- Creían que lo peor de la pandemia había pasado y que, hasta que llegue una segunda ola prevista en otoño, iban a tener tiempo para ponerse al día con todo lo que el COVID-19 ha obligado a dejar de lado. Y de repente llegaron los primeros positivos y a los pocos días Zarautz se había convertido en uno de los brotes más importantes de Gipuzkoa. Cientos de pruebas PCR, de llamadas de teléfono y de consultas después, los sanitarios, con las plantillas mermadas porque gran parte del personal está de vacaciones, se encuentran agotados. Al menos, los últimos días la cifra de positivos ha dejado de crecer y, aunque todavía se siguen registrando nuevos contagios, viven con "alivio" esta especie de tregua, aunque son conscientes de que los efectos del brote no dejarán de notarse ni esta semana ni la siguiente.

"Estamos al límite; a este ritmo no podemos aguantar mucho más". Quien habla es Eider Uzkudun, médico de atención primaria y coordinadora del ambulatorio de Zarautz. Desde que se detectaran la pasada semana los primeros contagios, los sanitarios de atención primaria han vuelto a la primera línea de batalla en esta particular guerra contra el COVID. "Empezamos con el rastreo en el camping de Zarautz, luego a la población más joven a través de un llamamiento que hizo el departamento de Salud a quienes habían estado en determinadas fechas en determinados bares. Y ahora estamos con un segundo rastreo a gente que ha dado positivo y a sus contactos más estrechos", cuenta esta facultativa.

El volumen de trabajo es ingente. "Solo el viernes hicimos 900 PCR", cuenta Uzkudun y, aunque celebra que el brote va remitiendo -"hoy -por ayer- solo hemos hecho 150"-, recuerda el estrés que le genera al sistema sanitario responder a esta situación. "La gente no se da cuenta, pero tienes que citarles, hacer el volante, tomar las muestras, llevarlas al laboratorio que se ha desbordado, llamarles con el resultado, hacer el rastreo, contactar con sus contactos, darles cita... Solo el fin de semana se contrató a siete personas para esto. Son cosas que la gente no sabe", expone.

El brote ha coincidido, además, con un momento en el que los ambulatorios están "bajo mínimos", ya que gran parte del personal ha aprovechado estas fechas para coger vacaciones -Osakidetza les obliga a hacerlo antes de octubre en previsión de una segunda ola que pueda coincidir con la gripe-. "Hay muchísimo trabajo. Desde marzo hasta mediados de mayo hemos ido retrasando un montón de pruebas y revisiones de salud. Y resulta que llega el verano y lo tenemos que seguir retrasando. Por un lado, tenemos todo lo que tiene que ver con el coronavirus; por otro, todo lo que no hemos podido hacer hasta ahora; y luego, todo lo que va surgiendo, porque nosotros tenemos que seguir atendiendo a nuestros pacientes crónicos, paliativos... Estamos en una situación límite", insiste esta facultativa.

Por si esto fuera poco, parece que el espíritu solidario que se generó durante el confinamiento con el sector sanitario y que se manifestaba cada tarde con el aplauso sanitario se ha evaporado al igual que el miedo al virus.

"Tenemos una presión de la población que está siendo muy difícil de gestionar", lamenta Uzkudun, que explica: "Cuando en marzo llegó la pandemia, la gente estaba asustada, entendía la situación y se portó fenomenal. Ahora no terminan de entender que sigamos atendiendo por teléfono, que no demos citas presenciales si no es necesario... Tener que discutir estas cosas es un escalón más en nuestro trabajo".

Y cómo no, a la incomprensión hay que añadir la irresponsabilidad. "El de la mascarilla es otro frente abierto. Con la que nos ha caído encima, me sigue sorprendiendo que haya gente que continúe pidiendo informes cuando saben de sobra que no cumplen los criterios para no llevarla. Es algo que me alucina y me enfada mucho", cuenta a modo de ejemplo. "Llevamos semanas comentando que la gente le ha perdido el miedo al virus. Hasta la semana pasada, salir a la calle y ver a la gente sin mascarilla ponía los pelos de punta. Nos hemos relajado y nos hemos encontrado con esto", apunta.

Por ello, recuerda que fue "muy duro" recibir el miércoles pasado la llamada que alertaba de la situación en la que se estaba viendo envuelta Zarautz como consecuencia de una fiesta para celebrar el fin de la selectividad.

"Nosotros -por los sanitarios- estamos en una situación muy complicada y ver que todo esto viene de no respetar unas normas que son obligatorias para todos... Nos está pasando que viene gente a hacerse la PCR con el carro de la compra porque luego se van al súper. Algo no estamos haciendo bien, porque no puede ser que yo tenga que estar todo el día vestida de astronauta para que luego la gente no siga las recomendaciones", se queja.

Por ello, además de realizar los test, de realizar los rastreos y realizar el seguimiento médico a los positivos, Uzkudun y sus compañeros tratan de llevar a cabo una labor pedagógica con los afectados. "Hay que darse cuenta de que esto no es un problema individual, sino que es una cuestión de salud pública. O aportamos todos o esto no funciona", advierte.

Trabajar con los contagiados tampoco está resultando sencillo. "Como todo, hay gente muy colaboradora y otra con la que está costando mucho más. Dentro de esa falta de concienciación está el que la gente se dé cuenta de lo importante que es que te cuenten todo lo que han hecho y está siendo complicado", dice, para añadir: "Hay de todo, desde gente que viene avergonzada a hacerse el test, hasta los que están sobrados. También se ve cuando les llamas para hacer el seguimiento de los síntomas. Hay quien está agobiado, sobre todo si a su alrededor tiene gente complicada como padres mayores o abuelos, porque les entra el cargo de conciencia, pero hay gente que no y tenemos que estar encima. Hay quien está haciendo muy bien el autoaislamiento y de otros tenemos dudas de que estén aislados dentro de su casa".

"La mayoría de los contagios se están dando en gente muy joven, que se encuentran bien, que están en su casa y que tienen un buen estado de salud. Eso no ayuda a darte cuenta de que se trata de una enfermedad seria que ha producido muchas muertes", lamenta Uzkudun.

Las colas para realizarse los test y las esperas al recibir los resultados han generado malestar entre los afectados, mientras que los facultativos piden paciencia: "En las carpas había momentos en los que había que esperar y te reclamaban. Tenías que explicarles que estaba todo preparado para hacer 150 PCR y que se llevaban hechas 485. Cuando das los datos, la gente te dice: Bueno, vale. Esta es la situación que hay, hacemos lo que podemos, cómo podemos y a la velocidad que podemos".

El día a día de estos profesionales es una lucha constante contra el virus y contra las conductas irresponsables. Por eso, una vez controlado el brote, el único consuelo que les queda es el pensar que la gente haya "aprendido la lección". "Hacemos un llamamiento a la responsabilidad. La situación es complicada, ahora nos ha tocado Zarautz, pero si no cambiamos las cosas, va a repetirse en otros sitios. Y todavía tenemos el otoño por delante", suplica esta médico.

"Hay gente que está agobiada y gente que no sabemos si está haciendo el aislamiento en su casa"

"La mayoría de contagios son jóvenes que están bien; no ayuda a ver que es una enfermedad seria"

Coord. del centro de salud de Zarautz