Tele 5 ha reciclado una mesa vieja (que ya se había usado en todos los programas posibles), el plató de Cuatro que deja libre Risto los fines de semana y dos presentadores sin nada mejor que hacer y se han montado así el enésimo programa del corazón que cubre el hueco del desahuciado Socialité que, pese al exorcismo que le practicaron con cambio de productora y presentadores, seguía manteniendo cierto aura de hijo bastardo de Sálvame.

El viejo-nuevo programa se llama ¡Vaya fama! y la cadena lo ha vendido como la enésima revolución en lo suyo sin que esté dando síntomas de ser nada de eso.

Si alguien esperaba ver algo nuevo, se equivocaba. Al primer minuto, ya tenían por allí a los mismos de siempre que salen todos los días opinando en todos los programas de la cadena. Con cuota Campos-Borrego, el sábado, y cuota de viceversos el domingo.

La excusa del viejo-nuevo programa son unos muñecos que representan a famosos que van colocando en la vitrina de la buena o la mala fama, de acuerdo a la opinión de la audiencia en internet. A Julio Iglesias lo han mandado donde los malos y a su ex, la Preysler, donde los buenos. Se ve que la audiencia telecinquera no tiene muy claro lo de tener un oficio detrás para respaldar la fama y les vale con lo de acoplarse a alguien para anunciar baldosas y bombones.

Tetas con cualquier excusa

En su intento de acumular audiencia para el informativo de María Casado o, por lo menos que la gente no se pire a escuchar el parte de Antena 3, recurren a un viejo recurso que ya utilizó TVE en los tiempos de Corazón para animar las audiencias del Telediario: sacar en los últimos minutos tetas con cualquier excusa.

En Tele 5, que han practicado el arte de la teta desde sus comienzos, han decidido no limitarlas a los reportajes y las ponen todo el rato en primer plano en la gran pantalla que tienen de fondo los aburridos presentadores. De hecho, literalmente ponen solo tetas, ya que el encuadre corta la cabeza de la escotada reportera que el programa tiene en Honduras. Tetas, tetas, tetas... que proclamaba el sabio señor Galindo como receta a dispensar cuando todo va mal en la tele, y después... las noticias.