uando era pequeña, cada vez que aparecía un circo por nuestra geografía cercana, nos llevaban a ver aquella exhibición de curiosidades que a los críos se nos antojaban extraordinarias. Todo era porque a mi aita le encantaba el circo; sobre todo los trapecistas y los contorsionistas que volaban superando la protección de sus delgados trapecios o dibujaban con sus cuerpos unas posturas que se me antojaban inhumanas. De manera ineludible, siempre había una actuación a la que atribuían, con un dramático redoble de tambores, aquello del más difícil todavía. Y de eso se está viendo bastante en la política española últimamente.

Tras muchos meses ya de desgraciada pandemia por covid, yo pensaba que el virus iba a estar presente en nuestras vidas, con más o menos incidencia hasta la vacunación segura y masiva de la población; que nos condicionaría y rompería -como ya lo ha logrado en gran medida- nuestras costumbres y rutinas sociales, laborales, etcétera, pero no imaginaba hasta qué punto podíamos asistir a un cúmulo de despropósitos tan grande como los que vemos en algunas prácticas políticas.

Hoy, algunos comportamientos de cierta gente de la política se parecen cómicamente a aquellos espectáculos circenses. Payasos, escapistas, especialistas en magia, ventriloquía o mimo, fieras salvajes que no lo eran tanto, pues comían mansamente de la mano domadora -y hacían lo que ésta les mandaba- o equilibristas con red de sujeción para evitar riesgos innecesarios. Ponga usted los nombres propios en cada una de estas especialidades.

Sin duda, en estos días, la artista con más méritos para ocupar el primer puesto del espectáculo es la presidenta de la Comunidad de Madrid; siguiéndole en paralelo el alcalde de la misma ciudad. Podría poner un circo ella solita simplemente cambiándose de traje: pasaría, por ejemplo, de la sobreactuación a modo de payasa redicha y repipi -como cuando se reunió con Sánchez- a escapista de poco nivel que quiere engañar al público con trampas ilusionistas.

Dado el altísimo nivel de incidencia del virus allí, no se entiende una gestión de la crisis socio-sanitaria en Madrid peor o más irresponsable, como tampoco declaraciones tan ridículas como las de Iturgaiz, justificándolo, al afirmar que todo es una vendetta de Sánchez contra Ayuso. Es un escándalo que se nieguen a aplicar medidas, que ya se sabe que son positivas, para evitar una mayor extensión del virus y que, además, ya había aceptado ella. Es inadmisible que trampeen los datos o no hagan tests PCR a la ciudadanía para que les conste menos gente contagiada. No se puede entender, y menos consentir, que tamaña agresión contra la salud pública pueda salirles gratis.

Esta gente siempre busca culpables fuera. Y, mira qué casualidad, la madrileña intentó usarnos a las provincias vascas de Hegoalde de capacico de las hostias, como se dice en Nafarroa, argumentando mentirosamente que estamos peor, a la par que pretendía que nos confinaran también. Yo no entiendo cómo no se alzan en Madrid contra ese gobierno del PP y sus apoyos de C's y Vox, como en el levantamiento del Dos de Mayo, pintado tan brillantemente por Goya.