e entre los muchos descubrimientos que han aflorado de la mano de la crisis por el coronavirus seguramente el más llamativo ha sido el del 15-M de la derecha en el barrio de Salamanca en Madrid, el tercer distrito de mayor población en la capital española. No muy lejos de la Puerta del Sol que tras la crisis económica de 2008 alumbró también un 15-M -el movimiento ciudadano que encumbró a Podemos y a su líder Pablo Iglesias-, justo nueve años después, centenares de vecinos de esta exclusiva zona de Madrid se han lanzado a las calles del barrio al grito de “libertad”, envueltos en banderas y mascarillas rojigualdas y con pancartas contra la gestión de Pedro Sánchez y reclamando el fin del estado de alarma. Las protestas se han sucedido todos los días desde el pasado lunes y han tenido lugar en plena calle saltándose la distancia social y con aglomeraciones superiores con mucho a las diez personas. La policía no ha tomado cartas en el asunto y solo se ha limitado a vigilar in situ las protestas, aunque en los dos últimos días las multas, identificaciones y apercibimientos han empezado a aflorar.

El detonante de la pequeña revuelta callejera de centenares de vecinos de esta zona exclusiva de la capital española, que también se ha expandido a otras ciudades del Estado como Logroño, Santander, Sevilla o Salamanca, ha sido el rechazo del Gobierno de Sánchez a que Madrid pase a la fase 1 de desescalada con el consiguiente levantamiento de algunas restricciones de movimientos. La presidenta de esta comunidad, Isabel Díaz Ayuso, puso el grito en el cielo por la negativa del Gobierno de Pedro Sánchez y la mecha prendió en este barrio plagado de tiendas de lujo, conocido como la milla de oro de la ciudad, con el metro cuadrado a 9.000 euros y una renta media disponible de 68.333 euros.

En esta zona, en sus diferentes calles -muchas de ellas dan nombre a las casillas del juego del Monopoly-, los aplausos a los sanitarios desde los balcones a las 20.00 horas han mutado en una repetición del himno español a modo de letanía, gritos de “libertad”, y reproches y pancartas contra el presidente Sánchez y banderas rojigualdas por las cuatro esquinas. La protesta empezó, sí, en los balcones con caceroladas, un utensilio de cocina antes solo utilizado por el personal de servicio del que disponen muchos de los vecinos acaudalados de esta zona y que ahora sirven de tronera para expresar su descontento. Pero de los balcones bajó a la calle.

Ante la inacción policial, primero de la Policía Municipal y desde el jueves de la Policía Nacional, los manifestantes se han venido arriba y van creciendo en número por las calles del barrio, no sin críticas de algunos otros vecinos que piden que las protestas vuelvan a los balcones y cacerola en mano.

El móvil y los guasap están siendo los mejores aliados para la quedada callejera, mientras que las redes sociales han echado humo ante el estupor que están generando este mini 15-M de la derecha (en las últimas elecciones municipales de 2019, PP, Vox y Ciudadanos tuvieron en este distrito un respaldo de casi un 90%). Mientras en otros lugares se está apercibiendo a ciudadanos que se saltan las normas, en esta zona sus lujosos vecinos parecen campar a sus anchas y en los últimos días siguen reuniéndose alrededor de 400 personas en las calles del barrio.

“Atención, atención, les habla la policía. Conforme a lo dispuesto en el Real Decreto 463/2020 deben mantenerse en movimiento en la vía pública y respetar la distancia social”. El megáfono policial el jueves por la tarde en las calles Ayala y Núñez de Balboa no lograba contener el conato de rebelión, una revolución sin camisetas del Che Guevara sino más bien de palos de golf, como el del manifestante que se echó a la calle con aires de Jon Rahm -el golfista de Barrika- y la emprendió a golpes contra una señal. La imagen se hizo viral y simboliza mejor que nada la naturaleza de la protesta de muchos vecinos de este barrio plagado de tiendas de lujo y con lonjas y viviendas en alquiler que, con la pandemia, han caído en picado.

Los manifestantes protestan porque consideran que se están recortando los derechos y libertades y porque creen que Sánchez está utilizando el estado de derecho para impedir que la gente se junte en las calles. Ante semejante desafío su respuesta ha sido precisamente tomar el barrio, adueñarse de las aceras e incluso los cruces de calzada. Algunos optan por dar vueltas a la manzana, armados de utensilios de cocina, dando vueltas en círculos una y otra vez mientras piden la “dimisión” de Sánchez.

El fenómeno se ha bautizado como el efecto Cayeborroka, un juego de palabras con el nombre Cayetano (que evoca a la dirigente del PP Cayetana Álvarez de Toledo, azote del Gobierno de Sánchez) y la kale borroka, que, paradojas del destino, ha rebrotado esta misma semana en Euskadi con varios episodios a modo de quema de un cajero en Ea, y pintadas intimidatorias en batzokis del PNV y casas del pueblo del PSE.

La rebelión de los ricos en Madrid y su escasa observancia de la distancia social se ha mantenido pese a la tozudez de los datos. La capital española y Barcelona encabezan el ranking de contagiados y fallecidos y pese a ello siguen en pie de guerra, jaleados por Díaz Ayuso que el miércoles llegó a decir: “Esperen a que la gente salga a la calle tan pronto acabe el confinamiento porque lo de Núñez de Balboa les va a parecer una broma”. Paradojas de la vida, Díaz Ayuso en modo revolucionaria se erige en líder espiritual del 15-M de los ricos, mientras el líder del 15-M original, el de la izquierda, dirige los destinos del país desde la Vicepresidencia del Gobierno español. Quizás sea una profecía.

Los manifestantes, muchos de ellos propietarios de viviendas de alquiler, protestan todas las noches contra el estado de alarma