sistimos a una guerra 4G. Los campos de batalla y los movimientos de tropas con los coloridos uniformes de la tamborrada que dieron origen a La victoria de Wellington de Beethoven o a las creaciones de Sarriegui son historia.

Meng Wanzhou, hija del fundador de Huawei, fue detenida en diciembre de 2018 en el aeropuerto de Vancouver, acusada de espionaje. Trump puso en marcha la guerra de los aranceles contra China y le supuso a Pekín pérdidas multimillonarias, y Trump se mostró exultante porque los chinos habían pasado por su aro. Pero China es el país de Sun Tzu, cuyas enseñanzas están en los genes de los chinos. Así que, llega el virus y los discípulos de Tzu ven una oportunidad única para pasarle factura a Trump. Para ello montan un bullicioso circo en torno a su capacidad invasora y destructiva. Gengis Kan, pero en virus. La puesta en escena es impecable: campos de concentración urbanos y construcción de hospitales gigantescos en una semana. El espectáculo se transmite minuto a minuto a un mundo fascinado.

La primera en picar el anzuelo fue la vieja y asustadiza Europa, que ya vivía tiempos difíciles, a donde llegó por la Nueva Ruta de la Seda. En Pekín se frotan las manos por tanta colaboración. Y en Moscú también se las frotan. Porque Putin es cómplice de la jugada china. En este momento, tanto en Pekín como en Moscú se carcajean a mandíbula batiente de Europa y, sobre todo, de Trump. A Trump, en cambio, metida la pata, las cosas se le complican por unas elecciones en puertas, una opinión pública que chirría o un culto al dinero que lo subordina todo, hasta el sentido común. Le han metido un gol. Y hasta más caro que el suyo a China con los aranceles. Y todo esto, sin disparar un tiro, al estilo Sun Tzu. Tranquilos. Es un cuento. Chino, para más señas. Ni siquiera una conspiparanoia.

No nos olvidemos de Joaquín y Alberto, del vertedero de Zaldibar, ni de comprar producto local, de nuestros baserritarras. Doctor en Veterinaria