asta el viernes yo no sabía quién era Rocío de Meer. No sabía por tanto que estaba en Sestao. No sabía tampoco que su partido tuviera mitin. Seguramente usted tampoco lo sabía. Y es que Vox, por sí mismo, no tiene fuerza para llegar a nuestros oídos. Para tener eco necesita de ayuda.

Y en Sestao unos tipos le dieron ese impagable espaldarazo necesario para entrar en campaña. Regalaron a Vox el protagonismo y la visibilidad que no merecen. Son sus tontos útiles: se consideran antifascistas pero emplean los mismos métodos del fascismo, tales como tirar piedras (si finalmente se confirma que recibió una pedrada), insultar, acallar, amedrentar, limitar las libertades ajenas y agredir. No son su contrario, sino la imagen invertida ante el espejo de lo que dicen combatir.

Hoy Vox tiene ya el protagonismo en esta campaña que ni la mejor empresa de comunicación podría haberles diseñado. Ya sabemos quién es Rocío de Meer. Los medios reproducen su foto de mártir de la libertad con el rostro ensangrentado en defensa de su legítimo derecho a organizar su evento sin agresiones. Por el mismo precio, Abascal tiene su foto de gallardo defensor de una libertad de expresión amenazada por los bárbaros. Ambos, en ese momento, tienen razón y hay que dársela. Los populismos de derechas necesitan dos tipos de energúmenos para consolidarse: por un lado los que se creen sus discursos y, por el otro, los que creen combatir la intolerancia por medios intolerantes y violentos. Los del primer grupo son carne de cañón de bulos y cuentos de hadas. Lo mismo te pueden celebrar las payasadas de Miguel Bosé sobre las vacunas, que las historietas de Abascal sobre los eternos valores patrios amenazados por el comunismo y la diversidad sexual. El segundo grupo es igualmente necesario: son aquellos que se creen antifascistas solo porque lo dice su camiseta, porque escuchan otro tipo de música y gustan de un corte de pelo diferente, pero que en el fondo tienen la misma ideología simplista, vulgar, maniquea, violenta y profundamente estúpida.

Un proyecto populista de derechas tiene éxito hoy en día gracias a la conjunción de ambos grupos. La periodista turca Ece Temelkuran lo explica en su libro Cómo perder un país. Allí repasa la experiencia del acceso al poder de Erdogan y el deterioro de las libertades, la tolerancia y la diversidad. Ece nos cuenta que al fascismo no se le combate en su campo de juego, si te metes en su barrizal siempre sale perdiendo la razón y ganando la mentira y el odio.

A la mentira hay que combatirla con inteligencia, a la muerte con vida, y al odio con alegría de vivir. Sin ingenuidad, sin dar la otra mejilla, por supuesto; con dignidad, con resistencia, con severidad, con dureza, apretando los dientes, sin duda; pero nunca con su misma miseria moral e intelectual. A la m'entira se la combate hoy con el esfuerzo del rigor y la razón, nunca con la misma zafiedad.

Vox no tenía campaña hasta que unos tontos útiles lanzando piedras se la han hecho gratis. Y aquí me tienes, yo que me había prometido no hacerles nunca el juego, hablando de ellos desde el mismo arranque de la campaña.