El argentino Diego Lerman se mete con El suplente en los mares por los que ya navegó Laurent Cantet en La clase (2008) y en El taller de escritura (2017). Lucio (Juan Minujín) es un escritor frustrado que aspira al mundo académico pero que acaba en un instituto de una barriada empobrecida, sustituyendo a un profesor que está de baja. Allí, entre alumnos que consideran que la literatura, materia que imparte, “no sirve para nada”, conoce a Dilan (Lucas Arrúa), un joven que es perseguido por unos narcos.

En la rueda de prensa que ofreció ayer Lerman, flanqueado por gran parte del equipo actoral, incluyendo a la madrileña Barbara Lennie, explicó que El suplente viaja en los difusos límites entre la no ficción y el relato. No en vano, exceptuando a los personajes principales, Lerman contó con maestros reales para otorgar verosimilitud a la historia, algo que causó algún quebradero de cabeza a los intérpretes profesionales que llegaron a pensar que no resultarían creíbles al lado de verdaderos profesores. Lerman, que escribe el libreto a seis manos junto a Maria Meira y Luciana de Mello, propone a un Lucio en decadencia, se ha divorciado y su hija –interpretada por la propia hija de Lerman, Renata– se niega a hacer las pruebas de acceso a un colegio de élite, robándole la oportunidad de lograr el éxito de forma parasitaria.

En paralelo, el padre de Lucio –Alfredo Castro–, un hombre de barrio, un conseguidor para los necesitados que se muere de cáncer, intenta hacer entender a su hijo la responsabilidad del legado que le dejará cuando fallezca. Precisamente, según explicó Lerman con una metáfora futbolística, su película cuenta cómo pasa Lucio de “suplente a titular” en su vida y en la de aquellos que le rodean.