BILBAO. A veces, los fabricantes de coches hacen trampas. Peugeot, por ejemplo, puso en el mercado tres años atrás el RCZ, un coupé de espectacular figura que parecía reservado a una élite de pilotos pudientes pero que en realidad era un guiño cómplice y asequible a los más entusiastas entre el gran público. Ahora la marca del león revisa ese calculado proyecto para cerciorarse de que el deportivo preserva la frescura y los buenos modales. El renovado RCZ adereza su estampa con detalles que recalcan el singular estilo conocido, al tiempo que confiere mayor eficiencia a sus movimientos. A la espera de la anunciada versión estelar, con mecánica gasolina de 260 caballos, plantea variantes bien calibradas -diésel de 163 CV y gasolina con 156 y 200 CV- entre 28.000 y 31.000 euros; las promociones y el Plan PIVE permiten adquirir un RCZ por 24.500 euros.

La industria del automóvil ha convertido la especialización en su motor de desarrollo. La necesidad de descubrir áreas de negocio empuja a pergeñar modelos que llenen nuevos nichos de mercado y cubran necesidades de la clientela, incluso antes de que esta las perciba. Esa profusa creatividad no es reciente. Conceptos de coche hoy cotidianos como los monovolumen, los geteís, los crossover o los coupé-cabrio surgieron de 'tormentas de ideas' en las que el marketing se imponía a la ingeniería.

El RCZ tiene un origen semejante. Peugeot, firma generalista acostumbrada batallar con productos para consumidores de clase media, se impuso el reto de concebir y fabricar un deportivo fuera de serie. El objetivo era crear una máquina con presencia arrebatadora y connotaciones Premium, pero con precio y reacciones nada selectivas. El resultado es este coupé osado, interesante y equívoco: parece uno de esos coches que de compra emocional, elegidos por puro capricho, respondiendo a flechazos en el corazón y no a juiciosos razonamientos.

Pero las apariencias engañan. Aunque su original figura -solo comparable a la del Audi TT- sugiere un temperamento radicalmente deportivo, incompatible con misiones domésticas, el RCZ sorprende por su docilidad y su relativa practicidad. Ambas cualidades lo facultan para suplantar a diario a cualquier turismo. De entrada, sus reacciones no entrañan complicación alguna a personas con un mínimo de pericia al volante. El precio tampoco representa un obstáculo insalvable, sobre todo considerando lo que ofrece y lo que cuesta cualquier compacto de mecánica alegre. La configuración de coupé 2+2, eufemismo que esconde una cabina biplaza con dos pequeños cubículos traseros aptos para niños, sí que restringe un poco más su uso; limita la compañía pero permite viajar con maletas e ir al supermercado, ya que tiene un práctico maletero de 384 litros y ofrece cofres con 30 litros en el piso.