on la vacuna ya en los dispensarios y los presupuestos aprobados, solo importa Catalunya. Ahí es donde se decide de verdad el futuro político de este territorio a medio plazo y la estabilidad a corto del resto del país y no dependiendo de la crecida vertiginosa de contagios y muertos por el virus. Al menos, así lo cree Pedro Sánchez que no tiende a fallar cuando se la juega en las distancias de luces largas. Sobre semejante augurio se asienta su demoscópica decisión, nada improvisada por latente, de colocar manu militari al ministro de Sanidad como inédito candidato del PSC a la Generalitat y, por supuesto, sin primarias por el camino que le tosan internamente. Un volteo de hondo calado al tablero catalán en cuanto a los pronósticos que se venían cruzando para los resultados del 14-F. El relevo en el cartel destella cargado de un indiscutible trasfondo ideológico -ante el procés, Illa no es lo mismo que Iceta- que justifica las interminables críticas de un corolario de opositores, absolutamente atónitos por la maniobra monclovita y expectantes por el nuevo discurso socialista. La inquietud de ERC reflejada en el inmediato pronunciamiento de Junqueras y la desolación de un desnortado Ciudadanos desvelan sin demasiado esfuerzo cuáles son los nichos electorales más sensibles a la repercusión de esta apuesta personal del presidente del Gobierno español.

Como mínimo, un millón de votos cambiarán de dueño en las próximas autonómicas catalanas. Aquella base constitucionalista que sedimentó el inesperado triunfo de la heroína Inés Arrimadas hasta con 36 escaños fluye ahora por sumideros desconocidos. Ciudadanos sabe que su gesta en el territorio hostil del independentismo ha sido flor de un día. Entre personalismos suicidas -Albert Rivera- y travestismo propositivo -hoy socialdemócrata, luego a Colón y siempre muleta reversible-, su suerte está próxima a la irrelevancia. Hasta su despechada flor de un día Lorena Roldán ha saltado del barco aunque eligió un mal día para darse notoriedad al coincidir con el bombazo informativo de Illa para desesperación del PP. Además, ha ido a refugiarse en una casa con goteras, posiblemente donde solo les queda suspirar por un mal resultado de Vox que no comprometa a Casado. Así las cosas, es fácil imaginarse la escena de más de un buitre partidista sobrevolando sobre el animal electoral herido para engordar sus expectativas. En dos palabras, ERC teme profundamente que Illa rebañe el desencanto de C’s y el PSC surja como una potente alternativa de diálogo entre diferentes, comprensiva con unos indultos que el Gobierno de coalición ampara y abanderando aquella Catalunya emprendedora, inclusiva y modernista que el discurso reiterativo del soberanismo ha eclipsado en los cuatro últimos años. Y enfrente solo estaría el radicalismo y la unilateralidad. A elegir.

Es verdad que el servidor público Illa deberá sacudirse durante varias semanas la comprensible polémica por su salida del Ministerio en vísperas de la inapelable tercera oleada del virus y enfrascarse en una pelea de interés partidista. También aquí Sánchez rompe los esquemas de la lógica, priorizando sorprendentemente un interés electoral aunque, de paso, deja con el pie cambiado a cuantos han venido clamando sin piedad contra los errores de Illa en Salud y exigiendo su dimisión. Escampará. Así lo creen las sucesivas encuestas de Iván Redondo, determinantes en fagocitar ya desde hace dos meses a un Miquel Iceta sin crédito para levantar al PSC en las urnas y, a cambio, exprimir ese perfil sereno, conciliador y sin devaneos identitarios de un Illa reforzado mediáticamente día a día durante el calvario de la pandemia. Además, el candidato degradado tendrá su recompensa como corresponde en justicia a un cualificado hombre de aparato siempre fiel a Sánchez. Un escudero sumiso y comprensivo con los designios puntuales del César. Una actitud nada comparable con ese ramillete de barones irritados -en especial Garcia-Page, otra vez- por las consecuencias que tendría en sus feudos la fundada sospecha de que el indulto a los condenados por el procés recibirá la bendición del Consejo de Ministros desoyendo las determinaciones del Tribunal Supremo. Ahí precisamente estará el ejercicio de funambulismo para el candidato Illa de saber conjugar la búsqueda del apreciado voto perdido de Ciudadanos con el sonoro perdón a los insurrectos soberanistas. Catalunya en estado puro.