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Crítica de La cosa con alas: el dolor del luto

Aquí resuena un Nevermore sin eco, una incitación al alma a encenderse en la locura por el amor perdido

Crítica de La cosa con alas: el dolor del luto

Salvo para los fans de Blur, quienes devoraron No Distance Left to Run, un documental donde se plasma el nacimiento, ascenso, muerte y renacimiento del grupo británico, el nombre de Dylan Southern resulta desconocido. Pero desde aquel 2010, año de estreno de su documental, Southern ha seguido incursionando en la escena musical como documentalista. Sin embargo, todo cambió cuando el libro de Max Porter editado en 2015, El duelo es esa cosa con alas, apareció en su vida para no salir de su mundo. Atrapado, intoxicado, por un relato estremecedor sobre el desconsuelo, sobre el luto y la desesperación, fruto de la complicidad entre el director y el escritor, la naturaleza fílmica de Esa cosa con alas se debe a un gesto de absoluta identificación entre Dylan Southern y la prosa de Max Porter sobre el angustioso proceso de un padre viudo con dos hijos pequeños, un dibujante obsesivo que se enfrenta a la pérdida del ser más querido. La referencia al Cuervo de Poe resulta tan explícita como obvia.

Esa cosa con alas

Dirección y guion: Dylan Southern a partir del libro de Max Porter.

Intérpretes: Benedict Cumberbatch, Henry Boxall, Richard Boxall y Nandi Bhebhe.

País: Gran Bretaña. 2025.

Duración: 98 minutos.

Si Poe conformó en 1845 un poema inmortal sobre Leonore, Southern con la obra de Porter, le da réplica. Aquí resuena un Nevermore sin eco, una incitación al alma a encenderse en la locura por el amor perdido. Como acontece con todo texto artístico atravesado por un romanticismo extremo, las opiniones críticas, pese a la irreprochable dirección de Southern y la magistral interpretación de Cumberbatch, se dividen, se enfrentan. Hablar del ritual del desgarro que implica la muerte de una persona amada se relega al fuera de campo, al silencio, a lo que no se muestra.

Aquí, acontece lo contrario. Cumberbatch y los dos niños que encarnan a sus hijos, no hacen otra cosa que convivir con el espíritu atormentado(r) del cuervo y del demonio; de la rabia y del desamparo. Un descenso al fondo de la angustia contrapunteado por el escalofrío del terror. Cierto es que, tras bucear en el fondo del suicidio, la violencia y la demencia, en su desenlace, se abre una cortina de esperanza tan consoladora como oportuna. Rodada en treinta días, en un tiempo en el que ocultamos la muerte cercana y se televisa la ajena y lejana, el filme se ve enriquecido por unas ilustraciones conmovedoras y un montaje lleno de ritmo y sentido. Adornos que no mitigan la incómoda carga que Esa cosa con alas traslada y cuya lectura depende(rá) de la proximidad o lejanía ante este ritual del luto que, en función de la edad y la empatía, agite los fantasmas de cada persona que la vea.