donostia - Siete años. Es el tiempo que ha durado una de las obras más complicadas a las que se ha enfrentado Gipuzkoa en los últimos tiempos. Un proyecto que, desde que se licitó en 2012, ha pasado por innumerables contratiempos, entre otros, la suspensión de un contrato de adjudicación por los sobrecostes experimentados y la convocatoria de un nuevo concurso público. Ahora, siete años y casi 90 millones de euros después de aquella primera licitación, la carretera de Deskarga (GI-632) es prácticamente una realidad. El último tramo en construcción, aquel que corresponde a los 4,2 kilómetros de desdoblamiento del puerto de Deskarga, entre Antzuola y Bergara, abrirá al tráfico el próximo 28 de marzo y a partir de ese momento podrá darse por concluida la denominada Rotonda de Gipuzkoa, es decir, la red de infraestructuras que permite que todos los municipios del territorio estén conectados a una red viaria de alta capacidad (autovía o autopista) a una distancia máxima de 15 kilómetros.
Cinco grandes ejes viarios El macroproyecto de la Rotonda de Gipuzkoa fue presentado por la Diputación hace más de una década. Cinco grandes ejes viarios, más de 150 kilómetros de vías de alta capacidad: la autopista Eibar-Gasteiz (AP-1), la reforma y ampliación de la AP-8, la autovía Beasain-Bergara (GI-632), la autovía del Urumea (GI-131) y el segundo cinturón de Donostia (GI-20) dan forma a la rotonda. Una inversión total que supera los 1.700 millones y que fue pensada para “conducir mejor y más seguros”, para “estar más y mejor conectados” y para “facilitar los tránsitos”.
La Rotonda de Gipuzkoa fue presentada como un “proyecto de diez pasos vitales” para un “gran salto adelante”. El esfuerzo económico y logístico debía ir unido a la paciencia de todos los conductores, que vieron cómo durante meses, y en ocasiones años, diferentes tramos del territorio quedaban reducidos o incluso cerrados.
El primer paso quedó finalizado el 1 de enero de 2008, con la apertura del tramo de la autopista AP-1 Arrasate-Izuzkitza. Se llevó a cabo una inversión de 343 millones de euros para una longitud de 16,8 kilómetros entre los que se realizaron las obras del túnel de Izuzkitza y los viaductos de Arbizelai y Marín.
A continuación se puso en funcionamiento el tramo Eibar-Arrasate de la misma autopista, una distancia de 15,1 kilómetros, que acogía las obras de los túneles de Gallastegi, San Mar-tzial, Lezarri e Ikastaundi.
La autopista AP-8 también vio cómo partes de su recorrido quedaban transformadas. Se produjo una renovación integral del firme y reperalteo del tramo Zarautz-Eibar (muga), se llevó a cabo la ampliación del peaje troncal de Zarautz y del nuevo centro de control y se construyó un tercer carril así como el semienlace de Orio entre Zarautz y Aritzeta, iniciado en 2006 y finalizado tres años más tarde.
El sexto paso se llevó consigo gran parte del presupuesto de la Rotonda de Gipuzkoa, concretamente 280 millones de euros que fueron destinados a la creación del segundo cinturón de Donostia, el de Oiartzun-Aritzeta-Orio. Suponía un tramo de 16,2 kilómetros iniciado en 2006 y finalizado en 2009 que se convertía en una alternativa a la variante donostiarra que comienza en la localidad oiartzuarra para desembocar en Aritzeta-Orio con enlace a la autovía del Urumea y la N-1.
La construcción del tercer carril de la autopista AP-8 en los tramos Intxaurrondo-Pasaia y Oiartzun-Irun supusieron un desembolso de 32 millones de euros, mientras que por otra parte se creó la nueva estación de peaje de Irun Oeste, la ampliación del peaje troncal de Irun y la renovación del firme.
Por último, se llegó a un acuerdo con la autopista francesa ASF para la gestión conjunta en caso de grandes colas en el paso de Biriatu, único punto de Europa con un acuerdo internacional de este tipo, y la implantación del nuevo sistema de telepeaje Abiatu con derecho a descuentos.
GI-632, la obra que empezó en 1995 Pero si una obra se ha convertido en la pesadilla de los gestores guipuzcoanos (PNV y EH Bildu se han peleado con ella, siendo los jeltzales los que la han concluido), esa ha sido la GI-632.
El primer tramo de esta autovía guipuzcoana, el que une Beasain y Ormaiztegi, se inició en 1995 y se abrió al tráfico en 1998, pero hubo que esperar siete años más para que entrase en funcionamiento el segundo sector, este entre Ormaiztegi y Zumarraga, que se inauguró en 2005. Siete años más tarde se abrió el tercer tramo, habilitando el túnel de Argixao y llevando la autovía hasta Legazpi-Urretxu, en junio de 2012. Casi tres años después, en marzo de 2015, el desdoblamiento de la GI-632 experimentó otro impulso con la apertura de otros dos kilómetros entre Legazpi y la mitad del puerto de Deskarga, en Antzuola.
Desde este último tramo se conecta con el que se abre al tráfico ahora. Un ramal de 4,2 kilómetros que separa Antzuola de Bergara y que se licitó en 2012, pero el concurso quedó suspendido en 2015 por sobrecostes. Las obras se reanudaron en febrero de 2017, tras un parón de dos años.
Ahora, con su apertura al tráfico, la distancia entre Beasain y Bergara se reduce a once minutos y el gran desembolso económico y los largos años de obras sufridos en las carreteras, Gipuzkoa da por terminada al fin su red de carreteras de primer nivel. Con la Rotonda de Gipuzkoa culminada, cualquier municipio del territorio tendrá a menos de 15 kilómetros una carretera de alta capacidad. Todos los valles guipuzcoanos quedarán conectados entre sí, facilitando y mejorando la movilidad. Un objetivo deseado durante años que tras más de una década llega a su fin.
150
Kilómetros. Es la longitud que alcanzan las carreteras de alta capacidad que conforman la denominada Rotonda de Gipuzkoa y que permite que todos los municipios del territorio tengan una vía de primer nivel a menos de 15 kilómetros de distancia.
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Grandes ejes viarios conforman la rotonda. Se trata de la autopista Eibar-Gasteiz (AP-1), la reforma y ampliación de la AP-8, la autovía Beasain-Bergara (GI-632), la autovía del Urumea (GI-131) y el segundo cinturón de Donostia (GI-20) dan forma a la rotonda. Una inversión total que supera los 1.700 millones de euros y que fue pensada para “conducir mejor y más seguros”, para “estar más y mejor conectados”.
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Años y cerca de 90 millones de euros y dos concursos públicos. Es lo que ha costado concluir el último tramo de la GI-632, el que discurre entre Antzuola y Bergara, que se abrirá al tráfico el día 28 del próximo mes.