Si hiciésemos caso a Schrodinger la alfombra roja que ilustra estas líneas estaría desierta y, al mismo tiempo, rebosaría de vida. Glenn Close sería la presidenta del jurado y, a la vez, no lo sería, es decir, como ahora. Los que nos dejaron y ya no están, en paralelo, nos acompañarían al patio de butacas y juntos, al término de la sesión, disfrutaríamos de una buena tertulia sobre alguna de las películas, quién sabe si con un café o una caña. Y es esa, quizá, la verdadera magia del cine, la que nos permite llenar las ausencias con presencias de mil vidas de las que ojalá hubiésemos gozado. Pero no, solo vivimos una, la nuestra y, es esa, paradójicamente, la única manera de soñar otras... películas, vidas, personas. Comienza el Zinemaldia, comienza la semana en el que todo es posible al mismo tiempo.