engo la impresión de que esta semana se han batido todos los récords de la desvergüenza política. No he encontrado mejor resumen para describir hasta qué punto se han rebasado los límites de la decencia que el discurso pronunciado en pleno hemiciclo andaluz por un parlamentario de C’s, un tal Fran Carrillo, que comenzó así su intervención: “Señorías, estoy hasta los cojones de todos nosotros”. Tras un silencio tenso en el que la presidenta apeló al decoro parlamentario, el tal Carrillo advirtió que menos escandalizarse, que la frase no era suya sino que constaba en el Diario de Sesiones pronunciada nada menos que por el presidente de la 1ª República, Estanislao Figueras, en un momento histórico salpicado de corrupciones, chanchullos y frivolidad política.

Es posible que el parlamentario Carrillo estuviera escocido por la que estaba cayendo en su partido, en plena descomposición, pero le sobraba razón para aquel desahogo que una mayoría de los contribuyentes firmaríamos sin vacilar. Y es que, en el mismo momento en que se urdía la moción de censura en Murcia, se pagaba en cargos y en especie el transfuguismo, se anunciaban elecciones anticipadas en Madrid, saltaban del barco naufragado las ratas de su partido, abandonaba el Gobierno su vicepresidente en pirueta megalómana con ansia (¿ilusoria?) de mandar aún más, cuando todo este terremoto político paralizaba el aliento de los medios de comunicación, en ese mismo instante recordaba el parlamentario Carrillo que estaban muriendo paisanos y paisanas a decenas, a cientos, a miles, a causa de la pandemia. Se avergonzaba Carrillo de sí mismo y de la clase política, que ante semejante tragedia aún sin superar se enredaran en mociones de censura, en conchabeos, en compraventa de votos, en toda clase de miserias políticas y humanas por mantener, ocupar o comprar el poder.

“Señorías, voy a serles sincero. Estoy hasta los cojones de todos nosotros”. Magnífica declaración de principios que suscribo, ante el espectáculo deplorable que están protagonizando los políticos españoles. Hasta los mismos, de tanta corrupción, de tanto oportunismo, de tanta maquinación, de tanto desertor, de tanto jugador de ventaja, de tanta mentira. Hasta los mismos de ausencia de debate, de desasosiego, de no escucharse más que a sí mismos, de no ceder lo más mínimo, de quítate tú para ponerme yo como única, feroz e inagotable razón de ser en la política española. Hasta los mismos de la casta, a la que también han resultado pertenecer los que abominaron de ella.

Nos han dado una semana torera, enajenada, frenética, ahí tenéis, pueblo, lo más genuino de la política española, para que os olvidéis de las cifras pavorosas de la pandemia, para que los telediarios sustituyan las escenas de las UCI y la cuarta ola que se nos viene encima por las declaraciones de la candidata iluminada, las del candidato súbito, las de la presidenta del partido en desguace, las del que corrompió, las de los que se dejaron corromper... En fin, el patio de Monipodio de la política española y los políticos españoles, mucho más bullicioso, mucho más frívolo que la tragedia que aún nos abruma y amenaza.

Desconozco cuál es el presente, y mucho más aún desconozco el futuro del parlamentario raso Fran Carrillo, pero lo ha clavado. Tal desgarrada autocrítica, tal sincera descripción de la realidad política española actual, le honra y bien merecería ser propuesto para más alto cargo.