- Están condenados a entenderse aunque Pere Aragonès tendrá que esperar, al menos hasta la segunda votación, para ser investido president. De no mediar un giro de última hora, que todo es posible en Catalunya, el Pleno de hoy no será el definitivo para que eche a rodar el nuevo Ejecutivo bajo el mando de ERC después de que ayer JxCat se decantara por una inicial abstención horas después de que la CUP avalara su acuerdo con los republicanos aunque también con muchos matices. El partido de Carles Puigdemont halla como punto de fricción el escaso valor que se otorga al trabajo del Consell per la República y los recelos que le suscitan esos dos años de margen que se otorga a Moncloa para encontrar soluciones al conflicto a través de la vía del diálogo.

La fuerza posconvergente, que viene de conseguir la presidencia del Parlament para Laura Borràs y que se quedó a solo un escaño de Esquerra el pasado 14-F, prefiere demorar la elección de Aragonès en aras de dar con un escenario más proclive a su visión de juego. Ni siquiera se ha dejado condicionar por las presiones republicanas tras quedar salvado el escollo de los anticapitalistas. Un esbozo de lo complicada que se le puede hacer la legislatura a ERC con Junts ejerciendo una especie de gobierno en la sombra. Ahora mismo el líder de Esquerra cuenta con 42 apoyos -los 33 de su formación y los nueve de la CUP- y necesita 26 más para llegar a los 68 diputados necesarios para tener mayoría absoluta y ser president hoy. De lo contrario tendrá que aguardar al domingo -o al martes-, donde le bastaría con la mayoría simple. De no salir airoso tampoco entonces, la negociación se alargaría y tendría un plazo máximo de dos meses, hasta el próximo 26 de mayo, antes de abocarse a nuevas elecciones que nadie contempla. Quizás el socialista Salvador Illa, que sigue postulándose al cargo.

Entre tanto, las bases de la CUP dieron el visto bueno al consenso con ERC con un 59,31% de los votos emitidos en las asambleas, aunque un 85% avisó de que su contenido no es suficiente. En total, 564 votos a favor, 367 en contra (38,59%) y 20 en blanco (2,10%). Según la diputada Eulàlia Reguant, aunque el pacto "no tiene la profundidad" que le gustaría a su formación, sí que permite "empezar una legislatura que intentaremos que sea de cambio de ciclo". "No damos ningún cheque en blanco, pero tampoco podemos permitirnos rebajar el punto de partida", aseveró. El sector llamado Poble Lliure pidió la entrada en el Ejecutivo. De hecho, la militancia no ha impulsado un acuerdo de gobierno sino "de mínimos" al creer que hay aspectos del texto excesivamente complacientes, y que deberían quedar más concretados en caso de una segunda votación respecto a la investidura de Aragonès. Es más, la CUP no participa en la mesa de diálogo con el Gobierno español, lo que no significa que no crea en intentar entenderse. Ahora bien, la CUP, experta en desbancar a presidenciables de lo que era el mundo convergente, instó a JxCat a pisar el acelerador: "Tiene la responsabilidad de sumarse si quiere ponerse al servicio del país".

Unas palabras que acrecentaron el malestar en el seno de Junts: "Es una falta de respeto, ¿qué se han creído?", espetaron a los antisistema. El dirigente de JxCat, Jordi Sànchez, preso por el 1-O, ya había advertido previamente de que no existe todavía un acuerdo lo suficientemente maduro como para garantizar un gobierno sólido y estable para la nueva legislatura, marcando como líneas maestras el reconocimiento del controvertido Consell per la República, que capitanea Puigdemont, como órgano de impulso del procés y la creación de un órgano de dirección colegiada donde estén representadas todas las fuerzas independentistas.