Europa marcó el pasado miércoles el camino y ha sentenciado a los combustibles fósiles en su odisea hacia la neutralidad climáticaneutralidad climática en 2050. Dicen que el cambio, pendiente de negociación con los 27 Estados miembros y el propio Parlamento Europeo, durará meses, quizás dos años, pero que debemos estar preparados para cambios profundos en nuestra vida. Ya hay quien adelanta que nos va a salir caro, que nos tocará el bolsillo, pero la Comisión Europea ve en esta apuesta una oportunidad de futuro. Lo verbalizó la propia presidenta Ursula von der Leyen: “Queremos dejar a las próximas generaciones un planeta saludable y buenos empleos”. Una lucha sin cuartel contra el cambio climático.
Iker Larrea, director de Mercados de la empresa vasca Factor CO2, analiza para NOTICIAS DE GIPUZKOA los entresijos de esta apuesta. Las claves de una transformación que plantea retos enormes a nuestro modo de vida; y también a la industria vasca, que tiene ante sí retos importantes, como la transición hacia el hidrógeno verde como fuente principal de energía. Un sprint hacia la sostenibilidad después de que la crisis de 2008 diese al traste con un montón de buenas intenciones. “La década de los 10 fue la década perdida del cambio climático”, asegura este experto.
Empezamos. Técnicamente, explica Larrea, el Fit for 55 es una combinación de tres cosasFit for 55: “Objetivos políticos más ambiciosos de cara a 2030, instrumentos de mercado para empujar a todos los factores a la reducción de emisiones y normativas más exigentes, fundamentalmente en el transporte por carretera”.
“La idea fundamental es que para cumplir el objetivo hay que hacer un montón de cosas”, alerta este experto en mercados de emisiones. Una de las herramientas para alcanzar dicho objetivo es potenciar el mercado europeo de derechos de emisión. “El mercado europeo de derechos de emisión regula actualmente las emisiones de más de 10.000 instalaciones eléctricas e industriales, pero no lo están aún el resto, las “mal llamadas” emisiones difusas.
¿Por qué “mal llamadas”? Larrea asegura que esas otras emisiones “eran difusas cuando empezamos a controlar las emisiones en 2005”. La industria y el sector eléctrico emitían entonces más que el transporte, el sector comercial-residencial, los residuos y el agroforestal juntos. Pero estas emisiones son ahora el mayor problema”, apunta Larrea.
Pero eso no quiere decir que la industria y el sector eléctrico ya hayan agotado su potencial de reducción de emisiones. Industria y electricidad ya tienen su propio objetivo fijado, reducir sus emisiones en un 61% respecto a los niveles de 2005. Los objetivos de reducción en el resto de los sectores van en función de cada estado miembro”, señala Larrea. Por ejemplo, el nuevo objetivo propuesto ahora para el Estado español en este ámbito es del 37,7%.
Para el conjunto de Europa, la Comisión ha propuesto reducir las emisiones difusas en un 40% para el año 2030 respecto a los niveles de 2005. El problema es que en ese terreno no se han producido avances en los últimos años. “Al contrario de lo que sucede en el sector eléctrico y en la industria estamos planos en difusas. Es el gran drama, porque no conseguimos reducir esas emisiones”.
Pero ya hay hitos marcados a rojo en el calendario. Por ejemplo, la Comisión ha fijado que ya no se van a poder vender coches de combustión -gasolina, gasoil, gas o híbridos- a partir de 2035. “El vehículo eléctrico es la gran apuesta”, asegura el director de mercados de Factor.
También se están potenciando mucho los sumideros terrestres de carbono. “Aumentar la superficie boscosa, gestionar mejor el bosque que tenemos y tener mejores prácticas agrícolas”, asegura Larrea.
¿Pero qué es gestionar mejor un bosque? “Tener un bosque más sano equivale a más capacidad de absorción”, aclara. Gestionar activamente, por tanto, y evitar el abandono de superficies.
Y es que la gestión forestal sostenible va a jugar un papel mucho más importante en la nueva política de cambio climático. “En 2050 queremos alcanzar la neutralidad climática y parte de ella pasa por absorber el CO2 mediante sumideros naturales de carbono. Porque en 2050, algunos procesos naturales e industriales seguirán emitiendo emisiones”, advierte Iker Larrea. Que nadie piense, por tanto, que dentro de tres décadas no vamos a emitir GEI a la atmósfera. Lo que hay que hacer es emitir menos que el que se pueda absorber.
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Y todo apunta a que esas emisiones, explica Larrea, “las vamos a tener que absorber con sumideros terrestres de carbono, a menos que surja tecnología para la captura y almacenamiento de carbono”. ¿Ciencia ficción? ¿Podría el ser humano desarrollar sistemas para depurar nuestra atmósfera? Haberlas, haylas, reconoce Larrea, pero “no a costes competitivos”.“A nivel tecnológico, sí se puede capturar y almacenar carbono, pero económicamente los costes son muy altos. Es más barato gestionar mejor el sector agroforestal”. Optimizar su capacidad de absorción mediante una gestión eficiente es el gran reto.
“La Unión Europea quiere ir por ahí, y que el sector primario sea la primera cadena de valor neutra para 2035”. Este ejercicio es relativamente sencillo, porque los propios bosques y el sector forestal están enmarcados en el agro.
las emisiones del ciudadano
“El miércoles la Comisión decidió mantener la aviación dentro del mercado de derechos de emisión, incluir el sector marítimo a partir de 2023 y plantea la creación de un mercado paralelo para el transporte por carretera y los usos residencias de la energía. Un mercado paralelo que se espera para 2026”, apunta Iker Larrea. En cinco años.
La máxima es clara. Es la misma que para la industria y el sector eléctrico. “El que contamina paga”, insiste este experto. Y eso quiere decir que los combustibles de nuestros vehículos y los combustibles fósiles de nuestra calefacción serán más caros, porque incluirán el precio de los derechos de emisión de ese nuevo mercado. Es decir, si voy a emitir, tengo que abonar su respectivo derecho de emisión. Estaremos, por tanto, pagando el CO2 que va a quemar el motor de nuestro coche. A kilo, como las frutas.
Un ejemplo: vamos a una gasolinera. “Es un simple ejercicio de química y matemáticas”, precisa Larrea. Las distribuidoras de combustibles acudirán al mercado de emisiones que se creará para el transporte de carretera en 2026 y comprarán los derechos equivalentes al combustible que venden. Cada tonelada de carbono tendrá un precio. Si yo reposto 50 litros de gasolina de 95 octanos, es sencillo calcular cuánto CO2 voy a emitir exactamente por el tubo de escape y la gasolinera me repercutirá en el precio lo que ha pagado previamente por sus derechos de emisión. El precio del CO2. Y lo mismo con la calefacción.
Larrea alerta de los retos a los que se enfrenta la industria. No tanto el sector eléctrico, porque “las energías renovables son ya competitivas”. Sin embargo, apunta, la industria tiene un reto importante. Tiene que transitar hacia el hidrógeno verde lo más rápido posible. La indicación es transitar de manera urgente, pero la tecnología no es madura y los costes son altos aún”, precisa.
Eventualmente, desaparecerá el carbón y el ciclo combinado, sí, pero en la industria, afirma este experto, “la manera más barata y eficiente de generar calor industrial hoy es el gas natural. Sustituirlo con hidrógeno verde, que se fabrica a partir de electricidad renovable, será todo un reto”.
Y luego iremos de nuevo los ciudadanos. “Cuando el hidrógeno verde sea la manera de generar calor industrial, la idea es empezar a utilizarlo ya a nivel residencial, pero podríamos estar hablando de las próximas décadas”, afirma.
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