i hay un caso que muestre cuan delirante puede llegar a ser el poder político no democrático, este es de la actual República de Ruanda. Esta antigua colonia belga (independiente desde 1962) es una de las pocas naciones africanas con un solo idioma nativo -el kinyarwanda-, pero en los últimos 12 años el Gobierno ha cambiado tres veces el idioma obligatorio de la enseñanza pública primaria.

Durante la época colonial el país tuvo dos parlas: el kinyarwanda indígena y el francés administrativo. Y esto siguió siendo así en los primeros años de la independencia. Pero cuando el país entró en una vorágine de genocidios (que culminó en 1994 con el final de la dictadura del presidente Juvenal Habyarimana), el actual presidente ruandés -Paul Kagame- fue uno de los muchos niños que huyeron con sus familias a un país vecino, de pasado colonial británico.

En eso del exilio anglófono, Kagame fue uno de muchos, pero ha sido uno de los poquísimos que enfermó de anglomanía. Quedó tan deslumbrado por esa cultura que no sólo ha tratado de trasladarla a Ruanda, sino que incluso llegó -estando ya en el poder en Kigali- que Ruanda ingresara en el 2009 en la Commonwealth a pesar de que el país no fue nunca una colonia británica.

De que esta afiliación carecía de consecuencias prácticas se dio cuenta todo el mundo en el partido del presidente (el Frente Patriótico Ruandés, FPR), inclusive el propio Kagame. Y como Ruanda está rodeada de naciones de pasado colonial británico que aún tienen el inglés como lengua administrativa o incluso como "lingua franca", dada la pluralidad de idiomas nativos -casos de Ghana y Uganda, por ejemplo-, Kagame que gobierna con mano casi tan dura como su predecesor, decidió implantar el inglés como segundo idioma de Ruanda. Y como primer pasó decretó (2008) que la enseñanza primaria se diera en inglés.

La medida fue un fracaso estrepitoso. No podía ser de otro modo, porque la ordenanza se impuso de sopetón y en aquel entonces apenas el 16% de los maestros de primaria sabían (o decían saber) hablar inglés. Hoy, a la tercera intentona, los maestros capaces de enseñar en ese idioma son el 38% del gremio, pero en Kigali -la capital- apenas el 16% del alumnado escolar lo chapurrea. Y en las zonas rurales, donde reside la mayor parte de la población, el porcentaje de las familias en las que se habla o entiende el inglés baja dramáticamente.

Pero todo esto da lo mismo. En Ruanda manda el FPR y su presidente, Kagame. O al revés, que es lo mismo. Tan lo mismo, que la política de educación fracasa año tras año -¡el país ha tenido 14 ministros de Educación desde 1962!- porque el poder político atiende más sus ensueños que las realidades sociales. Lo de imponer la enseñanza primaria en inglés se ha intentado ya tres veces; en cambio, reducir al proporción de alumnado/profesores está aún pendiente. Y está proporción es en Ruanda de 60 a 1.