l intento de reprobación de la consejera de Salud, Gotzone Sagardui, da una medida de cómo está la política vasca. Y, aunque la insuficiencia de votos no ha permitido que saliera adelante este afeamiento de su gestión en la Cámara legislativa, el resto del arco político se ha retratado enfrente y contra la responsable del Departamento. Podrían hacerse varias lecturas.

Parto de la base de que se han cometido errores y que ni este Gobierno ni ningún otro lo hace siempre bien. Pero eso no conlleva aceptar, ni mucho menos, los argumentos dados por la oposición el jueves en el Parlamento de Gasteiz. Manifestaciones que, parece, han eludido la explicación empírica de lo que pretendían demostrar. En cualquier caso, me parece ciertamente limitado quedarse en lo de aquellas irregulares vacunaciones de varios elementos que, recordemos, fueron expulsados de su partido y apartados de sus cargos inmediatamente.

En estos tiempos tan complicados de preocupación por la salud propia y de nuestras familias y amistades, de la confusión en torno a las vacunas y también por la carestía de las dosis necesarias para inmunizar a la población; así como por todos los embrollos generados por desconocimiento ante ese virus, en unos casos, e interés económico de las farmacéuticas, en otros, las tripas nos piden a veces superar los límites de la educación. E, incluso, responsabilizar al gobierno que preside el lehendakari Urkullu de todos los males que nos aquejan. Pero eso no sería ni equilibrado ni justo.

En ningún caso debemos obviar la terrible evidencia de que, desde principios del 2020, estamos sufriendo una pandemia que nos ha puesto vuelta al aire en todos los ámbitos de nuestras vidas. Nuestro sistema relacional, productivo, laboral y, por supuesto, el sanitario han sufrido un debilitamiento complicado de recuperar. La pandemia ha generado miedo en la sociedad, ya que no es para tomar a broma ese virus que ya ha matado a unas seis mil personas en Euskal Herria (más de 70.000 en el Estado español y más de 100.000 en el Estado francés). ¡O qué decir de los datos mundiales que son escalofriantes también!

Los últimos tiempos no han sido fáciles para nadie, pero hay que reconocer que para la gestión de lo sanitario tampoco, lo que ha colocado al Gobierno vasco en una situación delicada: la lentitud de China para informar sobre el virus en los primeros momentos, lo que retrasó medidas a tomar y coadyuvó a su rápida extensión; la pasividad de los estados en un principio; el control de repartición de las vacunas por el gobierno central lo que, en ciertos momentos, ha provocado dudas razonables; los numerosos cambios de criterios de las autoridades médicas y políticas internacionales (comenzando por la OMS) y de la propia Unión Europea; el cuestionable -desde el punto de vista de legitimidad y ético- aprovechamiento económico de determinadas farmacéuticas a las que habíamos pagado a escote sus investigaciones y luego incumplían los contratos... Es una larga lista de errores y despropósitos externos que nos afectan.

Centrándonos en el Departamento de Salud, objeto del intento de desaprobación de su responsable, está claro que en nuestro sistema sanitario han aflorado debilidades a eliminar y que no debemos admitir. Si quiere, la oposición tiene tarea controlando en serio al Gobierno. En cualquier caso, la salida parece estar en la vacunación masiva de la población, algo que está cada vez más cercano por el innegable esfuerzo que se está haciendo desde el Departamento de Sagardui.