El Chacal ha salido de nuevo a la caza tras mudar su piel, de cine a serie de televisión. Nacido de la pluma de Frederick Forsyth, El día del Chacal se estrenó en la pantalla grande en 1973 sobre la historia del asesino internacional cuya misión era matar a De Gaulle por encargo de la OAS, extrema derecha francesa. La siguiente cacería llegó en 1997, con Bruce Willis y el traslado de la acción a Estados Unidos. Lo curioso del relato es que, para afrontar la amenaza del escurridizo criminal, el FBI excarcela a un miembro del IRA y aceptan la colaboración de una guerrillera vasca (aludiendo a ETA, pero sin mencionarla). El Estado español tuvo que tragar con esta pirueta narrativa apenas tres meses después del asesinato de Miguel Ángel Blanco en Ermua. Para no promocionar el film, el presidente Aznar y su camarilla mediática enmudecieron. En esta ocasión los miembros del IRA pierden su magia romántica. Es una potente producción para grandes públicos, con innumerables escenarios y espléndida banda sonora. Todo ocurre entre la sede del MI6 británico y el paraíso gaditano donde residen la esposa, encarnada por Úrsula Corberó, y el bebé del Chacal. Hay exceso de defunciones, política podrida y magnates canallas, menos uno, precisamente el objetivo a liquidar. Está claro que la historia, muy ventajosa para el asesino, continuará. Forsyth interviene como productor asistente sin que le importe mucho el destrozo de su libro, de la misma manera que Gabriel García Márquez hubiera consentido la reciente versión televisiva de su Cien años de soledad, más que digna. ¡Pero si ha disparado las ventas del libro! Exquisitos escritores, que cagan mármol, se han rasgado las vestiduras y ninguno, tan puristas, reconocen que sueñan con ver sus palabras convertidas en imágenes.
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