SONRÍO al ver los avances de lo que nos deparará el nuevo año. Más allá de lo que está programado o previsto a ciencia cierta, el resto son puras artes adivinatorias. Vuelvan mentalmente a los inicios de 2021 y comprobarán que prácticamente todo lo que ha determinado el año han sido los acontecimientos inesperados. La situación actual de la pandemia es el ejemplo más claro. Intuíamos, sí, que las vacunas supondrían un avance decisivo para evitar muertes e ingresos hospitalarios, pero no sospechábamos que llegaríamos a las uvas de anteayer en el fragor de contagios de la sexta ola y sin alcanzar la tierra prometida de la inmunidad de rebaño.

Tampoco se contemplaba ni remotamente que volvería a entrar en erupción un volcán en Canarias y que se mantendría escupiendo lava y ceniza durante casi cuatro meses. Y qué les voy a contar de la política. Curiosamente la vasca, la que en tiempos fue la más convulsa, es la que menos sobresaltos nos ha dado. En la española, sin embargo, tela. Ni el más fino de los analistas habría sido capaz de anticipar que Pablo Iglesias abandonaría primero el gobierno y casi inmediatamente después la política en activo, tras darse una notable bofetada como candidato a la presidencia de la Comunidad de Madrid. De hecho, esas elecciones tampoco estaban contempladas en la bola de cristal de ningún sabio, y todavía menos que las ganaría por goleada Isabel Díaz Ayuso, convirtiéndose así en la figura política emergente del momento. Junto a Yolanda Díaz, que tampoco estaba en las quinielas para lideresa. Ardo en deseos de ir conociendo todo lo inesperado de 2022.