- Hace 220.000 años, en un momento interglaciar muy similar al actual, caballos, bisontes, ciervos gigantes y hasta rinocerontes compartieron con osos, hienas, cuones y lobos un mundo ya perdido en pleno valle navarro de la Burunda, un lugar clave en la península ibérica para el estudio de la fauna del cuaternario.

Paleontólogos de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) han estudiado, junto a un equipo internacional multidisciplinar, antiguos hallazgos hechos en este lugar desde mediados del siglo pasado que, unidos a nuevas investigaciones, han permitido redescubrir ahora la presencia de decenas de especies de animales prehistóricos, muchos de ellos ya extintos, en este paso natural entre la CAV y Navarra durante el Pleistoceno.

El valle de la Burunda, delimitado por el macizo del Aizkorri y la sierra de Aralar al norte y por la de Urbasa al sur, forma parte del corredor de la Sakana que conecta la Llanada Alavesa con Pamplona, un entorno natural en el que cientos de miles de años atrás los herbívoros prehistóricos eran cazados por leopardos, hienas y leones.

Hasta las orillas del río Arakil, desbordadas por efecto de las presas de los castores, se acercarían a saciar su sed los antepasados de los osos de las cavernas y también sus primos, los osos negros asiáticos, mientras que bandas de macacos de berbería, las populares "monas de Gibraltar", jugarían inquietas en busca de comida por las laderas calizas del monte Koskobilo.

Un grupo de homínidos ancestros de los neandertales, cuya presencia en la zona está acreditada por el hallazgo de distintas piezas de industria lítica, seguiría atento todos estos movimientos mientras se aprestaría para la caza.

La reconstrucción de esta imagen idílica se basa en la presencia de fósiles de estas especies que podrían haber convivido allí, explica Asier Gómez-Olivencia, investigador Ramón y Cajal en la UPV/EHU y director del estudio que ha permitido ahora sacar a la luz la riqueza de la fauna prehistórica en este enclave y cuyas conclusiones han sido recientemente publicadas por la revista científica Quaternary International.

Gómez-Olivencia destaca la importancia de estos hallazgos realizados en gran parte gracias al estudio de los restos encontrados en 1940 entre los sedimentos de una sima vertical, durante la explotación de la cantera de Koskobilo y que por aquel entonces fueron analizados por el micropaleontólogo y naturalista Máximo Ruiz de Gaona./ Foto: