La campaña electoral se vive como una temporada de rebajas. Los políticos, siempre tan herméticos y distantes con la ciudadanía de a pie, se vuelven durante 15 días cercanos y accesibles. Te atienden en mitad de la calle, te escuchan y hablan contigo y te prometen soluciones que nunca tienen el resto del año. Pero no sólo eso, dan decenas de entrevistas para que su mensaje llegue a todos los rincones, responden a todas tus preguntas y cogen un megáfono para vociferar sus propuestas en la misma plaza donde el resto del año te piden que no grites y que el bar baje la música.

La campaña electoral es una temporada sin secretos, donde todo se dice clarito y en voz alta, y desaparece esa imagen tan habitual en la que sus señorías, sentados en sus escaños en mitad de un pleno, se llevan la mano a la boca para tapar lo que hablan con el de al lado o por teléfono, que lo mismo que te pillan jugando al Candy Crush, renovando el armario para la temporada de verano o reservando hotelazo para las vacaciones de agosto, te pueden cazar leyéndote los labios, y a saber qué sale por esa boquita.

Pero ayer esa tregua se rompió porque a González Pons le sorprendieron cuchicheando con su candidato de Melilla, Juan José Imbroda. Los dos, con las manos en la boca. Nos recuerdan que las rebajas se van acabando y, en un par de días, con las cartas ya en la mesa, volverán los silencios y los secretos a sus rutinas. Y a las nuestras.