Lleva 13 años compartiendo mesa y plató con Javier Coronas y Javier Cansado en Ilustres ignorantes, primero en Canal+ y ahora en Movistar+, y aunque nunca pensó en humorista ha tomado caminos que le llevan a acercarse al género de la comedia como consumidor y como creador.

Dispersión: ha sacado nuevamente a Pipi, su alter ego, del armario.

- Después de haber lanzado la segunda novela con él, Chorromoco 91, no pensaba sacar otro libro con Pipi, porque estaba con otras cosas, pero pasaron más de cinco años y de repente me encajó el personaje. Se me aparecía Pipi entre las nieblas y me decía: Pepe, sácame de aquí. Lo tenía en la cabeza, y cuando me puse a escribir brotó con toda la fuerza del mundo.

¿No ha pensado nunca en que Pipi se convirtiera en una serie o una película?

- La verdad es que sí. Lo pensé con la primera novela, con California 83, que es muy audiovisual. Hubo algún intento de adaptación cinematográfica que no llegó a buen puerto, y ahora, con tres libros ya, sería una historia más larga. ¡Qué voy a decir yo! Pero sí que veo que las historias de Pipi pueden llegar un poco más allá de los libros. Si alguien quiere hacerlo, le espero dispuestísimo para que todo salga bien.

Demos un paseo por la televisión que hace. Ilustres ignorantes es un programa que ha superado cualquier tiempo de obsolescencia, ¿no?

- Ja, ja, ja€ Quién iba a decir que todavía estuviera vigente. Son las cosas que tiene la televisión, sus sorpresas, y estamos encantados. La televisión corta tan rápido algunos programas que lo nuestro es un milagro.

¿Y han descubierto cuál es el truco para estar trece años en antena, catorce temporadas ya?

- Me gustaría decir que hay muchos secretos, pero es que no los hay, está todo a la vista. Hay que señalar que la química entre Coronas, Cansado y yo es innegable. Somos amigos y nos llevamos bien. Y dentro del programa hay una cosa clave, la falta de ensayo.

¿No es mejor ensayar los programas y tenerlo todo controlado?

- Pues no, y eso hemos demostrado nosotros. Erosiona menos y desgasta poco. Todo lo que hacemos está hecho delante de una cámara, no nos metemos en esos tiempos muertos que suponen los ensayos. Evitamos lo que convierte a un programa en algo rutinario, y por eso Ilustres ignorantes es una sorpresa continua, incluso para nosotros mismos.

No pensaban que iba a durar tanto tiempo...

- No, eso nunca se debe pensar. La tele es un conjunto de factores externos y muchos de ellos son ajenos a cualquier proceso de creación. Nosotros hemos tenido mucha suerte, primero con Canal+ y luego con Movistar+, y hemos contado en los dos casos con el apoyo de las cadenas. También hemos tenido a nuestro lado a los espectadores y nos hemos convertido en un€ ¿cómo decirlo?

¿Un clásico?

-Más o menos. Cada año volvemos y nos encontramos la mar de a gusto haciendo algo que sabemos que divierte a una parte del público. No hay trucos, ingredientes secretos o fórmulas raras. Es el conjunto de circunstancias y lo bien que nos lo pasamos en el plató. Quizá es que se ve la sintonía entre nosotros y el buen rollo lo que anima a los espectadores a unirse al espacio.

¿Cree que este programa se podría haber hecho en alguna cadena en abierto?

- Es difícil por la estructura que tiene. Hacemos apenas media hora en falso directo y no hay acciones fuera de la mesa. Somos cinco personas, nosotros tres y dos invitados, en una tertulia calmada y absurda. Tiramos mucho hacia el surrealismo y a la tontuna. Por su explotación comercial veo difícil el encaje en una televisión en abierto.

Las plataformas han puesto la televisión del revés, al menos su consumo.

- Es algo acorde con los tiempos. Hay muchas maneras de ver tele y se puede hacer desde diferentes soportes. Podríamos decir que se ha fragmentado la pantalla. La televisión a la carta que llevábamos tanto tiempo escuchando es una realidad, la programación se adapta al espectador y no al revés. Yo sigo teniendo la manía consumista de ver los programas cuando se emiten, no a la carta. Te pongo un ejemplo, La resistencia me gusta verla a diario y a las 12 de la noche, aunque sepa que puedo ver este espacio a cualquier hora. Hay algo atávico y viejuno que tira de mí hacia esa forma de ver la televisión, la de toda la vida.

¿Mantiene también este modelo viejuno con las series? ¿Las consume de semana en semana o de un atracón?

- Estoy un poco desligado del mundo series. Ahora estoy menos pendiente de las novedades y me gusta más revisar el pasado. Me acabo de ver todo Seinfeld en orden cronológico.

Pues son nueve temporadas...

- Y me las he visto todas. Voy rescatando historias de otras décadas.

Es una buena comedia. ¿Le gusta ese género?

- Me gustan las buenas historias. Hay veces en las que por circunstancias de la vida, generalmente por falta de tiempo, a una serie le das un vistazo rápido y no la sigues, pero siempre queda la posibilidad de recuperarla, y eso es lo que estoy haciendo con algunas historias que se me han quedado por el camino. Tiro más hacia la comedia y hacia el documental, más que hacia el drama o la acción. De todas formas, hay que seleccionar, porque son muchos los estímulos y poca la vida.

¿Se está poniendo nostálgico?

- Tampoco es que esté todo el rato viendo programas antiguos, pero es cierto que tengo una laguna importante en novedades. Voy aparcando algunas cosas y establezco mis prioridades.

Cuando hablamos por última vez, y era 2018, comentaba usted que se consumía menos televisión que nunca. Ahora las tornas han cambiado y la pandemia ha revertido esos datos.

- De eso no hay duda. Se ha ampliado el consumo, pero se ha modificado la forma de ver y dónde se ve. Una parte de la población, la que tiene entre quince y veinte años, consume en todo tipo de pantallas. Antes la televisión estaba en el centro de la casa y había con ella una relación de familia; todos nos situábamos alrededor de ella.

¿Antes la veíamos en comunidad y ahora es un acto individual?

- Antes solo teníamos una pantalla, la del televisor tradicional, y ahora estamos rodeados de muchas pantallas. Nos podemos llevar la pantalla a donde queramos y ver las series o programas que nos apetezca cuando y donde nos dé la gana. Movistar, Netflix y HBO tienen que estar encantados, entre comillas, con el tema de la pandemia.

¿Siempre quiso ser humorista?

- Llamarme humorista es quizá pasarse. Es una profesión que me produce mucho respeto. No tenía en mi programación a futuro serlo, y creo que no lo soy al modo de mis compañeros Coronas y Cansado. Yo aterricé en Ilustres ignorantes y me vi dentro de una mesa de humoristas con el humor como clave de programa. La idea es tratar de manera cómica temas más o menos serios.

Contado así, técnicamente sí que es usted humorista.

- Quizá sí, pero no es algo que yo pondría en mi tarjeta de visita. He escrito más de lo que recomienda la OMS para estar medianamente sano, y en todo tipo de formatos: artículos, libros, reportajes, entrevistas, guiones€ y siempre he usado el humor. Dar a mis escritos una clave humorística ha formado parte de mí mismo. Está dentro de mi ser, no es un hecho que esté fuera de mi persona.

¿Puede haber vida sin humor?

- Pienso que no. No tienes que ser humorista para poner humor y diversión en tu vida o en lo que hagas para los demás. Al escribir siempre he utilizado la ironía y el sarcasmo, y eso me llevó en su día a escribir crítica televisiva, pero manteniendo una distancia un poco cínica.

Seis años entre un libro y otro parece un tiempo considerable, ¿es de los que se lo piensa todo mucho? ¿No le gusta ir a la ligera?

- No he tardado tanto en escribirlo como en decidirme a hacerlo. Tengo un gen, no de vagancia, sino de cordial inapetencia. La escritura de Chorromoco 91 fue muy intensa y casi me pilla el toro, y eso que soy muy puntual con los plazos de entrega. Fueron meses de jornadas de doce horas y de grandes palizas. El resultado fue una gran novela. Y sé lo que estás pensando.

Dígalo.

- Que es absurdo que yo diga que fue una gran novela, porque no soy el indicado dado que la he escrito yo, pero es lo que me parece. Fue un gran esfuerzo y soy de recuperación lenta. Como sabía lo que me absorbía escribir una novela, tardé mucho en tomar la decisión de ponerme a hacer otra.

¿Sufrió la inactividad de la pandemia?

- Empecé a escribir Dispersión en noviembre de 2019 y en los primeros meses de la pandemia, durante el confinamiento, no avance mucho. Como todo el mundo, me quedé en estado de shock. Después sí que aceleré y ya he vuelto al mercado editorial.