La del 15 de mayo de 2011 podía haber sido una manifestación más, pero derivó en un movimiento que cambió la forma de entender la política en el Estado español. "Ver que la gente se quedó a dormir, que la Puerta del Sol se llenaba de gente día tras días y que nos autoorganizábamos fue muy emocionante", rememora María Pastor, miembro de Estado de Malestar, uno de los movimientos sociales que había nacido meses antes fruto de la impotencia, la frustración y la indignación por la grave crisis económica, política y social que atravesaba el país.

"Las cosas iban muy mal, estábamos en una crisis importante, con cero oportunidades, con cero proyectos de futuro para los jóvenes y empezamos a salir cada viernes en muchas ciudades de España, intentábamos mostrar el malestar que teníamos pero sentíamos que tenía que pasar algo más y el 11 de mayo pasó", explica Pastor, actualmente coportavoz de Verdes Equo Madrid y diputada de Más Madrid.

Fueron meses de manifestaciones, acampadas y asambleas que cambiaron la política. "Lo primero que cambió, lo más evidente, fue el sistema de partidos. En 2015, recogiendo buena parte de la herencia del 15M, el sistema de partidos que había funcionado durante 40 años salta por los aires", apunta Cristina Monge, socióloga y politóloga, especializada en movimientos sociales y emergencia climática.

"Un segundo cambio fue que las reivindicaciones y términos que hasta ese momento formaban parte de una minoría social o de gente muy politizada entraron a formar parte del debate público. Cuestiones como la participación ciudadana, la transparencia, la rendición de cuentas, eso que ahora nos parece habitual, no lo era antes del 15M. Y, sobre todo, para mí la cuestión fundamental es que fue un momento de repolitización de la sociedad. La sociedad descubre la importancia de la política porque le falló, descubrió la potencia de la acción colectiva, de la movilización", continúa Monge, autora de 15M, un movimiento político para democratizar la sociedad.

En la misma línea, Pastor apunta que "el 15M puso encima de la mesa cuestiones que antes no estaban, como la participación política más allá de votar cada cuatro años". "Creo que los partidos también se han empapado de esa realidad, se hacen primarias, tienen un funcionamiento mucho más participativo, y las instituciones también", sostiene. "En el ámbito de la participación se ha avanzado aunque no lo suficiente. Queda avanzar muchísimo más para que sociedad civil, vecinos y organizaciones puedan penetrar y llevar sus reclamos y puedan interactuar de forma directa", matiza Pastor.

DESAFECCIÓN POLÍTICA

Ambas consideran que esa politización que se dio en la sociedad hace diez años continúa hoy en día, aunque se expresa de diferente formas. "En ciencia política hablamos de desafección política y decimos que hay de dos tipos. Una tiene que ver con la indignación y el cabreo, que es lo que pasó el 15M, la política falló, la gente se cabreó y salió a la calle. Y hay otra que es la desafección que tiene que ver con la desconfianza, y es donde estamos ahora", explica Monge.

A finales de abril la encuesta del Eurobarómetro señalaba que el 90% de los españoles no confía en los partidos políticos, que el 75% recela del Gobierno y del Congreso y que más de la mitad de la población no confía en la información que conoce a través de los medios de comunicación. "Vivimos en un momento en el que la política nos importa y seguimos de cerca la actualidad política, solo hay que ver las elecciones en Madrid, lo que no tenemos es confianza en los partidos políticos y las instituciones", sostiene.

Esto, según la socióloga y politóloga, se debe a tres razones: "En primer lugar, por una falta de capacidad para llegar a acuerdos en temas importantes; en segundo lugar, porque la burbuja política-mediática pone el foco y enfatiza mucho los problemas, las tensiones, la bronca y la ausencia de negociación en momentos clave y quita el foco cuando hay acuerdo; y en tercer lugar porque vivimos en tiempos muy complejos en los que la política no es capaz de resolverlo todo, pero ni la política, ni la tecnología, ni la ciencia, ni la academia ni los sindicatos. Pero a la política le pedimos más cuentas que al resto", concluye.