DONOSTIA- Dicen quienes tuvieron la ocasión de visitarle en su casa de Bilbao, el pasado mes de junio, que Joseba Arregi (Andoain, 1946-2021) se fue consciente del final que le esperaba, "aceptando su muerte con naturalidad" y que tuvo la oportunidad de "echar una risas y recordar viejos tiempos" con algunos de sus viejos conocidos.

El exconsejero de Cultura y portavoz del Gobierno Vasco durante los mandatos de José Antonio Ardanza (1985-1995) descansa en paz. Falleció ayer a los 75 años en su domicilio de Bilbao, después de una larga enfermedad a la que vio venir y a la que miro cara a cara. Su vida no dejó indiferente a nadie. El propio lehendakari, Iñigo Urkullu, y todos los partidos vascos lamentaron su muerte.

Asegura Iñaki Anasagasti, histórico dirigente político del PNV y primo de su actual esposa, que "ha habido dos Joseba Arregi". "El del PNV, el Guggenheim y el euskera; y otro Joseba Arregi "hipercrítico con el nacionalismo", "beligerante" incluso.

Muy próximo a las víctimas de ETA (vinculado a Covite), y crítico con una sociedad vasca que, en su opinión, no supo reaccionar ante la "intención política del verdugo", en un país donde "se ha matado a personas, vascos, en nombre de un proyecto nacionalista radical", llegó a decir en una de sus últimas entrevistas.

El acuerdo de Lizarra-Garazi en 1998 entre el PNV y la izquierda abertzale fue un antes y un después en su vida. Nunca lo entendió. Ni lo aceptó y la relación con su mundo terminó. Ahí se rompieron los lazos con la familia jeltzale y se gestaron otros, más próximos al PSE.

Según admite Iñaki Anasagasti, incluso su relación personal, pese a los vínculos familiares, se había enfriado de forma importante "por el tema político", pero su pérdida no ha pasado desapercibida para nadie. Tampoco entre la familia jeltzale. El portavoz del Gobierno y consejero de Cultura, Bingen Zupiria, también tuvo palabras de recuerdo para él ayer. Lo conocía bien. Zupiria puso en valor la figura de Joseba Arregi, de quien dijo que asumió "en años difíciles grandes responsabilidades en la revitalización del euskara y de la cultura vasca".

Arregi nació en Andoain, en una familia abertzale, de tradición euskaldun y una vinculación y compromiso extraordinarios con el euskera. "Pedro Arregi, su padre, era un nacionalista comprometido. Estuvo en la Ejecutiva del PNV en tiempos de clandestinidad", recuerda Anasagasti.

Era hermano del difunto escritor y periodista Rikardo Arregi, uno de los nombres propios en el impulso de la cultura vasca y el euskera, víctima de accidente de tráfico en 1969. Otro hermano suyo, Mikel, ha sido durante años concejal del PNV en Andoain. La casa de los Arregi fue una especie de punto de encuentro para la familia euskaltzale. "Don Manuel Lekuona, presidente de Euskaltzaindia (entre 1967 y 1970), vivió en casa de ellos. Como de la familia", asegura Anasagasti.

Tras formarse en el Seminario, Joseba Arregi completó sus estudios en Alemania, concretamente en la Universidad de Münster. Se doctoró en Teología y Sociología y luego se ordenó sacerdote y se enclaustró. Posteriormente se casó con una alemana con la que tuvo tres hijos y tras enviudar, volvió a contraer matrimonio; esta vez con una prima del propio Iñaki Anasagasti, Amaia.

Cuando regresó a Euskadi desde Alemania, recuerda Iñaki Anasagasti, "daba clases de religión en Tolosa y Azpeitia y fue uno de los promotores de la Escuela Diocesana, con el difunto obispo de San Sebastián José María Setién.

De profesión, 'crítico'

Su carrera política estaba dando los primeros pasos. Fue secretario de política lingüística del primer Gobierno Vasco de Carlos Garaikoetxea, entre abril de 1984 y enero de 1985. Hasta ese mismo año fue presidente de la Gipuzko Buru Batzar (GBB) del PNV y después pasó a integrar el Gobierno Vasco del lehendakari Ardanza.

La suya ha sido de apuestas. Apostó por el PNV durante la escisión de EA en septiembre de 1986, pese a que había sido portavoz del sector crítico antes de la ruptura. Fue consejero de Cultura y portavoz de los dos primeros gobiernos de José Antonio Ardanza y es considerado el padre, principal impulsor y conseguidor del museo Guggenheim a Bilbao.

Anasagasti recuerda que "Ardanza apostó por él en dos ocasiones". "Arregi hizo una labor cultural importante y hay una anécdota alrededor del museo Guggenheim. Se decía que habían sido los guipuzcoanos los que sacaron el Guggenheim adelante en Bilbao: Xabier Arzalluz, de Azkoitia; Joseba Arregi, de Andoain, Joxe Joan Gonzalez de Txabarri, de Zarautz, Juan Luis Laskurain y Tomás Uribetxeberria, diputado de Cultura de Bizkaia, pero que era guipuzcoano", asegura Anasagasti.

El propio Arregi negoció en persona con el director de la Fundación Guggenheim, Thomas Krens, para el desembarco del museo en y facilitó que las instituciones vascas se comprometieran a aportar lo que hoy serían 12 millones de euros para construir un museo de arte contemporáneo alrededor del cual se impulsó el nuevo desarrollo urbanístico de un nuevo Bilbao.

Pero su carrera política iba a sufrir más adelante un giro radical. El 6 de enero de 1994 ya se había filtrado una carta de renuncia, como consejero, dirigida por el propio Arregi al lehendakari Ardanza, en la que aseguraba sentirse "marginado" dentro del partido. Aún así, fue parlamentario del PNV por Gipuzkoa en el Parlamento de Gasteiz hasta marzo de 2001, año en el que renunció a integrar la candidatura del PNV de Gipuzkoa al Parlamento Vasco. Así decía adiós a la política activa.

Su oposición al Acuerdo de Lizarra-Garazi le llevó a alejarse del PNV y terminaría por dejar la militancia del partido en 2004, en lo que él mismo calificó un "último acto de libertad". Para entonces, el propio Arzalluz ya se había referido a él, en junio de 2000, como "los michelines" del partido, "la grasa que sobra".

"Era un hombre culto, que leía mucho; sabía alemán, y tenía mucha relación con la intelectualidad", reconoce Anasagasti. Pero su salida del PNV fue como una bomba de relojería. "Su discrepancia empieza con el tema del pacto de Lizarra y el plan Ibarretxe, en 1998", recuerda Anasagasti: "Comenzó suave, pero fue in crescendo y su beligerancia al final fue grande".

Era "incompatible" con sus creencias. "Él tenía una cultura alemana y su modelo era la CDU/CSU, un conservador democristiano, con una mentalidad alemana", apunta Iñaki Anasagasti. "Hay vida fuera de los partidos," llegó a decir Arregi tras su salida del PNV, antes de volver a la docencia como profesor de sociología en la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de la UPV/EHU. Pero no abandonó la reflexión política.

Desde finales de 2004 presidía la plataforma Aldaketa. Cambio por Euskadi, creada para impulsar la alternancia y una nueva cultura política en Euskadi con un horizonte a medio plazo. También fue profesor de la Escuela Diocesana de Magisterio y de Sociología en la Universidad del País Vasco hasta 2011.

Con las víctimas de ETA

Defendió sin paliativos el marco de la Constitución y el Estatuto, fuera del cual, llegó a decir, "no hay más que guerras civiles y fratricidas; no hay más que terror y tiranías, no hay más que asesinados y víctimas".

Fue acercándose a posiciones de Covite e incluso esta asociación le propuso como secretario general de Paz y Convivencia de Lakua. Y también participó en la Ponencia de Autogobierno del Parlamento de Gasteiz a propuesta del PSE.

Incluso llegó a impartir una conferencia en la universidad californiana de Stanford, promovida por la Fundación Libertad, como réplica a una charla previamente en el mismo foro por el entonces lehendakari Juan José Ibarretxe., para presentar otra opinión diferente al planteamiento secesionista del nacionalismo vasco".

Arregi fue también escribió varios libros como La nación vasca posible (2000), Euskadi invertebrada (2000), Dos modelos de Estado: la historia y la norma (2005) o El terror de ETA: la narrativa de las víctimas (2015).

El 4 de enero de 2021, en una entrevista con NOTICIAS DE GIPUZKOA, su hermano Mikel, exconcejal del PNV en Andoain, aseguró que Joseba "sigue siendo abertzale a su manera, pero no hablaré yo de sus convicciones políticas. En pensamiento y políticamente me unen muchas cosas a él, pero debo discrepar en ciertas otras. No obstante, creo que la diversidad es buena. Lo que es malo es la uniformidad; si hay diversidad, puede haber unión.