ayo de 2006: entrevistado en NOTICIAS DE GIPUZKOA, Pasqual Maragall dice que “el nuevo Estatut es “el punto de partida de la España plural” y que “en el Partido Popular todavía se aprecia la sombra alargada de Aznar”. Quince años después, se percibe la descompensada evolución de las cosas. La aznaridad sigue sombreando. La cuestión territorial continúa en el laberinto en el que se metió en 2010, con el fallo del Constitucional que recortó un Estatut refrendado en referéndum.

Aquella España plural de la primera legislatura de Zapatero se aguó en la segunda, y quedó minada con dicha sentencia. Tras el 1-O de 2017 y el 155, llegó la moción de censura de 2018 contra Rajoy. Después, en 2019, vino la sentencia del Supremo a los líderes del procés, y meses más tarde la investidura de 2020. En total, son once años de conflicto, quince si nos atenemos a la recogida de firmas del PP contra aquel Estatut.

Pedro Sánchez, pasada la máxima urgencia sanitaria, inicia ahora un tramo nuevo de la legislatura, capital para revertir el desgaste causado por el virus y solidificar la mayoría progresista, una vez se ha vuelto a demostrar, para quienes aún lo dudaban, cuál es el rango ideológico de Ciudadanos. Buena parte de sus antiguos electores fuera de Catalunya han mudado a otras derechas, incluida la extrema. Con el tablero español y catalán mucho más clarificado que en 2019, suena la sirena de la desescalada territorial. Si se desatiende, el problema encallará más a fondo, que es lo que quieren PP, Vox y C’s, el trío de la bencina, sin olvidar por estos lares a Navarra Suma.

Repetir y reincidir

La nueva manifestación en Colón se presta a la metáfora inmobiliaria. Segunda fase de aquella ostentosa promoción fracasada en 2019: todo fachada, paupérrima habitabilidad y alto coste ambiental. Dicho de otro modo: Colón es como un disco rayado, un fascículo de agit prop derechista o un simulador con gráficos actualizados: Casado, con barba, cabello menos recortado y mascarilla. El Partido Popular cree vivir sus brotes verdes espoleado por la victoria de Ayuso. Así que reincide en Colón (hablamos de esta plaza madrileña con más familiaridad que de la Plaza del Castillo), y reincide en las firmas, mostrando una pobre manera de entender la política. Pero los marcos de la derecha pesan un quintal y cobran volumen en una parte de la opinión pública cincelada desde generaciones a base de un nacionalismo español reaccionario. Para muestra, la propia convocatoria de la manifestación, que habla de “separatistas empeñados en destruir la Nación”. Como si en vez de en 2021 estuviéramos en 1975, y en lugar de en Colón, la cita fuera en la Plaza de Oriente. Los indultos del PSOE serán munición a tutiplén para quemar las naves a base de victimismo o mentiras. La derecha vuelve a acusar a un presidente del Gobierno de “traidor” y de “humillar a España”, provocando los gorgoritos de Page, Vara y Lambán, los tres tenores, activando el sarcasmo impúdico de la vieja guardia felipista, y generando transferencias de votantes con los apoyos mediáticos de siempre.

La derecha y su concepto de lo real

La estrategia contra Sánchez muestra el sentido de la propiedad de la derecha española y su severa incapacidad de respetar cualquier perímetro ideológico que no circunde sus tesis. Casado habla de “la España real”, la suya, posesivo insaciable que admite escasas veleidades y mínimos desplazamientos. Por eso Rajoy en el fondo resultaba un blando para la carcundia centralista, y por eso Vox es hoy un instrumento de percusión, el bombo que acompaña a los tambores y resuena en los sectores reaccionarios.

En Colón 2019 el rasgado de vestiduras era por el relator, descartado antes de la concentración. Ahora son los indultos. Si el PSOE, llevado por sus oscilaciones, aspira a que el independentismo abjure, habrán ganado los marcos de derecha. Pero hará mal cualquier sector independentista si fotocopia la estrategia excluyente de la derecha españolista. Hay un tiempo para los pulsos y otro para la gradualidad y los intentos de acercamiento.

Supervivencia en juego

No son precisamente Rosa Díez o Fernando Savater, dos de los promotes de Colón 2, la encarnación del éxito político, pero era de esperar que Casado acudiese a su toque de corneta. Es lo que tiene competir con Vox, desmentir lo de la derechita cobarde y evitar que el éxito de Ayuso le esquilme. Si Casado se ausentase enviando a lugartenientes, sería tan pueril como cuando un niño de tres años juega al escondite, se tapa los ojos y espera con ello no ser encontrado. Lo que hizo en 2019 Esparza, presidente de UPN, y parece que pretende repetir el próximo domingo.

Casado, quien dijo en 2017 que si por él fuera “tipificaría la ilegalización de los partidos que reclaman la independencia”, no va a soltar la cuestión catalana hasta las siguientes Generales. Catalunya le da votos fuera de Catalunya. A más tensión, más expectativa en las urnas. Aunque hasta ahora quien ha capitalizado esa estrategia irresponsable y alicorta sea la extrema derecha.

¿Qué decir de Arrimadas? Que con foto o sin ella, estará en el centro... de la manifestación. Haga lo que haga Ciudadanos, el partido se ha estrangulado sin apenas escapatoria. Si tras Colón 2019 acabó abandonando Rivera y expirando UPyD, tras Colón 2021 podrían caer otros. Arrimadas y C’s tienen boletos, sin perder de vista la presión que soporta Casado. En las siguientes Generales se la puede jugar a cara o cruz. De ahí sus ansias. De ahí su inercia excavadora.