- Son dos de los sectores más afectados por el devenir de la pandemia. Han vivido una de las primaveras más complicadas que se recuerdan y cuando parecía que la cosa comenzaba a calmarse, ahora que se cumplen cinco meses de la implantación del estado de alarma, los rebrotes vuelven a encender la alarma. Se trata del personal sanitario y de las residencias de ancianos, que están asistiendo con "preocupación" e incluso "miedo" a un escenario en el que los nuevos contagios por coronavirus continúan creciendo día a día. Y todo ello con la vista puesta en el otoño, cuando se espera que con la llegada de la gripe, la situación sanitaria se complique aún más. En Euskadi los contagios se han disparado: ayer se contabilizaron 575 positivos y las hospitalizaciones superan el centenar. Además, en la última semana se han registrado tres decenas de muertes por COVID-19 y la pandemia vuelve a golpear a las residencias y es que, aunque en Gipuzkoa solo se contabilizan tres contagios en una única residencia -uno de ellos el de una mujer de 90 años que falleció ayer-, en Bizkaia ya han ascendido a 70. Todo ello ha llevado al Gobierno Vasco a plantear la necesidad de decretar el estado de emergencia sanitaria para frenar la pandemia.

Si hay una sensación que comparten todos estos profesionales es la del "desgaste", el cansancio acumulado por largos meses de tensión sanitaria que no han dado tregua. Sumado a un sistema al que la pandemia ha puesto en jaque, afrontan un verano de gran exceso de trabajo con la mirada puesta en otoño, cuando se espera que la situación vuelva a empeorar notablemente.

"La primavera fue complicada: una enfermedad no conocida con una elevada contagiosidad y una mortalidad importante a la que la atención primaria tuvo que hacer frente sin acceso a pruebas diagnósticas (PCR) y con importantes déficits en los Equipos de Protección Individual (EPI) y con una información (protocolos, etc) cambiante. Ahora tenemos que atender a todos los problemas no-COVID que no consultaron durante la pandemia, más los problemas crónicos agravados por el confinamiento (las personas mayores con multimorbilidad han estado muy solas durante estos meses), más la sospecha de COVID y su seguimiento, colaborar en la gestión de brotes, la realización de PCR, hacernos cargo de todos los pacientes con citas pérdidas de la atención especializada y gestionar toda la burocracia derivada de todas estas actividades: problemas con la medicación, bajas laborales de casos y contactos, gestión de múltiples citas...". Quien habla es Rafa Rotaeche, médico de familia en el ambulatorio de Altza en Donostia, que apunta que esta situación ha generado "estrés" entre el personal sanitario, que se ha visto obligado a prolongar su jornada laboral, trabajar en días festivos, como ocurrió en Semana Santa, a tener dificultades para conciliar e incluso ser contagiados, entre otras muchas situaciones que han provocado "un desgaste psicológico". La situación ha llegado a un punto que cada facultativo atiende entre 40 y 60 consultas diarias, un volumen de trabajo "inasumible".

Rotaeche recuerda que la labor de la atención primaria consiste en "prevenir casos y diagnosticar, rastrear contactos y tratar a pacientes más leves", lo que permite que ocho de cada diez personas no requieran atención hospitalaria. Sin embargo, según este médico, esta labor es "invisible" y "lo que es invisible tiende a no financiarse de forma suficiente y con los años el sistema se resiente y se deteriora".

Y es con este sistema bajo mínimos como han tenido que afrontar esta segunda ola que llega mucho antes de lo esperado, con los colegios todavía cerrados y la gripe sin hacer acto de presencia. "Han sido la movilidad del personal, las reuniones sociales y el ocio sin respetar las normas los responsables" de la situación, dice Rotaeche sin miramientos, que vaticina que conforme el otoño avance, la carga de trabajo será mayor. "El problema es que si los brotes se mantienen y si la estrategia que se elige es sacar personal de enfermería o administrativas de la atención primaria para destinarlos al estudio de casos y contactos sin reforzar la primera, la situación será insostenible y el resto del sistema se resentirá", advierte.

Si hay algo característico de esta oleada de rebrotes es la gran cantidad de PCR hechas en comparación con la primavera. Según los datos del Departamento vasco de Salud, entre el 3 y el 9 de agosto -último dato conocido- en Euskadi se han realizado 38.035 pruebas. Un trabajo que recae en enfermeras como Itziar Mujika, que lamenta el "caos" y la "improvisación" al que están sometidas las profesionales. "Hay tantas PCR que no caben en las bolsas de basura y no sabes si va a venir la limpiadora", cuenta esta sanitaria del Punto de Atención Continuada (PAC) de Hernani a modo de ejemplo.

Asegura que las trabajadoras están "desbordadas": "Las PCR se hacen deprisa y corriendo y a veces por la falta de tiempo y de profesionales no se dan todos los consejos necesarios, porque en dos minutos no da tiempo material, no puedes explicar que si eres sintomático o has estado en contacto con un positivo y te hacen una PCR tienes que estar sí o sí diez días en aislamiento... Toda esa información requiere un tiempo, no es solo hacer la prueba".

La falta de personal hace mella. "Los fines de semana, para toda Gipuzkoa, hay una única persona que trabaja como gestora de casos -vulgarmente denominadas rastreadoras-. Esa persona está desbordada, o es capaz de asumir todo durante mucho tiempo".

Pese a esta carga de trabajo, Mujika se niega a culpabilizar a los jóvenes, que en las últimas semanas han sido etiquetados como irresponsables: "No hay que culpabilizar a determinados sectores de la población, porque los políticos también son culpables de haber dicho hace cuatro días que todo estaba controlado. Aquí responsabilidad tenemos todos. Lo que tenemos que hacer es educación, y si un joven ha estado en una situación de riesgo, hay que educarle para que haga un aislamiento correcto. No se puede ir siempre con buenos y con malos". Además, lamenta que la comunicación es muy mejorable para conseguir la concienciación de todos: "Información no clara conlleva desinformación y surgen corrientes de pensamiento contradictorias que pueden ser peligrosas".

La carga de trabajo se repite en los centros de salud. "En el PAC de Hernani estamos asumiendo que desde las 17.00 horas se cierran los ambulatorios de Hernani, Andoain Lasarte-Oria, Astigarraga, Urnieta y Usurbil. Esa población acude al PAC de Hernani, donde hay dos enfermeras que trabajan como siempre, solo hay un médico. Cuando llega un fin de semana eso es demencial. Para atender a toda esa población que ronda los 100.000 habitantes, está trabajando un único médico 24 horas y un compañero viene a darle apoyo de 9 a 14.00 horas. El resto de la guardia está solo y eso es un disparate", afirma con rotundidad al tiempo que denuncia: "No es nuevo, es algo que se veía venir".

Lamenta que, en estas circunstancias, es imposible cumplir con el cometido que tiene la atención primaria. "Tenemos que hacer educación sanitaria para conseguir personas empoderadas en el control de su las decisiones que afectan a su salud, siempre teniéndonos como referencia y apoyo, y eso no se puede hacer. Porque ahora la atención primaria son PCR, llamadas de teléfono y caos", lamenta.

Esta oleada de pruebas afecta también a las administrativas de la atención primaria, que se ven inmersas en una vorágine de llamadas telefónicas "de mucha gente que está muy preocupada". Begoña Gómez es una de estas trabajadoras y explica que esta solo es una de las múltiples tareas que tienen que atender, a las que se suman "asumir la atención telefónica y presencial de toda la actividad, gestionar la burocracia, las citas perdidas, problemas con la medicación, bajas", entre otras.

Además de estrés, genera tensiones con los ciudadanos: "La población tiene que conocer y entender cómo estamos, porque a veces no tenemos espacio para atender a todas las demandas y eso genera conflictos".

Por ello, observa con "preocupación" el futuro próximo. "Hay un recorrido y un aprendizaje y no partimos de cero como en marzo. Pero hay preocupación y necesitamos de una plantilla dotada de los medios suficientes para poder gestionar lo que venga", apunta Gómez.

En esta nueva oleada de brotes se ha producido una circunstancia distinta a la ocurrida en primavera, y es que la edad media de los contagiados ha bajado considerablemente, afectando el virus también a los niños, que aunque a priori presentan cuadros mucho más leves que los adultos, generan preocupación. "En general hay miedo. Parece que los casos que se han visto son más leves que en adultos y tratamos de transmitir eso, pero con cautela, e intentamos tratar a cada niño con todo el mimo y no bajamos la guardia a la hora de hacer el seguimiento. Que muchas veces parece que solo hay coronavirus, pero todo lo demás está también ahí y no se nos puede pasar", afirma Juaristi.

Tras estos meses conviviendo con el virus, los facultativos tienen muchas más herramientas para enfrentarlo, pero la situación continúa siendo muy complicada. "Ahora sabemos más del virus, tenemos sistemas de protección y tenemos capacidad para hacer detección del virus, pero nuestro trabajo se ha multiplicado. Además de los brotes, tenemos que hacer todo el trabajo que tenemos atrasado: las actividades preventivas, las vacunaciones... Es un trabajo extra y todo con la mitad del personal", afirma la pediatra Saioa Juaristi, que recuerda que la pandemia ha obligado a concentrar las vacaciones en la época estival, por lo que está trabajando "la mitad de la plantilla, sin apenas sustituciones". "Esto supone una sobrecarga que en muchos casos es el doble de trabajo", añade.

Y la situación no parece que vaya a mejorar en los próximos meses. "Nos estamos encontrando con muchos casos posibles de coronavirus, que luego serán o no serán, pero los estamos viendo, recibiendo por teléfono, cribando, confirmando o descartando que sea COVID. Eso cuando empiece el colegio, las clases, empiecen a aumentar las infecciones respiratorias típicas suponemos que va a haber mucha más carga asistencial", dice esta pediatra, que estima que, además de la psicosis, está la necesidad de controlar precozmente los brotes, lo que va a provocar un aumento de las consultas: "Antes había muchísimos procesos que ni siquiera se consultaban y ahora por miedo a un posible COVID esperamos que haya un aumento de consultas".

Por ello, cree imprescindible "encontrar la manera eficiente de gestionar esta situación". "Hay que buscar la manera de utilizar los recursos que hay, si se puede aumentarlos, personales sobre todo, y ser eficientes en la primera criba, porque de que hagamos eso bien depende que se controlen los brotes", indica. Y para ello, el desarrollo de la atención telemática es fundamental. "Estamos mejor preparados que en marzo. Tenemos equipos de protección y capacidad diagnóstica, pero eso solo una de las patas de la mesa. Además de detectar precozmente los brotes y controlarlos, el objetivo es también que el sistema sanitario siga funcionando. Y para eso necesitamos más inversión. Inversión, por ejemplo, para avanzar en la telemedicina que haga que en esta nueva realidad los pacientes nos sigan sintiendo accesibles, así como mejorar los procesos asistenciales para que sean eficientes. Y sobre todo inversión en personal humano", apunta Juaristi.

La situación sanitaria es compleja, por lo que las residencias también han encendido las alarmas ante los nuevos contagios registrados. Gipuzkoa ha cerrado la semana con tres positivos entre residentes, muy lejos de los 70 de Bizkaia. Sin embargo, hay motivos para la preocupación, o al menos, para la cautela. "La situación sigue en la línea de los últimos meses, lo que pasa es que si aumentan los contagios en las calles pueden llegar a las residencias. En mayo nos quejábamos todos porque parecía que el problema era de las residencias por el alto número de vidas que costaron y ahora nos hemos olvidado de los ancianos", dice Mikel Tellaetxe. Es el director de la residencia Aita Menni y durante la pandemia ha sido asesor de residencias para su blindaje frente a la pandemia. "No estamos exentos de llevarnos sustos, pero estamos preparados", asegura este experto, con una dilatada carrera en el sector.

Tellaetxe rompe una lanza en favor al trabajo que se está realizando en estos centros: "Estamos mucho mejor preparados que en marzo, pero no hay que olvidar que este virus golpea al sector más vulnerable de la población. En los últimos días ha habido positivos, sí, pero su expansión dentro de las residencias se ha contenido adecuadamente", recuerda.

Sin embargo, no cabe relajarse. Buen reflejo de ello son los más de 70 contagios registrados en los centros de Bizkaia. "El nivel de preparación es muy similar y la forma de trabajo, también. En Gipuzkoa los rastreos están funcionando muy bien, lo que no quita que estemos libres de que nos pase. Lo que tenemos que valorar no es que no entre, es que no se propague y arrase como en marzo y abril", señala este profesional, que asevera: "A día de hoy no se prevé que se produzcan situaciones muy descontroladas".

Mientras tanto, y a la espera que la llegada de la gripe estacional en otoño suponga un nuevo desafío dentro de los centros, el director de Aita Menni aboga por mantener las restricciones en las salidas de los residentes así como en las visitas. "Las instituciones que nos dedicamos al cuidado de las personas debemos garantizar la seguridad de nuestros usuarios. Si permitimos el contacto estamos poniendo en peligro y prima la seguridad del colectivo, sabiendo que no es la situación deseada", reconoce.

Jone Garciarena comparte esta opinión. "Encerrarnos y blindarnos era lo único que teníamos en nuestra mano para intentar por todos los medios esquivar el golpe protegiendo a los usuarios", asegura esta enfermera que trabaja en la residencia Gisasola de Zestoa. "Tanto los residentes como las familias apoyan cada una de las decisiones que adoptamos, ya que son plenamente conscientes de la compleja situación actual", dice, pero reconoce que "es necesario encontrar fórmulas para intentar buscar un equilibrio entre el riesgo de contagio y la vida diaria, siendo conscientes de que el riesgo cero de contagio a nuestro alrededor no existe".

Garciarena reconoce que las profesionales del sector han llegado "cansadas" al verano y, visto el comportamiento del virus en las últimas semanas, vaticina un otoño "intenso" y "complicado".

"Estamos intentando coger fuerzas con nuestras familias y con nuestros momentos de descanso personal. Sabíamos que una vez finalizado el estado de alarma nos tocaba convivir con el virus: sabíamos que podía ser la fase más difícil, seguir nuestra propia desescalada mientras empezábamos esa nueva normalidad", cuenta, un proceso que han afrontado con total transparencia tanto con los usuarios como con sus familias. "Nuestra residencia siempre ha estado abierta al pueblo, a los familiares y amigos. En condiciones normales, aprovechamos al máximo su compañía para poder salir a pasear, tomar un aperitivo o merendar todos juntos. Este año no hemos podido hacerlo. El COVID ha cambiado nuestra forma de relacionarnos, pero todos entienden que las decisiones están basadas en minimizar el riesgo", apunta.

Cada cual, en su ámbito, ha tenido que adaptarse a una conyuntura que ha sorprendido a todos y que recuerda que todos nuestros actos tienen consecuencias.

Los sanitarios piden empatía porque con el volumen de trabajo actual es "imposible" atender todas las situaciones

Se quejan de que la falta de tiempo les impide atender e informar a sus pacientes debidamente ante posibles nuevos contagios

"Estamos atendiendo entre 40 y 60 consultas diarias. Es una carga de trabajo inasumible"

Médico de familia

"Hacemos tantas PCR que no caben en las bolsas de basura y no sabes si van a venir a limpiar"

Enfermera

"La gente tiene que saber cómo estamos porque no podemos atender todo y eso genera conflictos"

Administrativa de Atención Primaria

"Parece que solo hay coronavirus, pero todo lo demás está también ahí y no se nos puede pasar"

Pediatra

"En mayo parecía que todo era culpa de las residencias y ahora nadie se acuerda de los ancianos"

Director de la residencia Aita Menni

"Necesitamos fórmulas para convivir con el virus y equilibrar entre seguridad y vida diaria"

Enfermera de la residencia Gisasola