiencia de Bizkaia, que fueron rebajados a dos por el Tribunal Supremo-, Cuatrecasas ve “significativo” aunque no “suficiente” que le hayan impuesto una orden de alejamiento durante cuatro años, “porque están alejando a una persona que puede dañar a otra”.

El apoyo de sus seres queridos y de profesionales -sus padres y el resto de su familia, su abogada y su psiquiatra- fue determinante a la hora de denunciar los hechos, por lo que animó a otras personas que hayan pasado por su misma situación a que lo cuenten. “Que empiecen con los que tienen más cerca y que rompan poco a poco el hielo. Aunque sea fácil decirlo, que no tengan miedo de hablar de temas así”, incidió.

Cuatrecasas se ha refugiado en los últimos años en la escritura, en el deporte y en los “hobbies”, que “pueden ayudar a alguien a salir de ese estado vegetativo”. Y reconoció haber notado cierta mejoría tras mudarse a Madrid: “Me sigo sintiendo un poco más cohibido, pero he notado un cambio a la hora de relacionarme o establecer un contacto visual o físico”. “En el último año me he sentido más cercano a la gente y he establecido algunas amistades que considero bastante intensas”, concluyó.