Hace ya quince días que no sabe nada de Pavlo y Dasha. "La gente me pregunta: ¿cómo lo llevas, Nerea? Yo me quedo pensando que si es duro para nosotras, desde aquí en la distancia, lo que no estarán pasando ellos". La última vez que la donostiarra Nerea Albisu tuvo noticias de estos hermanos de nueve y diez años, "estaban bien, aunque asustados. Dormían en el sótano. Son críos que hasta hace unos días corrían por las calles del pueblo. Ahora viven escondidos".

La intensidad de los bombardeos rusos en Ucrania alcanzó la localidad de Makarivka, donde residen. "La zona está devastada por la guerra. Nos llega algo de información gracias a personas que residen en Kiev. Nos dicen que los rusos han tomado las calles del pueblo donde viven, que saquean las tiendas y no dejan salir a la calle. No nos han llegado malas noticias sobre los pequeños, pero hay que sacarles de ese horror cuanto antes, porque son parte de nuestra familia".

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Albisu mantiene contacto con Marina, otra de esas niñas que ha venido a Euskadi durante años y que ahora, mayor de edad, reside en Kiev, donde le ha sorprendido la guerra. "Tiene 22 años. Estuvo viniendo a Donostia desde los siete hasta los 16. Nos mandamos mensajes por Instagram. Tiene mucho miedo".

Mientras las tropas rusas toman Macarivka, las autoridades ucranianas hacen lo que pueden para evacuar a la población. En las afueras de la ciudad, soldados ucranianos se trasladan de casa en casa en un intento desesperado por poner a salvo al mayor número de civiles.