donostia - Los perros, objeto de deseo en ciudades, donde han registrado un incremento exponencial en los últimos años, pueden convertirse en animales peligrosos si no hay quien vele por ellos en los entornos rurales. Los ataques a los rebaños de ovejas se recrudecen en las últimas semanas, como revelan las duras imágenes que hicieron públicas ayer pastores de Euskal Herria, que asisten con impotencia a las dentelladas que sufren ovejas literalmente devoradas por los canes, “ante la nula colaboración por parte de las instituciones”.

Las fotografías recogen los devastadores efectos del acoso a rebaños que pastan en Zaraia, la sierra kárstica ubicada dentro de los términos municipales de Eskoriatza, Aretxabaleta y Oñati. Desde el 13 de octubre, según denunciaron ayer en una comparencia pública los pastores del extremo suroeste de Gipuzkoa, los “continuos” ataques han afectado a quince rebaños, con un saldo de más de 70 cabezas muertas. “A pesar de tener conocimiento desde el primer momento tanto la Ertzaintza como los guardas de la Diputación, los perros siguen sueltos por el monte y el número de ovejas muertas va en aumento”, denunció el pastor atxabaltarra Iñaki Oraa.

Los canes han dejado de ser guardianes de caseríos y se han hecho urbanitas, algo que se percibe a diario en la calle, con un incremento de mascotas sin precedentes. Solo en Gipuzkoa hay 101.308 perros, prácticamente uno por cada siete habitantes, con un crecimiento similar en Euskadi: de los 119.851 canes del año 2000 a los 333.902 actuales, según la estadística del Regia, el Registro General de Identificación de Animales de la Comunidad Autónoma del País Vasco.

La presencia de animales de compañía en el medio urbano es un fenómeno que no cesa. Donostia (19.502 canes); Irun (8.149); Errenteria (4.531) y Hernani, con 3.332, figuran como las localidades con el mayor número de perros. Es el animal de compañía por excelencia también en el Estado, con un censo de 5.147.980 ejemplares (21,9% del total).

mascota y compromiso Todos esos animales que han pasado a formar parte de la familia son también uno más a la hora de hacer planes de ocio y fines de semana. Pero tener un perro exige un compromiso, una responsabilidad. Y es en ese contexto de crecimiento desmedido de canes en la ciudad donde se percibe cierta fricción con el entorno rural, donde más de un can es abandonado.

No representa un problema exclusivo de las explotaciones de Debagoiena. Al acto reivindicativo acudieron ayer pastores de Gipuzkoa, Araba, Bizkaia y Nafarroa, que no ocultaron su enfado y “enorme impotencia” ante una situación que, de seguir así, les hace temer por el futuro de su profesión.

Uno de los testimonios más elocuentes fue el de Mari Puri Arrieta, del municipio vizcaino de Zeanuri. La pastora reconoció que, en la medida que aumentan los ataques de los perros, lo hace también la tensión entre la ciudad y el campo. “Tenemos un sector urbano que es muy potente y que en su tiempo de ocio se acerca al medio rural. En ese contexto, cada vez somos menos quienes nos dedicamos al sector primario y quienes realmente vivimos en el mundo rural. Así, ante esa avalancha que nos viene con sus normas, tenemos que oír habitualmente eso de que el monte no es tuyo, que mi perro tiene derecho...”.

Sus palabras pusieron sobre la mesa la necesidad de tender puentes entre ambos mundos que, como las familias que se necesitan, están condenados a entenderse. Durante la rueda de prensa los pastores denunciaron los daños que, en concreto, han ocasionado en las últimas semanas dos perros en la sierra de Zaraia, dejando un saldo de 70 animales muertos. “Aparte de esas ovejas, esta situación está haciendo variar el manejo de los rebaños, teniendo que abandonar precipitadamente el monte para consumir los pastos reservados para el invierno”. Los pastores denuncian que este cambio de usos y costumbres en su quehacer diario supone un gran sobrecoste en la viabilidad de las explotaciones.

Arrieta se dirigió a esas familias y particulares que acuden a los montes con sus perros a disfrutar del fin de semana. Se dirigió a ellos para hablarles desde el corazón. “Les pido que tengan un poco de empatía con la vida que nosotros llevamos, con el esfuerzo diario que supone salir adelante. ¿Por qué creen que hay cada vez menos gente en el sector primario? La respuesta es bien sencilla: porque esto es muy duro. Sin embargo, a pesar de todo, a algunos nos sigue gustando vivir aquí, y me gustaría precisar que no estamos en contra de nadie, ni de los perros ni de que la gente venga el monte”. Admitió que han recibido críticas en más de una ocasión. Se les ha reprochado que deberían pasar más tiempo con sus ovejas. Arrieta respondió lo siguiente: “A todas esas personas que nos lo reprochan, les podemos decir que con nuestros animales estamos, pero que también tenemos derecho a dormir”.

Hubo gestos serios y rostros de preocupación durante la comparecencia conjunta. “En un año y dos meses hemos sufrido cinco ataques”, denunció Belen Etxebarria, propietaria de otra explotación.

un problema “general” Al margen de las bajas de las últimas semanas localizadas en un área concreta de Gipuzkoa, los pastores denunciaron que, tras recabar los testimonios de otros profesionales provenientes de toda la geografía vasca, se enfrentan a “un problema general”. Y ante él reivindican concienciación y sensibilidad a la ciudadanía. “Hay que hacer ver las barbaridades que pueden cometer unos perros descontrolados, y las consecuencias que todo ello acarrea en la forma de trabajo y economía de los pastores, alterando nuestro sistema productivo”.

Pastoras como Arrieta reivindicaron la importancia de los rebaños en el equilibrio natural de nuestros montes. “¿Queremos una ganadería extensiva o no? ¿Queremos que el ganado y los rebaños de ovejas continúen pastando en nuestros prados? Si así lo deseamos, y si el mundo urbano quiere disfrutar de todo ello durante el tiempo de ocio, es necesario garantizar unas condiciones mínimas para que la ganadería extensiva y el sector primario perduren”.

La pastora pidió un mínimo de respeto. “Si, por ejemplo, un pastor le pide un día a un ciudadano que ate su perro, que lo ate. De hecho, por norma lo debería llevar atado”, advirtió. A este respecto, los representantes del sector primario denunciaron la falta de un protocolo que les indique cómo actuar ante este tipo de situaciones. “En nuestro caso, no hemos tenido que lamentar bajas, pero sí es verdad que nos atacó un dogo argentino y que al amo le dije que su perro sabía matar. Tuve suerte con las dos ovejas que fueron atacadas al lado de casa. El perro fue al cuello. El dueño me dijo que claro que su animal sabía matar, que esos perros tenían capacidad para ello pero que estuviera tranquila porque disponía de seguro”.

La mujer echó mano de ese caso en concreto para pedir “a la gente que viene de la ciudad que nos conozca un poco más, que además cada vez somos menos”. Los pastores advirtieron que de no cambiar la situación actual podría llegar a estar en peligro la subsistencia de los rebaños, pastores y explotaciones. Entretanto, ven “nula colaboración” de las instituciones y del colectivo de guardas. Las normas para perros y para sus dueños, según denuncian, no se cumplen, y desconocen qué Administración es la responsable de aplicarlas.