- Los férreos controles policiales para frenar el curso de la pandemia hacen aflorar estos días la extraordinaria vulnerabilidad de las personas sin hogar. La emergencia sanitaria y el estado de alarma decretado barre de las calles cualquier movimiento no autorizado, convirtiendo en estampa habitual la orden de abandonar la vía pública a quienes no tienen hacia dónde marchar. Reorganizar los recursos asistenciales de Gipuzkoa dirigidos a este colectivo se ha convertido en un cometido inaplazable, en el que las instituciones y entidades sociales trabajan a contrarreloj para dar respuesta.

Así, en Hotzaldi las cosas cambian a partir de hoy. Las 42 personas que han pernoctado en el centro de Cáritas, que hasta ahora solo daba alojamiento nocturno, no saldrán a la calle como venían haciendo hasta ahora, atendiendo así a los requerimientos sanitarios para evitar más contagios. Otro tanto ocurrirá con los 22 usuarios del Aterpe, también gestionado por Cáritas. Son en total 64 plazas que pasan a ser ocupadas temporalmente durante todo el día.

Las extraordinarias circunstancias imponen un cambio radical en la dinámica de trabajo habitual. Es preciso realizar una labor de contención para atender a este sector de población y frenar la transmisión del virus, que por el momento deja en Gipuzkoa un total de 131 personas infectadas, 39 de ellas hospitalizadas, y cinco muertos.

Las nuevas medidas responden a una realidad que desde que se decretó la emergencia sanitaria y el estado de alarma venía observando la Red de Acogida Ciudadana. Sus integrantes han visto con cierta impotencia el caminar errante de personas sin hogar que no sabían dónde meterse a lo largo del día, con los inconvenientes añadidos de la adversidad climatológica y la presión policial.

Desde Cáritas reconocen la implicación del equipo "en la primera línea de trinchera", pero admiten encontrarse ante un escenario cambiante que supone un factor de presión añadido para el personal que atiende al colectivo. "Sigue habiendo personas que a día de hoy no tienen alojamiento. Tenemos contacto con unas 90, a las que estamos ofreciendo un tuper de comida, a la espera de que la Administración les ofrezca una respuesta", explica Iñigo Martínez, coordinador del Aterpe.

Ayer por la tarde una furgoneta cargada con mantas y camas de campaña se dirigía al barrio donostiarra de Amara. El Ayuntamiento de Donostia ha movido ficha y el frontón Atano III, en Anoeta, estará hoy preparado para dar cabida a unas ochenta personas. El Consistorio se ha visto en la obligación de cerrar el Gaueko Aterpea, recurso de Zorroaga que presta acogida nocturna, al no reunir las condiciones para mantener las mínimas distancias de seguridad recomendadas.

Así, el Consistorio también ha tenido que transformar el albergue de Ondarreta (La Sirena) en un espacio destinado a personas sin hogar. El martes fue utilizado por 25 personas y ayer estaba previsto que acudieran en torno a una veintena. Este albergue de viajeros está operativo desde el lunes junto al centro para transeúntes Abegi Etxea.

La Diputación también está reorganizando sus recursos. Esta semana emitió un comunicado anunciando que, "dada la situación de excepcionalidad y confinamiento", se ha puesto a disposición del Departamento de Políticas Sociales y autoridades sanitarias los cuatro albergues de que dispone en Zarautz, Orio, Hondarribia y Segura.

En principio, se anunció que estaba previsto reubicar a personas mayores, sin hogar y menores. El Ejecutivo está diseñando la nueva organización. Según fuentes consultadas, por el momento se ha descartado que personas mayores ocupen estos nuevos recursos. Las nuevas medidas se darán a conocer en breve.

Una reorganización a todos los niveles dirigida a un colectivo que siempre lo ha tenido difícil para salir adelante pero que en la actual situación lo tiene francamente complicado. "Hemos visto de todo estos días atrás. Trabajadores sociales y policías que dependían de sus superiores y no sabían muy bien ni qué mensaje trasladar a pie de calle. Ha habido agentes que les obligaban a las chicos a irse a casa, y aunque les dijéramos que no la tenían, les daba igual". Elena Rincón, integrante de la Red de Acogida Ciudadana, ha acompañado a muchos de estos chavales. Las instituciones se han movido y están trabajando con urgencia, pero las necesidades a pie de calle exigen respuesta. "Los vecinos les veían caminando y alertaban a las patrullas. Los policías les indicaban a los jóvenes que al menos no anduvieran en grupo, que se diseminaran, pero les tratábamos hacer ver que no podían estar solos".

Desde esta plataforma denuncian constantes amenazas de multa por andar en la vía pública a quien no tiene dónde meterse. "Estos días ha aflorado una realidad que siempre ha estado ahí, de la que no tiene la culpa el coronavirus. Estamos hablando de unas personas que viven al margen de la sociedad, en un limbo. Ni siquiera son ciudadanos de segunda", denuncia Rincón.

La incógnita por despejar ahora es si los recursos habilitados servirán para ir acogiendo paulatinamente a estas personas, muchas de las cuales duermen en cajeros u ocupando pabellones industriales.

No es fácil que todos se presten a cambiar sus hábitos, teniendo en cuenta que va a ser por una temporada, y que a la vuelta, cuando todo se normalice, pueden haber perdido incluso ese espacio humildemente adecentado bajo un puente que es su morada.

La Diputación también ultima el plan de acogida en los cuatro albergues ubicados en Zarautz, Orio, Hondarribia y Segura