El Real Moto Club de Gipuzkoa cumplió ayer 100 años de vida y sus miembros lo celebraron convirtiendo la calle Usandizaga en un museo de motocicletas históricas. Los socios exhibieron una amplia y lustrosa colección de motos antiguas, auténticas joyas del motor cuidadas con el mimo que merecen las piezas de museo.
Y es que, desde el año 1969, la calle Usandizaga lleva siendo el punto de encuentro para los casi 300 asociados de la entidad, ya que su sede -dedicada a organizar salidas y diferentes actividades relacionadas con el mundo de las dos ruedas- está situada en el sótano del bar Moto Club, precisamente en la calle que transformaron ayer en un improvisado museo de la motocicleta.
La jornada comenzó con la llegada de las primeras motos, dos de las cuales acapararon una mayor expectación. “Para la ocasión hemos traído una BMW Guerra de la Segunda Guerra Mundial con el soporte de la metralleta, y otra BMW con la que el recordado Juan Kutz corría en el año 1948 en las carreras del circuito de Amara”, destacaba el vicepresidente de la entidad, Joaquín Zabala. “Es una exposición de las motos más clásicas y han sido los socios del club quienes las han traído”, añadía.
Fue precisamente la moto de Kutz, fundador de la cervecera Keler, la que generó más comentarios por parte de los donostiarras que lo recordaban. “Kutz pasó a ser una leyenda urbana por una histórica carrera de la que, se comentaba, salió ileso. Se trataba de una carrera en la que participaron dos motoristas. Uno salía desde Amara y el otro desde el último puente, ambos por el pretil del río. El que llegara antes al otro extremo ganaba, pero el rival de Kutz cayó y el ganador pasó a ser un mito. Era un camino imposible”, relataba el donostiarra Gregorio Martínez. Junto a él, Martín López recordaba a Kutz como “un gran aficionado a todo lo que oliera a gasolina. Lo recuerdo paseando por la calle Matía con alguna de sus joyas. Yo fantaseaba con montar en alguna”, confesaba López junto a la BMW.
La cita prosiguió con una exposición de fotos y vídeos antiguos en el local de Keler, que estuvo acompañado por una actuación coral y una merienda. Además, el bar Moto Club cocinó paellas para los socios.