donostia - "Hay niños de 40 años a los que nunca les regalaría un móvil y niños de 10 a los que sí. Depende de cómo sean de impulsivos", afirma Ana Estévez, profesora titular en el Departamento de Psicología de la Universidad de Deusto, quien, ironías aparte, aconseja "retrasar su uso en la medida de lo posible porque los niños no tienen la capacidad de autocontrol que tienen los adultos".

¿Qué síntomas deben hacer sospechar que un hijo o hija podría tener una adicción al móvil?

-En lo que respecta a las adicciones, la línea roja es cuando interfiere con nuestra vida. En el caso de los niños y adolescentes la interferencia tiene que ver, sobre todo, con el fracaso escolar, cuando se desatienden las relaciones de amistad, deja de socializarse, empieza a tener problemas con los padres, hay un aislamiento...

¿Alguna otra señal de alarma?

-Un aspecto muy importante tiene que ver con la mentira, cuando alguien no reconoce que ha estado tiempo utilizando la nueva tecnología y sí lo ha estado, o cuando interfiere en aspectos tan básicos como el dormir. No podemos hablar de que es una adicción, porque necesita ser valorada por un profesional, pero sí podemos decir que hay un uso indebido. La característica más esencial es cuando una persona no puede parar de hacer algo. Le gustaría dejar de hacerlo, pero no puede y la necesidad de hacerlo es más importante que ir a clase, que atender, que hacer otro tipo de cosas.

Se usa el móvil para entretener a bebés y se les regala a una edad cada vez más temprana. ¿Contribuye esto sin quererlo a que sean más proclives a una adicción?

-Yo no me atrevería a decir eso. Diría que es más un síntoma de cómo está la sociedad. Una sociedad en la que los padres y las madres estamos sobresaturados, trabajamos, apenas tenemos tiempo, con dificultades de conciliación, con muchas cargas, y en la que las tecnologías son como los chupetes emocionales. También creo que el problema no lo tienen los niños. Que ellos utilizan la tecnología porque también nosotros la utilizamos. Un niño cuando nace lo que tiene que ver es la mirada de sus padres, que es lo que le estimula y marca el apego y de repente lo que ve es una cámara que le graba. Si cada vez que suena el teléfono, lo cogemos y dejamos de escuchar a ese niño, al final va entendiendo que ahí hay algo muy importante.

¿Por qué resulta tan conflictivo retirar un móvil a un adolescente a la hora de dormir?

-La tarea de los padres es poner límites, aunque a los niños no les guste y a veces no resulte fácil pelear para marcarlos en una sociedad cansada. Para eso también nosotros tenemos que pensar qué es bueno para nuestros hijos y que utilicen la tecnología por la noche o usen el móvil muchas horas no lo es. Los límites los marcamos los adultos, pero también tenemos que saber cuáles son los nuestros y tenemos que tener la capacidad de no utilizarlo.

Una menor apuñaló en Francia a sus padres por quitarle el móvil. ¿Hasta qué punto puede ser un detonante de conductas agresivas?

-Cuando alguien nos dice que no, nos genera malestar y a algunas personas nos cuesta más controlarnos que a otras. Los niños y adolescentes, que tienen más impulsividad, reaccionan con más agresividad. Quitarle el móvil implica que no puede hablar o jugar a algo donde están todos sus amigos, implica no aburrirse, excitación en el sentido de que todo es novedoso, autoestima porque llega a la pantalla no sé cuál, una manera de no pensar en los problemas y aislarse... No es la tecnología en sí, sino todas las necesidades humanas que están vehiculizadas a través de ella. Entonces, lo que le estás quitando es muchísimo.

Cuando se sospecha que un hijo o hija está enganchado al móvil, ¿qué pueden hacer los padres?

-Hacerles ver que necesitan ayuda y decirles que así van a estar mejor. Los chavales tienen que tener la certeza de que si les van a decir a sus padres que no están bien, la reacción va a ser: Vamos a intentar salir de esto, no una reacción más agresiva o sin entender realmente lo que están viviendo.