enemos nuevo Gobierno. He leído los currículums que publican los medios. No hay llamativas exageraciones. Solo alguna boutade. Las buenas gentes dirán que están muy preparados. Ignoran que, además de las titulaciones, hacen falta otras habilidades. No lo tendrán fácil. En la tertulia del primer viernes y en el txakoli de Kañoietan les haremos el férreo seguimiento que la oposición debiera, pero no hace porque están a otras cosas. Eso sí, nosotros lo hacemos gratis. En plan amateur. Destacan los periodistas el “perfil político”. No sé cómo interpretar esa afirmación de unos que llaman “fábrica de pollos” a un matadero de aves de Uvesa (Unión de Veterinarios Españolas, Sociedad Anónima) de Tudela y que no distinguen entre distancias sociales y físicas, ni entre playas y arenales. Miedo me da. Al tiempo.

Por fin se ha iniciado el curso escolar y en breve hará su aparición la gripe. Nos vacunaremos. De todas maneras, parece que las medidas adoptadas frente a la COVID-19 en el hemisferio sur han servido para mitigar los efectos de la gripe. Algo positivo. Ya veremos.

Sigo con interés los primeros momentos de ikastolas y universidades, como si de una película de suspense se tratara. Los del 5D (Donde Dije Digo, Digo Diego), me refiero a la OMS, dicen que los colegios no son motor de transmisión del coronavirus, aunque enseguida matizan que su capacidad como propagadores está ligada también al nivel de contagio que exista en una comunidad. Persisten las dudas sobre si los niños son poco transmisores o supercontagiadores. La chiquillería, siempre al despiste. Esta semana tenemos un estudio coreano que afirma que los niños asintomáticos pueden estar durante semanas transmitiendo el virus. Así que, con tantas contradicciones, no me extraña nada que en algunos institutos los profesores hayan hecho una porra sobre el tiempo que permanecerán abiertos. La escuela de Amezketa ni se estrenó. Y a pesar de todo, tengo una fe y respeto infinitos en los profesionales de la tiza y su sentido común, tantas veces demostrado a lo largo de la historia en las aulas escolares. No confío tanto en políticos, asesores, pedagogos, orientadores, inspectores, psicólogos, consejos escolares y demás teóricos que pululan alrededor de la enseñanza. Ni en los padres que consideran a la escuela como un almacén de niños en su horario laboral.

Aunque lo que más me preocupa de la vuelta al cole o a la universidad es que las medidas a adoptar se basen en la famosa separación de 1,5 metros, un dogma incuestionable por la autoridades sanitarias y educativas. En Ciencia no hay dogmas. Son incompatibles. La transmisión de microorganismos a través de las famosas gotitas de Flügge, esas gotitas minúsculas que expulsamos al hablar, pero sobre todo al toser, cantar o gritar se basa en una teoría de finales del siglo XIX, confirmada en la década de los 40 del pasado siglo con técnicas hoy consideradas periclitadas e incluso cuestionables.

A primeros de septiembre se publicó en Bussines Insider un trabajo de científicos de Oxford y del Massachusetts Institute of Technology (MIT) que aboga por la adopción de nuevas medidas que limiten el contagio a través de las minúsculas partículas en el aire -aerosol- que distribuyen el virus a distancias que superan con creces, ese metro y medio, proponiendo que se consideren otras facetas de interacción como el lugar o la duración. Puro sentido común.

Los investigadores Michael Riediker, del Centro Suizo de Salud Ocupacional y Ambiental de Winterthur (Suiza), y el chino Dai-Hua Tsai, de la Universidad de Zúrich (Suiza), decidieron medir la cantidad de virus necesaria para infectarse y si el aire que exhala una persona asintomática puede contaminar una estancia mal ventilada. El trabajo fue revisado por pares, aceptado el 4 de junio y publicado el 27 de julio de este año en Jama Newtwork, veterana revista médica americana de gran prestigio.

Mediante un modelo matemático, concluyeron que la carga viral en el aire puede alcanzar concentraciones críticas en habitaciones pequeñas y mal ventiladas, especialmente cuando el individuo con COVID-19 es una persona que emite una gran cantidad de microgotas, un supercontagiador que contiene una alta carga viral. Esto podría explicar parcialmente las tasas de transmisión observadas y sugerir que existe la necesidad de una protección respiratoria estricta cuando las personas están en la misma habitación con un individuo con COVID-19. Pero como eso no se puede saber, además del uso de la mascarilla, recomiendan evitar los espacios cerrados con poca ventilación, sugieren no mantener un número elevado de contactos, es decir, no mezclarse con mucha gente, no permanecer en el mismo espacio mucho tiempo continuado, sobre todo si no se puede mantener una distancia de seguridad, y evitar todo lo que suponga actividad de respiración agitada, es decir, hablar alto, cantar, gritar o realizar ejercicios gimnásticos.

Puede parecer difícil su aplicación en una escuela. Por eso confío en el sentido común de los enseñantes. Y abundando en el tema, alguien deberá fijar horarios para la práctica de deportes en la vía pública.

Doctor en Veterinaria