evisando algunos trabajos de la Escuela Nacional de Sanidad, de la que fui profesor visitante, me encuentro con uno dedicado a la epidemia de viruela de 1961 en el Hospital del Rey, de las autoras Lourdes Mariño y María José Báguena, hasta cierto punto coincidente con nuestra pandemia.

Era febrero de 1961. Una niña y un familiar en período de incubación, procedentes de India y con certificado de vacunación de febrero de 1959, llegaron en avión a Barajas. La niña presentó los síntomas el 6 de febrero y fue ingresada en el Hospital del Rey con sospecha de viruela el 14. Se produjeron 20 casos: los dos importados, catorce contactos en el propio hospital, dos contactos con enfermos procedentes del hospital y dos más por contacto directo con los casos importados. En tres de los casos del centro hospitalario, la transmisión se produjo a partir de las agujas de la extracción de sangre. Siguiendo las recomendaciones de la OMS, se localizó, vacunó y vigiló a las 1.600 personas que habían contactado con los enfermos y se puso el hospital en cuarentena, mediante un cordón sanitario estricto con policías a caballo. Se vacunaron un millón y medio de personas mediante equipos volantes de vacunación, casa por casa, hubo un seguimiento estricto de las cuarentenas domiciliarias, el aislamiento de los enfermos, la trazabilidad de sus contactos, la desinfección de los hogares y centros de trabajo.

Hubo tres fallecimientos por complicaciones de la vacuna, que se sumaron a los tres niños fallecidos en el hospital. Las autoridades sanitarias minimizaron el problema y la prensa publicó mensajes tranquilizadores. La inquietud se manifestó especialmente en el sector hostelero, que vio peligrar la campaña turística al recibir un elevado número de anulaciones de las reservas realizadas para los meses de verano.

No nos olvidemos de Joaquín y Alberto, del vertedero de Zaldibar, ni de comprar producto local de nuestros baserritarras. Doctor en Veterinaria