- No me canso de repetir que el auténtico papel de la monarquía es procurar entretenimiento al populacho. Y en ese sentido, incluso los más recalcitrantes republicanos debemos admitir que la española nos proporciona a sus obligados súbditos toneladas de espectáculo. No pasa una semana sin que alguno de los miembros de la extensa dinastía borbónica protagonice algún numerito o numerazo que capte nuestra atención. Sí, de acuerdo, a veces también nuestra indignación ante el desahogo o directamente la impunidad de sus indecentes comportamientos. Es importante que no perdamos esa facultad de encabritarnos, pero en evitación de úlceras o melancolías hirvientes, también debemos ser capaces de relajarnos y gozar con los episodios chuscos que nos sirve la irreal familia real. Este último, el de la pillada del que se autotituló en un célebre email como "Duque Empalmado" es de lo más divertido.

- Comprendo que ante lo que acabo de anotar haya quien saque el vinagre y proclame su nulo interés. Pues felicidades por ir contra corriente. Sepan ustedes que en las últimas 48 horas los materiales más vistos (y por goleada) en las cabeceras digitales son las sucesivas tomas del asunto. No les hablo de la menospreciada prensa del corazón, sino de absolutamente todos los medios, incluyendo este en el que me están leyendo. Y también, oh sí, algunos de los que gustan de dar lecciones sobre periodismo de calidad, como uno que perdió el trasero para ofrecer pelos y señales (en buena parte, falsos y no rectificados) sobre la supuesta nueva pareja de Iñaki Urdangarin. ¿Contrastar las fuentes? En los tiempos que corren, como tenemos comprobado los que todavía pretendemos seguir el manual y los principios, solo sirve para quedar rezagado en la loca carrera por ser los primeros en colgar la noticia en la web.

- Así que menos ponernos exquisitos. La infidelidad del expresidiario Urdangarin hacia Cristina de Borbón puede ser, en esencia, un cotilleo. Pero ya les digo que resulta lo suficientemente atractivo como para eclipsar el resto de la actualidad que pasa (o hacemos pasar) por seria y sesuda. Y si queremos buscar una coartada para darle más trascendencia, siempre podemos recordar el papelón de la humillada infanta en el juicio contra el que ahora le ha puesto en evidencia y tiene el cuajo de decir ante las cámaras que "son cosas que pasan" y que va a gestionar los cuernos "de la mejor manera posible". Vayamos encargando más palomitas, que esto tiene toda la pinta de que va a continuar.